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El tertuliano perfecto era falso

Un expresidiario portugués se paseó por foros y platós como experto economista de la ONU

Antonio Jiménez Barca
Baptista da Silva.
Baptista da Silva.Reinaldo Rodrigues (Global Images)

Artur Baptista da Silva, de 61 años, un tipo algo calvo, de mirada seria, gestos concentrados y pico de oro, condenado varias veces por falsificar documentos y cheques, tras salir de la cárcel de Lisboa en 2011, logró, con una habilidad insuperable, hacerse pasar en Portugal durante meses por un economista experto de la ONU con la misión de elaborar un informe sobre la salida de la crisis de los países de Europa del sur. Cobró una fulminante celebridad a base de dar conferencias en locales exclusivos lisboetas y entrevistas en influyentes medios de comunicación donde, en el fondo, con palabras claras y el teórico (y espurio) respaldo de las Naciones Unidas, decía lo que la gente está deseando oír: que la austeridad ahoga al país y lo lleva al desastre. Ahora, tras ser descubierto en Navidad, Baptista da Silva se ha volatilizado de Portugal, nadie sabe dónde está, y la Fiscalía acaba de enviar el asunto a la Policía Criminal a fin de que investigue los posibles delitos de este impostor disfrazado de economista global.

Todo empezó, como en esas historias de Mortadelo y Filemón de hace años, en la Academia do Bacalhau, en Lisboa. A este lugar desembarcó armado con su labia de tertuliano perfecto, su talento de anguila para zigzaguear, un taco de tarjetas falsas de visita y un tocho económico robado a un especialista francés de la Unesco que languidecía en Internet y con el que el falso experto aseguraba haber ganado un premio internacional. “Era una persona muy educada, parecía muy preparada, jamás pensamos que no podía ser cierto lo que decía”, explicaba en la emisora TSF Mário Nunes, presidente de la Academia do Bacalhau. En esta institución, Baptista regaló algunas charlas, se dio a conocer, esgrimió un currículo más falso que las victorias ciclistas de Lance Armstrong y acertó al deslizar la tarjeta al hombre adecuado. Meses después, el conocido Internacional Club de Lisboa le invitaba para dar una conferencia sobre su tema favorito (y el del país): la crisis. Y el 4 de diciembre alcanzaba la cumbre de un conferenciante profesional lisboeta al impartir, durante una cena, una solemne charla en el exclusivo y elitista Grémio Literário titulada La crisis europea. La utopía de la UE y la pesadilla del euro. ¿Qué salida digna le queda a Portugal? Se presentaba como doctor en Economía Social por la Milton Wisconsin University, universidad que no existe desde 1983. La cena costaba treinta euros por asistente. Como acostumbraba, acertó a decir lo que los oyentes querían oír sobre una economía gripada que estrangula a Portugal, y recibió una cerrada ovación al terminar, con algunos de los comensales puestos en pie.

Fue ovacionado en una cena que costaba 30 euros por asistente. Acertaba a decir lo que los oyentes querían oír sobre la crisis

De ahí a escalar a los medios de comunicación había un paso. Y Baptista da Silva lo dio. El prestigioso semanario Expresso publicaba el 15 de diciembre una larga entrevista con el falso consultor de la ONU a doble página, acompañada de una gran fotografía en la que aparecía muy serio, enfundado en un elegante abrigo oscuro y mirando al horizonte, con una carpeta de papeles bajo el brazo que, seguramente, contenía el informe económico mangado de Internet. El titular era contundente: “Si Portugal no negocia ahora [los intereses de la deuda], lo hará en seis meses de rodillas”, decía el expresidiario. Tras esto, fue convocado después por emisoras importantes como la TSF, periódicos de referencia como el Diário de Notícias y cadenas de televisión como la SIC, donde compareció en su programa estrella de debate el 21 de diciembre, flanqueado por los habituales —y verdaderos— economistas, políticos y periodistas. Allí, con su facilidad tranquila para la exposición contundente y el desparpajo algo pedante marca de la casa, juntaba los dedos de las dos manos como un cardenal y soltaba (por ejemplo): “En Naciones Unidas estamos muy preocupados por las consecuencias sociales de las medidas de austeridad. Tenemos que salir de esta crisis. Ya les hemos preguntado a las autoridades europeas si no van a otorgar las mismas condiciones a los portugueses que les han dado a los griegos”.

Sus compañeros presidiarios se quedaron estupefactos al verlo perorar en una tertulia de sesudos. Ricardo Sá Fernandes, un viejo compañero del instituto ahora abogado y que se encontró con Baptista años atrás en una visita rutinaria en la cárcel, al descubrirle trajeado dando una lección de economía mundial aplicada pensó para sí mismo, según ha relatado la revista Visão: “Hay que ver este tío cómo ha sabido darle la vuelta a la tortilla”. Según este mismo semanario, su propio hijo, a pesar de lo mucho que Baptista da Silva les había mentido a lo largo de su vida, dudó de que el padre “no hubiera llegado realmente a ser un importante empleado de la ONU”. Y Rosa Adanjo, profesora de portugués y adicta a los programas de política portuguesa, creyendo que era en verdad un experto de la ONU, comentó al oírle hablar de la crisis: “Por fin un economista que dice lo que yo pienso”. Incluso hubo columnistas de prensa que, como Adanjo, alabaron su intervención y se quejaron públicamente de que sus palabras no acarrearan ninguna reacción por parte del Gobierno. Tras esto, Baptista se reunió, entre otras personalidades de la política portuguesa, con el secretario general del segundo sindicato más importante del país, la UGT, al que instruyó sobre las recetas necesarias para burlar la recesión.

Al saberse descubierto, el impostor envió un escrito a la agencia Lusa en el que denunciaba "linchamiento mediático"

Pero poco antes de Navidad comenzaron las dudas. La cadena de televisión TVI no picó el anzuelo y tras contactar con la ONU supo que Baptista no trabajaba allí. Días más tarde, la misma ONU emitía un comunicado para dejar claro que ese tipo que andaba por Lisboa adoctrinando a sus compatriotas no era consultor de este organismo. La prensa portuguesa se lanzó a investigar el resbaladizo pasado de Baptista da Silva, en el que hay muchas lagunas y del que poco se sabe con certeza, excepto sus varias condenas por falsificación de documentos y por atropello. Nadie sabe a ciencia cierta, por ejemplo, si de verdad estudió Gestión de Empresas como él asegura o qué beneficio económico ha sacado de esta aventura (las charlas no las cobraba). Paralelamente, claro, se convertía en una mezcla de bufón y héroe en Facebook, donde aparecía (y aparece) en todo tipo de chistes y fotomontajes, desde personaje del año en la revista Time hasta guitarrista de fado en una tasca.

Él, al saberse descubierto, huyó de su casa, desconectó los teléfonos móviles y se esfumó, no sin antes —genio y figura— enviar un escrito a la agencia Lusa en la que denunciaba el “linchamiento mediático” del que se sentía víctima. Mientras, los portugueses, algo huérfanos de economistas afines y un poco demagogos, han vuelto, qué remedio, a oír cómo los de costumbre comentan la crisis de todos los días.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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