Los inmigrantes mexicanos se quejan de la falta de apoyo de su gobierno
Asociaciones de residentes en EE UU critican la ausencia de "firmeza" del Ejecutivo de Peña Nieto frente a las políticas migratorias de Washington
En México, el país de origen de más de 30 millones de personas que viven en EE UU (la mayor presencia de inmigrantes foráneos en un país extranjero en el mundo), la decisión del Senado estadounidense de fortalecer la seguridad con más agentes armados y construir más de mil kilómetros de muro en la frontera fue recibida con frialdad.
“Las bardas no son la solución al fenómeno migratorio y no son congruentes con una frontera moderna y segura”, afirmó la tarde del martes el secretario de Exteriores mexicano, José Antonio Meade, en un mensaje a los medios de comunicación. “No contribuyen al desarrollo de la región competitiva que ambos países buscamos impulsar”.
Pero las palabras del Canciller mexicano le saben a poco a César Rea, presidente de la Asociación de Comunidades Mexicanas Unidas en Chicago, Illinois, establecida en 2000. “Nosotros sabemos que los republicanos han maltratado nuestra situación por muchos años y que han chantajeado al presidente [Barack] Obama para aumentar el presupuesto para militarizar la frontera. Eso no resolverá el problema migratorio, todo el mundo lo sabe. Pero nos preocupa más el silencio y la pasividad del Gobierno mexicano. Los que vivimos aquí esperamos una reacción más firme”, explica.
La posición de Rea es común en la mayoría de las asociaciones de mexicanos en EE UU consultadas por este periódico. Del Gobierno mexicano no esperan mucho, y en cuanto a la reforma migratoria prometida por Obama, que se votará el jueves, mantienen la esperanza, pero también muchas reservas. “Así es siempre. Dan buenas esperanzas, y se cae... dan buenas esperanzas, y se vuelve a caer...”, comenta Enrique Villaseñor, secretario del Club Cerro Ortega de Los Ángeles (California). Esta asociación se encarga de recibir a muchos de los inmigrantes recién llegados. Solamente 30 en los últimos 15 días, describe. “Llegan asaltados, golpeados. A uno de ellos lo violaron. Todos los que llegan cuentan lo mismo”.
Quizá por ello es que Villaseñor no opina con la misma dureza que Rea sobre la militarización de la frontera. Asegura que la violencia en los cruces entre los dos países ha aumentado “muchísimo” en los últimos años –“antes se podía entrar caminando”, recuerda–, pero subraya que el problema no es el aumento de seguridad en el lado de EE UU, sino la espiral de violencia en la que está sumida la frontera mexicana. “Muchos venimos a trabajar, pero también entiendo la actitud de la policía [de EE UU] porque cada vez es más común que contrabandistas intenten entrar a la frontera”. Enumera los casos que ha atendido en estas dos semanas: “De 30, solo cinco se salvaron de algún tipo de violencia. Y a todos, por lo menos, los han estafado”.
De ahí la urgencia de regularizar el paso en la frontera, opina Francisco Álvarez Calderón, presidente de la Federación de Clubes Zacatecanos en Forthworth (Texas), con más de 4.000 miembros. “Estamos de acuerdo en que se aumente la seguridad en la frontera, todos los países la deben de tener, pero tampoco se trata de que la reforma se aprueba solo cuando se haya sellado el paso”, explica. “Si lo que quieren los republicanos es que primero se bloquee la frontera para avanzar, estamos hablando de por lo menos 10 años más, y esto es urgente. Pero si lo que se aprobó el lunes es el capricho de los que están en contra de la reforma para proceder, pues está bien, que vaya. Lo importante es que esto [el problema migratorio] se resuelva ya”.
Álvarez también se lamenta de lo que califica como “falta de firmeza” del Gobierno mexicano ante EE UU. “No puedo opinar sobre su postura [del Gobierno mexicano], porque es una no-postura. Nosotros siempre volteamos para ver cómo ayudamos a nuestra gente. Nos preocupa nuestro país y aportamos mucho a nuestras comunidades, ya sea con remesas o colaborando con las autoridades. Pero el hecho es que los inmigrantes no estamos ni representados allá [en México] ni respaldados aquí [en EE UU]. Yo entiendo que son políticas internas y que no pueden participar directamente en las decisiones del Congreso de EE UU, pero sí que pueden asumir posturas a favor de nosotros. No tenemos ni siquiera un respaldo básico”, acusa.
Pero más allá de la decepción por lo que juzgan como un tibio apoyo del Gobierno mexicano, las miradas están puestas en la votación del jueves. “Tenemos muchas esperanzas”, continúa Álvarez. “[En la reforma migratoria] No se han logrado todos los objetivos que se esperaban pero millones de inmigrantes queremos que se dé esta reforma. Ahora no podemos claudicar”. Rea afirma que, de aprobarse la propuesta, “Estados Unidos se dará cuenta de que la mayoría de los inmigrantes no venimos a robar ni a cometer crímenes”. Y opina que un voto en contra repercutiría en las urnas. “Desde que ganó el señor Obama, ha quedado claro que nuestra opinión pesa mucho. Ellos [los opositores a la reforma] deben de darse cuenta de que tenemos hijos y ellos alcanzarán la mayoría de edad y votarán. Y se acordarán de quiénes fueron los responsables de que sus padres sufrieran tanto tiempo”.
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