“Libia debe dar una salida a las milicias para integrarlas”
El líder del extinto Consejo Nacional Libio asegura que hace falta abrir un diálogo nacional entre todas las tendencias
Tan pronto como cayó Sirte, la ciudad natal de Gadafi, Mahmud Yibril cumplió su promesa de abandonar el cargo de primer ministro del Consejo Nacional Libio y se decidió a construir una coalición capaz de competir en las elecciones legislativas. Cumplió su objetivo con creces, pues su Alianza de Fuerzas Nacionales fue el partido más votado en los comicios del pasado verano, consiguiendo la primera victoria laica sobre el islamismo de la primavera árabe.
Sin embargo, el peso de los diputados independientes en el nuevo Parlamento y el complejo juego de alianzas de la nueva Libia le privó por dos votos de ser nombrado primer ministro, cargo que recayó en Mustafá Abu Shagur, otro político formado en EE UU. Ahora bien, Yibril seguirá desempeñando un papel central en la política libia. De ahí que su apuesta por tratar de desarmar a las milicias a base de la negociación y no la fuerza, y por integrar el islamismo radical en el sistema deba ser tenida muy en cuenta.
Pregunta. ¿Cuál es el mayor problema que afronta hoy la transición en Libia?
Respuesta. La falta de un consenso nacional entre las élites y las principales fuerzas políticas del país. Las prioridades de la gente son claras, no hay grandes divergencias, pero los intereses partidistas se inmiscuyen, y nos dificultan avanzar. El interés nacional debería estar por encima de todo ahora, cuando aún no tenemos una Constitución ni unas reglas del juego pactadas. Ya habrá tiempo luego para la competición. La población va un paso por delante de los políticos.
P. ¿Cómo valora el proceso de desarme de las milicias?
R. Estoy en contra de definir a estos grupos como milicias. Prefiero llamarlos brigadas revolucionarias. Ellos han jugado un papel crucial para derrocar al régimen de Muamar el Gadafi. Debería haber una amplia gama de oportunidades para ellos, y no forzarles a escoger solo entre integrarse en el Ejército o en la policía. Por ejemplo, algunos de ellos tienen estudios, y se les debería ayudar a proseguir sus estudios, incluso en el extranjero. En lugar de tratarlos como un peligro o problema, se debería dignificar su misión, y aprovechar el potencial que representan. No se les han ofrecido las salidas que merecen.
P. Sin embargo, en Bengasi la gente no parece tener tanta paciencia con las milicias...
R. Lo que pasó en Bengasi es que la gente tuvo que tomar la iniciativa, después de estar sentados durante meses esperando a que el Gobierno hiciera algo para solucionar los graves problemas de seguridad que experimenta el país. Esto demuestra que la gente continúa activa y comprometida, lo que me hace ser optimista sobre el futuro de la revolución en Libia.
P. Parece que grupos salafistas estuvieron detrás de la protesta violenta en el consulado de Estados Unidos en Bengasi. ¿Cree que el salafismo representa una amenaza para las incipientes democracias árabes?
R. En Libia lo que hace falta es abrir un gran diálogo nacional en el que todas las tendencias estén incluidas. A menudo se utiliza la palabra extremista para definir a algunos ciudadanos, y no estoy de acuerdo. El régimen anterior excluyó a amplios sectores de la sociedad, y cuando eso sucede, la gente se vuelve extremista. Hay que escuchar a todo el mundo, aunque tenga una perspectiva diferente para poder llegar a un entendimiento común que rompa con la desconfianza. Y ello implica incluir a los Hermanos Musulmanes, a Ansar al Sharia, e incluso a Al Qaeda.
P. ¿Cree realmente posible dialogar con miembros de Al Qaeda para incluirlos en el sistema democrático?
R. Para empezar, no sé si hay elementos de Al Qaeda en Libia. Es una mera especulación. Pero si los hubiera, sí, también deberían formar parte del diálogo nacional. En Libia no tenemos un Estado, ni un sentimiento de pertenencia al país arraigado. Tenemos la oportunidad de reconstruirlo de la forma adecuada, con la inclusión de todos los libios. Nuestro proceso es diferente del que se produce en Egipto o Túnez. Allí ya había un Estado, con un poder judicial, un Ejército... unas instituciones fuertes. Si somos capaces de incluir a todo el mundo, ese extremismo desaparecerá.
P. Ante la falta de una identidad nacional fuerte, ¿qué sistema debería incluir la Constitución?
R. Eso le toca decidirlo a la ciudadanía. Antes de empezar a hablar sobre la Constitución, el Parlamento debería lanzar una campaña para explicar a la sociedad cuáles son las diversas opciones para nuestro futuro político. La gente no sabe qué significa un sistema federal, parlamentario o presidencialista. Una vez realizado el debate, el pueblo debería elegir los 60 miembros de la Asamblea Constituyente.
P. Usted es un experto economista. ¿Qué receta ofrece para impulsar la economía del país?
R. La seguridad y la economía están íntimamente conectadas. Si podemos reactivar la economía, los jóvenes encontrarán trabajo, y entregarán las armas. Pero a la vez, sin seguridad, la economía no puede despegar. Ambas deben avanzar en paralelo. Hay que convencer a las empresas que estaban ejecutando proyectos en Libia antes de la revolución de que vuelvan ahora. El valor de estos proyectos inacabados asciende a 82.000 millones de dólares, y podrían crear miles de empleos. En estos últimos meses, nuestro único ingreso ha sido derivado del petróleo, y esto es negativo.
P. ¿Existe un sentimiento antioccidental en Libia?
R. No, es una percepción equivocada a raíz de la crisis del vídeo sobre Mahoma. Para empezar, hay que entender la reacción de la gente en su contexto adecuado. Se provocó a la gente de forma directa, y es normal que la reacción fuera airada. Los libios no odian a Occidente, sino que quieren su cooperación.
P. ¿Como se pueden evitar este tipo de crisis?
R. Para empezar, el productor del vídeo debería estar encausado. Sé que se debe proteger el derecho a la libertad de expresión, pero debe haber límites. No se puede permitir que alguien promueva el odio entre pueblos. Acciones de este tipo infringen el interés nacional de los países occidentales. ¿Qué pasaría en el futuro si los países productores deciden un bloqueo del petróleo? Todas las familias sufrirían las consecuencias. Aparte de eso, hay que reconocer que los Gobiernos árabes no han hecho esfuerzos suficientes para explicar bien en Occidente qué es el Islam, y quién fue el profeta Mahoma.
P. ¿Cuál es su plan para abordar el proceso de reconciliación tras la guerra civil?
R. Nuestro programa electoral incluía establecer una Alto Comisionado para la Reconciliación en el que estaría representado el Gobierno, las autoridades religiosas, los líderes tribales y las brigadas revolucionarias. En esta institución se deberían definir las herramientas para curar las heridas.
P. Su partido ha sido el único capaz de derrotar al islamismo. ¿Cuál es su fórmula?
R. No creo que se deba plantear la situación en estos términos. Los islamistas tienen toda la legitimidad para participar en el juego político, igual que otros grupos. Mi único consejo es que se debe incluir en la juventud en el proceso de transición. No es positivo que en los países de la primavera árabe se haya dejado de lado a los jóvenes que impulsaron la revolución.
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