Petraeus informa al Congreso del ataque al consulado en Bengasi
La declaración del exgeneral da argumentos a la oposición republicana para abrir una investigación para acosar a Obama
La comparecencia del general David Petraeus ante el Congreso ha dado a la oposición republicana artillería suficiente para poner cerco a la Administración de Barack Obama por los supuestos fallos de seguridad que condujeron a la muerte el 11 de septiembre pasado de cuatro diplomáticos norteamericanos en Bengasi, incluido el embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens. Esto aumenta la posibilidad de que la polémica se prolongue y crezca la presión para la creación de un comité de investigación del tipo del Watergate.
Las declaraciones del ex director de la CIA ante los comités de Inteligencia del Senado y de la Cámara de Representantes fueron en secreto. Se celebraron ayer en salas especiales situadas en los sótanos del Capitolio, y el famoso general entró y salió del lugar sin quedar nunca expuesto a la vista de los periodistas que cubrieron el esperado acontecimiento. Los congresistas que participaron tenían el compromiso de no desvelar el contenido de la información recibida.
Eso facilitó interpretaciones muy diferentes, en función de los colores políticos, de las palabras de Petraeus, que aceptó comparecer voluntariamente después de haber dejado su cargo el pasado viernes tras conocerse que mantenía una relación extramatrimonial. Sólo hubo coincidencia en el relato de que Petraeus únicamente aludió a ese episodio personal para confirmar que fue su relación con Paula Broadwell, no los sucesos de Bengasi, lo que motivó su dimisión. Los congresistas, al parecer, no hicieron más preguntas respecto al ángulo más íntimo de este escándalo, lo que quizá fuese una condición previa para que Petraeus accediese a presentarse ante el Capitolio.
La información facilitada por el ex director de la CIA “ha dejado claro”, según la versión de Peter King, el presidente del comité de la Cámara y máximo representante republicano, “que el ataque de Bengasi no provino de una manifestación espontánea sino que había una implicación terrorista”.
La Administración tardó varios días en dar por válida la tesis del ataque terrorista. Cinco días después del ataque, la embajadora en Naciones Unidas, Susan Rice, insistió en una entrevista en televisión en que lo ocurrido había sido consecuencia de una espontánea manifestación de ira por el vídeo contra Mahoma.
Para el Partido Republicano, como ha dicho el senador John McCain, ahora es evidente que esa posición de Rice y del Gobierno de Obama “solo puede ser fruto de un encubrimiento o de su incompetencia”. En ambos casos, un asunto político serio cuando está de por medio la muerte de un embajador de EE UU. Después de escuchar a Petraeus, McCain añadió ayer que sus palabras habían contribuido a “formarse un juicio sobre lo que claramente es un fallo de inteligencia”.
El senador Marco Rubio, también republicano, advirtió que, a partir de ahora, “debemos de concentrarnos en el hecho de que, a pesar de la significativa cantidad de información que se le había dado al Departamento de Estado sobre los riesgos crecientes en el área de Bengasi, no se tomaron las medidas de seguridad suficientes para proteger las instalaciones (del consulado) y el personal que estaba dentro”.
La declaración de Rubio hace pensar que Petraeus pudiera haber descargado responsabilidades en el Departamento de Estado. Se deduce que ha ofrecido los datos que, eventualmente, se le facilitaron a ese organismo, el responsable de las representaciones diplomáticas, y que éste habría desoído las advertencias recibidas. Esto hace más interesante aún la comparecencia, prevista para los próximos días, de la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
La versión de la Administración es la de que el Departamento de Estado actuó en Bengasi siempre en estrecho contacto con la CIA, que era la agencia que, en realidad, utilizaba el consulado de Bengasi como una base de operaciones en la zona. Cuando Rice dijo públicamente lo de la manifestación espontánea, lo hizo, según el propio Obama aseguró el miércoles en la rueda de prensa, siguiendo la pauta establecida por los servicios de inteligencia.
De acuerdo a los congresistas demócratas que ayer escucharon a Petraeus, éste, esencialmente, confirmó el punto de vista de la Administración. Dutch Ruppersberger, de la Cámara de Representantes, explicó que Petraeus había relatado las escenas de enorme confusión que se produjeron en Bengasi el 11 de septiembre, con dos ataques diferentes y simultáneos, uno espontáneo contra el consulado propiamente dicho, y otro, aparentemente organizado, contra el edificio anexo, en el que operaba la CIA. La senador Dianne Feinstein aprecia en la ofensiva republicana un intento de destruir a Rice, al parecer la favorita de Obama para sustituir a Clinton.
No está claro cuánto tiempo tardó la CIA en ofrecer a la Administración una versión de lo ocurrido o si ésta fue cambiando a lo largo de los días. En realidad, hay muchas cosas que aún no están claras. Entre las más importantes: ¿a quién está tratando de salvar Petraeus, qué tiene todo esto que ver con su dimisión y qué interés podría tener el Gobierno en encubrir el hecho de que había sido un ataque terrorista? En plena campaña electoral y, considerando que la muerte de Osama Bin Laden era uno de los principales argumentos del presidente, se podría haber querido ocultar que Al Qaeda volvía a matar norteamericanos. Pero quizá eso no es suficiente razón para orquestar un encubrimiento de información que tan graves consecuencias puede tener.
Si este asunto crece, en algún momento tendrá que ser tratado en sesiones públicas. El secreto actual favorece las especulaciones. Sólo hay rumores, por ejemplo, sobre el contenido de un vídeo de Bengasi que el actual director en funciones de la CIA, Michael Morell, enseñó el jueves a los mismos comités de Inteligencia.
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