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Abraham Krok, de explotador a benefactor contra el racismo

El sudafricano financió la construcción del Museo del Apartheid en Johanesburgo

Nelson Mandela junto a los hermanos gemelos Krok, en 1996.
Nelson Mandela junto a los hermanos gemelos Krok, en 1996.GETTY

Igual que en España es difícil hoy encontrar gente que confiese su antiguo fervor por Franco, en Sudáfrica cuesta encontrar blancos dispuestos a reconocer su apoyo al apartheid. Abraham Abe Krok, que murió la semana pasada tras una larga enfermedad, ofreció un extravagante ejemplo de este síndrome de amnesia política, con la curiosa variante que tras la caída del sistema racista sudafricano Krok se compró, como si de una indulgencia plenaria se tratase, el perdón.

En la historia de los 83 años de vida de este multimillonario judío las ironías abundan. Fue, primero, explotador y, luego, benefactor de sus compatriotas negros.

Krok hizo su fortuna en los años setenta comercializando unas cremas para blanquear la piel. Krok se aprovechó del sentido de inferioridad que el apartheid fomentaba entre gente de piel negra para promocionar sus productos. Funcionaba a su favor el hecho de que si un negro lograba pasar por un mestizo en aquellos tiempos de racismo legalizado, sus condiciones de vida y su estatus social podrían mejorar. Lo que funcionaba en contra de sus clientes fue que a veces las cremas de Krok hacían un daño físico irreparable a quienes las utilizaban.

Hizo su fortuna en los setenta vendiendo unas cremas para blanquear la piel

Tras la llegada al poder de Nelson Mandela en 1994 Krok se acomodó a las nuevas realidades democráticas y multirraciales. Se reinventó, convirtiéndose en una especie de filántropo, aunque jamás renunciando a su afán de lucro. Por un lado, financió la construcción del Museo del Apartheid en Johanesburgo, encontrando la inspiración para la idea durante una visita al Museo del Holocausto en Washington. “Pase lo que pase quisiera ser recordado como el creador del Museo del Apartheid. Es la gloria de mi vida”, declaró Krok en 2005.

La gloria de su cuenta bancaria, por otro lado, fue un enorme casino literalmente pegado al museo, una mina de oro llamado Gold Reef City. Con su credibilidad moral aparentemente asegurada, se construyó dos casinos más en Sudáfrica, y su fortuna creció como las aguas en marea alta del gran río Orange.

Pero lo que se celebró en su funeral no fue tanto el Museo del Apartheid ni sus éxitos en el mundo del juego, sino el otro gran seguro de vida que adquirió como antídoto al estigma de su pasado proapartheid, un club de fútbol en la capital, Pretoria, llamado los Mamelodi Sundowns. Accionista mayoritario del club durante varios años, y presidente hasta el día de su muerte, Krok entendió que la manera más directa y eficaz de llegar a los corazones de la mayoría negra de su país era identificarse plenamente con su deporte favorito. El equipo de los Sundowns ha sido uno de los grandes triunfadores de la liga sudafricana profesional, en gran medida gracias a los millones de Krok.

El actual dueño del club, Patrice Motsepe, lo recordó la semana pasada como un hombre de “integridad y compasión”. El entierro de Krok fue un evento multitudinario al que asistieron las figuras más importantes del futbol sudafricano, varios exjugadores y centenares de aficionados de los Sundowns. La mayoría de los que fueron a dar el pésame a la esposa e hijos de Krok fueron sudafricanos negros.

Krok se lo puso difícil, pero al final el dinero sí le compró amor.

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