“Muchos de los rehenes fueron asesinados de un tiro en la cabeza”
El primer ministro de Argelia reconoce la muerte de 37 extranjeros de ocho nacionalidades, un argelino y 29 terroristas. Dos de los atacantes, incluido el coordinador, eran canadienses.Todavía hay al menos diez extranjeros desaparecidos
“Numerosos extranjeros fueron abatidos de un disparo en la cabeza”. El primer ministro argelino, Abdelmalek Sellal, ha añadido este lunes una dosis de horror a las que, a lo largo del fin de semana, relataron a la prensa los exrehenes del comando terrorista que se apoderó de la planta gasística de Tigantourine, en el sureste de Argelia. Ha confirmado sus testimonios sobre los cinturones de explosivos que muchos de ellos estuvieron obligados a llevar.
Cuarenta y ocho horas después de que concluyese, el sábado, el asalto de dos unidades de élite del Ejército argelino al complejo gasístico, un miembro del Gobierno de Argelia ha dado, por fin, una rueda de prensa sobre el que ha sido, probablemente, el mayor secuestro de la historia. En la planta trabajaban 790 personas, de las que 134 eran extranjeras.
Entre el miércoles de madrugada y el sábado, murieron 37 extranjeros de ocho nacionalidades y un argelino en Tigantourine. Siete cadáveres están tan carbonizados que aún no han podido ser identificados. Otras cinco personas están desaparecidas, según el primer ministro, por lo que el balance definitivo superaría los 40 muertos.
El número de desaparecidos proporcionado por las embajadas en Argel es más elevado que el dado por Sellal. Se busca aún a cinco noruegos, tres japoneses y dos malasios.
Entre los desaparecidos figura Tore Bech, de 58 años, gerente en Tigantourine de la empresa de hidrocarburos noruega Statoil y padrastro de Heikki Holmaas, ministro de Desarrollo Internacional de Noruega. Éste expresó ayer en su página de Facebook su desolación por la pérdida del hombre con el que su madre se casó cuando él tenía ocho años.
La mayoría de las víctimas mortales son japonesas (7), seguidas por los filipinos (6) y los británicos (3). El Departamento de Estado de EE UU ha confirmado la muerte de tres de sus ciudadanos que estaban desaparecidos. Solo resultó muerto un argelino, un guardia de seguridad de 31 años, que fue el primero en caer acribillado. Sellal ha alabado su coraje, que permitió “salvar vidas humanas”.
Veintinueve terroristas fueron abatidos por las fuerzas especiales argelinas, entre las que solo hubo un herido, y otros tres capturados con vida. Los 32 secuestradores eran de ocho nacionalidades diferentes. Su jefe, Amine Bencheneb, era argelino y también sus dos lugartenientes.
Un tercio de los terroristas (11) eran tunecinos, pero en el comando había, además de tres argelinos, egipcios, malienses, mauritanos, nigerinos y dos canadienses, uno de ellos descrito por el primer ministro como el “coordinador del ataque”. No está claro si se trata de conversos al islam o de canadienses originarios de países musulmanes, pero por la descripción dada por varios exrehenes que salieron con vida la primera hipótesis parece la más probable.
Algunas de las informaciones suministradas por Sellal, como la presencia de los canadienses, habían sido anticipadas por los secuestradores en conversaciones y SMS con la agencia de prensa mauritana ANI. Nunca hasta la fecha un grupo terrorista había retransmitido casi en tiempo real la acción que estaba llevando a cabo como sucedió estos días.
Los terroristas, que pertenecían a la katiba (célula) fundada el mes pasado por el argelino Mojtar Belmojtar, partieron del norte de Malí, pero entraron en Argelia desde la frontera libia, a tan solo un centenar de kilómetros de Tiguentourine. Su recorrido debió de durar al menos un par de días. Zeid, un yihadista nigerino que había trabajado en la planta gasística, les sirvió de guía en el último tramo. “Tenían armas para destruir de dos a tres batallones”, según Sellal.
Aunque parezca sorprendente el primer ministro ha insistido en que el golpe terrorista, planeado desde hace dos meses, no pretendía aparentemente tomar la planta gasística sino secuestrar a los extranjeros que cada miércoles recorrían en autobús los 50 kilómetros que separan Tiguentourine del aeropuerto de la pequeña ciudad de In Amenas. De ahí partían a Europa para pasar unos días con sus familias. Uno de los pasajeros del autobús es el director general de British Petroleum, pero Sellal no ha dado su nombre.
“Empezaron a disparar sobre el autobús pero recibieron una contundente respuesta de los soldados” que lo custodiaban, ha asegurado Sellal. Los vehículos que transportan a trabajadores extranjeros por el desierto argelino suelen ser escoltados. Tras ser repelidos, los terroristas habrían optado por un blanco de mayor envergadura: la planta gasística.
Una vez allí su objetivo fue hacer estallar la instalación de tratamiento de gas. Pero, “la dirección de Sonatrach [empresa argelina de hidrocarburos] interrumpió la producción justo después del inicio del ataque” para impedir cualquier incidente, según ha explicado, en otra comparecencia, el ministro de Energía, Youcef Yousfi.
Sellal se ha esforzado por responder a las críticas sobre la porosidad de las fronteras argelinas que, el miércoles, cruzaron los terroristas sin que nadie tratase de impedírselo. “Serían necesarias dos OTAN para vigilar nuestras fronteras”, ha afirmado.
Desde la caída en 2011 de Ben Ali en Túnez y, sobre todo, de Muamar el Gadafi en Libia, las largas fronteras de Argelia con esos dos países se han vuelto permeables como siempre lo han sido las que la separan de Níger y Malí. Argelia solo dispone de una frontera segura, los 1.800 kilómetros que comparte con Marruecos. Desde 1994 es la más larga del mundo cerrada a cal y canto a causa de la mala relación entre Argel y Rabat.
Pese a que los terroristas partieron del norte de Malí para, por primera vez, golpear a la industria energética argelina, Sella ha dejado claro que Argel “no enviará a ningún soldado” a ese país vecino en el que las tropas francesas luchan desde hace doce días, codo con codo con las malienses, con al menos tres grupos radicales.
El presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, ya hizo, aparentemente, bastante con aceptar la petición francesa de permitir el sobrevuelo de su espacio aéreo por los aviones militares franceses que navegan rumbo a Malí.
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