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El escándalo de las “boletas ausentes”

La polémica por la manipulación del voto por correo en Miami pone en duda la legitimidad de unas elecciones locales en las que la abstención fue del 80%

Ciudadanos del condado de Miami-Dade ( Florida) hacen cola para votar de manera anticipada en las elecciones presidenciales de 2008.
Ciudadanos del condado de Miami-Dade ( Florida) hacen cola para votar de manera anticipada en las elecciones presidenciales de 2008.ASSOCIATED PRESS

La democracia siempre tiene sus matices. Es el mejor sistema político inventado, pero hay lugares donde los resquicios para convertirlo en impresentable aumentan hasta límites delictivos. Miami es uno de ellos. Cuando se repite que la ciudad del sol es un mundo aparte en Estados Unidos no hay que olvidar que sinvergüenzas los hay por todo el país, pero la sensación incluso para muchos habitantes locales es que el porcentaje de descarados por metro cuadrado (o pie, en escala inglesa) es mucho más espectacular en el sur floridano. Por eso, a la abulia endémica en la participación electoral se ha unido un caldo de cultivo perfecto para el desencanto y el pasotismo. Es la democracia por correo manipulado y mucho más.

Entre otros casos de financiación ilegal de algunos candidatos, lo que abona siempre el poso de corrupción existente, hay ya acusaciones de manipulación que afectan a todos los partidos. Un nuevo guiño al amaño y que sería mucho más grave, un delito federal. El congresista federal republicano David Rivera, que aún tiene investigaciones pendientes, y parece estar en todas las salsas procelosas, ha sido acusado por The Miami Herald de estar detrás de un candidato fantasma en las primarias demócratas para perjudicar a su gran rival en las generales, Joe García. Rivera ha vuelto a negarlo todo, pero su reputación está siempre más allá de la sospecha y el FBI ha abierto una investigación.

En Miami hay timos de muchos tipos y los fraudes al Medicare, el sistema público de salud, se llevan la palma por el inmenso tamaño económico de las estafas. Pero hay un daño quizá más grave por lo que supone de adulteración del propio modelo político. Cuando en este destino turístico se opina que los representantes públicos están a la cola del pelotón de los sospechosos de oficio, no dejan de suceder hechos para corroborarlo. El escándalo no es nuevo, pero la exquisitez en sus formas parece haber mejorado. En las elecciones locales de 1997 ya hubo 45 detenciones y el alcalde ganador entonces tuvo que ceder su cargo ante la comprobación del fraude. Entonces no solo se manipuló, incluso pagándoles, a los electores vivos, ancianos o enfermos, sino que votaron hasta muertos.

Acaban de celebrarse unas nuevas elecciones locales para múltiples puestos políticos y judiciales y el escándalo se ha vuelto a servir en bandeja, trufado con una participación de sólo el 20%. Casi un millón de los votantes inscritos, el 80%, dieron la espalda a los comicios en un gesto de absentismo repetido, que dejó una vez más en entredicho todo el sistema de representación. Pero esta vez tampoco fue la mayor noticia esa imagen un tanto bananera y errónea de que todo el mundo está en la playa pasando de la política mientras no llegue un huracán como Isaac.

Lo peor fue la bomba que ya estalló días antes al ser detenidas dos personas por el tráfico de votos por correo, lo que en Miami se denomina “boletas ausentes”. Un detective privado, de pasado turbio, para que todo quede en línea, destapó la vieja olla del gran negocio, pues el 37% del voto en estas elecciones fue por correo. Una cifra muy elevada, pero que incluso tratándose de un sitio tan particular, y en pleno mes de agosto, no tendría por qué sorprender si no fuera porque tiene trampa. Muy fina, sin duda, por las pocas detenciones y papeletas falsas detectadas. De momento.

Las boleteras, como se llama a las que consiguen votos, aunque haya también hombres, van a casas de votantes enfermos o con escasa formación y les convencen para rellenar las casillas que les interesan o simplemente lo hacen por ellos. Luego las mandan por correo. Las quejas de los viejitos se han sucedido, pero es difícil detectar el fraude al haber firmado las papeletas en la mayoría de los casos sin que se pueda comprobar el “engaño verbal”.

El elevado absentismo electoral floridano ya viene de antiguo, en parte también porque en los comicios locales los votantes solo pueden hacerlo por el partido en el que estén registrados y si son independientes ni eso, solo en comicios no partidistas, como los de jueces o alcaldes. Por eso se ha tratado de facilitar el voto con algunas fechas anticipadas, en las que sí hay que ir a los lugares de votación, o con el realmente polémico y cada vez más discutido voto por correo. La cuestión es que la opción postal, que debería ser para casos de verdadera ausencia, se ha convertido en un cómodo regalo a la carta del que se aprovechan los candidatos renombrados. La propaganda se lo pone muy sencillo y desde 2004 mucho más. Claramente los legisladores quisieron dar más facilidades para sus futuras y respectivas reelecciones. La conclusión es que si el candidato es popular y potente económicamente ya tiene ganado el puesto casi de antemano. Lo que ocurre, sin embargo, es que con tanta facilidad a más de uno se le ha ido de la mano. O a sus directores de campaña, los cabilderos de lujo.

Después, como en las mejores películas, ningún político sabe nada de los traficantes de votos cuando se les pregunta. Aunque aparezcan detrás de ellos en una foto de un acto de campaña, como le ha sucedido al reelegido alcalde Carlos Giménez, que aseguró casi la mitad de sus votos por correo. Ganó por un amplio margen y quizá habría vencido de todas formas, pero en otros casos no fue así. El más descarado fue el triunfo de Carlos López-Cantera, que dejó su legislatura estatal para aspirar a tasador de la propiedad del Condado Miami-Dade, puesto mucho más lucrativo, y ganó directamente por correo, con los votos ausentes. De nada le sirvió al tasador saliente, Pedro García, sacar más de los presentes.

En todos los sitios y gremios de Miami cuecen habas. No solo en los políticos. También hubo elecciones para jueces, algo que en principio parecería perfectamente democrático y alejado del Poder Judicial español. Pero detrás de ellas no es que estén los votos por correo, sino los abogados que patrocinan las campañas. Y cuando se habla en Estados Unidos del poder que tienen los bufetes, además de sus jugosos honorarios, da un cierto repelús imaginar el momento supuestamente justo en que los letrados se presentan con sus clientes ante los jueces elegidos gracias a sus desvelos. En realidad, es solo otra vuelta de tuerca de la siempre perfectible democracia.

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