La condena al grupo punk desata una oleada mundial de protestas
Artistas e intelectuales se solidarizan con las integrantes de la banda
Las Pussy Riot —que el 21 de febrero pasado montaron un espectáculo anticlerical en la catedral moscovita de Cristo Redentor al interpretar el rezo punk Madre de Dios, líbranos de Putin— han contado con el apoyo de personajes famosos del mundo del espectáculo y de la cultura y de activistas en diferentes partes del mundo.
El exbeatle Paul McCartney ha sido el último en sumarse a la lista de figuras solidarias, que incluye a Madonna —quien en su reciente concierto en Moscú cantó Like a virgin con una máscara como las que usaron las tres jóvenes en su show en la catedral, y en su espalda se podía leer Pussy Riot, escrito en negro—, Sting, Patty Smith, Red Hot Chili Peppers, Faith no More, Yoko Ono, la viuda de John Lennon y otros.
McCartney publicó en su página web una carta dirigida a las integrantes del grupo, en la que escribe: “Queridas Nadia, Katia y Masha, escribo para apoyaros en este momento difícil. Quiero que sepáis que espero que las autoridades rusas observen el principio de libertad de expresión para todos los ciudadanos de vuestro país y no os castiguen por vuestra protesta”. El famoso músico británico afirmó defender la libertad de expresión. Tras pedir a las Pussy Riot que “sean fuertes”, McCartney asegura: “Yo y muchos otros como yo creemos en la libertad de expresión y haremos todo lo que podamos para apoyaros a vosotras y a vuestras manifestaciones artísticas”.
Varias organizaciones rusas de defensa de los derechos humanos, así como Amnistía Internacional, consideran a las Pussy Riot presas de conciencia. Las tres chicas permanecían en prisión preventiva desde marzo. A pesar de las muestras de solidaridad en el extranjero y en Rusia, en el país son muchos también los que consideran que las Pussy Riot han cometido una ofensa grave contra la religión y que debían ser castigadas. Los que así piensan son, ante todo, los miembros de organizaciones ortodoxas y nacionalistas.
Entre los ciudadanos rusos que apoyan a las Pussy Riot, se encuentra el escritor Grigori Chjartishvili, que firma sus novelas con el seudónimo de Borís Akunin y había exhortado a acudir al juzgado Jamóvniki en solidaridad con las Pussy Riot.
En varias ciudades europeas, entre ellas Barcelona —donde se bailaron y cantaron temas de la formación punk rusa ante el templo de la Sagrada Damilia— grupos de personas se manifestaron contra la condena.
El proceso contra las Pussy Riot comenzó a finales de julio con la ausencia de dos acusados: el grupo que hizo la performance en la famosa catedral ortodoxa de Moscú estaba integrado por cinco personas, pero la policía logró identificar y detener solo a tres: María Aliójina, de 24 años; Yekaterina Samutsévich, de 30, y Nadia Tolokónnikova, de 22. Por mucho que los investigadores trataran de obtener el nombre de las dos restantes, las acusadas aseguraron conocerlas solo por sus apodos.
Aunque el carácter político de la actuación era evidente, el fiscal se negó a reconocerlo argumentando que la parodia de los ritos sagrados, unida al lugar donde se realizó la actuación, demostraba que el verdadero objetivo de las Pussy Riot era instigar el odio contra el cristianismo ortodoxo, la principal religión en Rusia. De ahí que la fiscalía hubiera calificado el delito de las punk como gamberrismo motivado por odio religioso y llegara a pedir tres años de cárcel. La jueza decidió imponer uno menos.
No obstante, la mayoría de los rusos se pronuncia contra esta sentencia. Así, según el último sondeo del centro Levada, el 65% aboga por la inmediata puesta en libertad de las acusadas, mientras que el 26% pide que sean condenadas.
Contra el veredicto de culpabilidad se han manifestado incluso influyentes popes de la Iglesia Ortodoxa, como Andréi Kuráyev.
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