El expresidente Musharraf regresa a Pakistán tras varios años de autoexilio
Los talibanes han amenazado de muerte al exmandatario, que participará en las elecciones de mayo
El ex presidente y general paquistaní Pervez Musharraf regresó hoy a su país desde Dubái, a pesar de las amenazas de los talibanes y del riesgo de terminar en la cárcel por las causas judiciales que tiene pendientes. Musharraf, que ha pasado casi cuatro años en un exilio autoimpuesto, había expresado de antemano su intención de concurrir a las próximas elecciones generales, convocadas para el 11 de mayo. Entre 1.000 y 2.000 personas le esperaban a su llegada a Karachi, lo que evidencia el escaso tirón popular del antiguo mandatario.
“Por mi país, iré donde tenga que ir. No tengo miedo. Sólo temo a Dios”, declaró Musharraf, citado por Reuters, ante los seguidores que se habían concentrado en el aeropuerto de esa ciudad, la más populosa del país con cerca de 18 millones de habitantes.
Sin embargo, las autoridades no quisieron arriesgarse y le retiraron el permiso para celebrar ese primer encuentro junto a la tumba del fundador de Pakistán, Mohamed Ali Jinnah, en el centro de Karachi. El sábado, el Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP, en sus siglas locales), difundió un vídeo en el que amenazaba con matarle.
“Los combatientes del Islam han preparado un escuadrón de la muerte para enviar a Pervez Musharraf al infierno”, advierte en la cita Adnan Rashid, un ex oficial del Ejército del Aire que fue condenado por un atentado contra el general-presidente y que escapó de la cárcel el año pasado.
Grupos cercanos a Al Qaeda intentaron asesinar a Musharraf al menos en tres ocasiones cuando estaba al frente del Gobierno. Los militantes islamistas no le han perdonado que apoyara a Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo tras los atentados del 11-S y sus posteriores redadas contra ellos, en especial el asalto a la Mezquita Roja de Islamabad en el verano de 2007
Musharraf, de 69 años, llegó al poder en un golpe de Estado en 1999, que fue recibido con alivio generalizado por buena parte de los paquistaníes hartos de la corrupción de sus políticos civiles. No obstante, y a pesar del inicial despegue económico del país, los efectos de la guerra de Afganistán y su reticencia a los partidos, terminaron convirtiéndole en un presidente muy controvertido. Finalmente, dimitió en 2008, cuando sus aliados perdieron las elecciones y el nuevo Gobierno amenazó con someterle a una moción de censura.
Un año después decidió autoexiliarse ante las acusaciones presentadas contra él por no haber facilitado la suficiente protección a la ex primera ministra Benazir Bhutto antes de su asesinato en 2007 y por la muerte de un líder separatista de Baluchistán. Han sido sobre todo estos casos judiciales, los que han retrasado su varias veces anunciada vuelta a Pakistán desde su exilio repartido entre Londres y Dubái. Sin embargo, hace unos días Musharraf consiguió que el tribunal le concediera una “fianza por adelantado”, que le garantizaba no ser detenido a su llegada a Karachi. Ahora dispone de 10 días para presentarse ante el juez.
“No estoy nervioso, pero me preocupan algunas cuestiones”, admitió antes de salir de Dubái en referencia al terrorismo, el extremismo, los procedimientos judiciales y sus resultados electorales.
Si pensaba emular con su viaje a Bhutto o al también ex primer ministro Nawaf Sharif (uno de los favoritos el próximo mayo), Musharraf se ha quedado muy lejos. Los respectivos regresos de aquellos en 2007, atrajeron a los aeropuertos de Karachi e Islamabad a decenas de miles de personas que convirtieron su traslado hasta ambas ciudades en procesiones de varias horas.
“No tiene ni el carisma ni el partido de aquellos”, señala una fuente diplomática paquistaní en este emirato.
A pesar de las recurrentes acusaciones de corrupción, el Partido Popular de Pakistán, que dirige el viudo de Bhutto y actual presidente Asif Ali Zardari, y la Liga Musulmana de Pakistán de Sharif, encabezan todas las apuestas. Queda la incógnita de cuántos escaños va a lograr arrancarles el populista Inram Khan, un antiguo jugador de cricket que se ha mostrado muy activo tratando de capitalizar el descontento con los partidos tradicionales que hasta ahora iban a parar a las formaciones religiosas.
Además, el general apenas dispone de seis semanas para convencer a los electores de que su Liga Musulmana de Todo Pakistán puede acabar con la mala gestión y la corrupción que lastran el país, y revivir el éxito económico de su primer mandato. El “Salvaremos Pakistán” que ha coreado junto a sus seguidores parece demasiado optimista.
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