La vida anodina de uno de los fugitivos más buscados de Estados Unidos
Vincent Walters, en busca y captura desde 1988, fue detenido este viernes en el aeropuerto de Cancún donde trabajaba, desde hace 10 años, alquilando apartamentos a turistas
Lo último que pensaría cualquiera de los miles de turistas que cada día aterrizan en el aeropuerto de Cancún es que el empleado que les ofrece folletos de apartamentos para alquilar sea uno de los fugitivos más buscados por los Marshals (policía judicial) de Estados Unidos. Sin embargo, eso es precisamente a lo que se dedicaba en los últimos 10 años Vincent Legrend Walters -un peligroso narcotraficante, huido desde 1988 de la justicia- hasta que la policía de México, a instancias de los Marshals lo detuvo el pasado viernes en su puesto del aeropuerto Internacional de la citada ciudad.
“Pensábamos que había huido con bastante dinero y que seguiría involucrado en el mundo del narcotráfico. Resulta que tenía que trabajar para vivir”, comentó Steve Jurman, portavoz de la policía judicial, en declaraciones recogidas por The New York Times. Walters ostentaba el récord de ser el criminal que más tiempo llevaba (24 años) en la lista de los 15 fugitivos más buscados de EE UU. El detenido, que se encuentra en Ciudad de México a la espera de ser extraditado, está acusado de asesinar a una mujer -a la que secuestró para usarla como rehén en un intercambio de un cargamento de droga- y tiene cargos por posesión de armas y narcotráfico.
Walters -que en Cancún se hacía llamar Óscar Rivera- se dedicaba al tráfico de metanfetaminas en San Diego (California). En 1988 adquirió un cargamento de productos químicos para fabricar esa sustancia, valorado en 20.000 dólares, a unos traficantes que, en realidad, eran agentes encubiertos de la Agencia Antidroga de EE UU (DEA), de acuerdo con la información facilitada en su página web por la policía judicial. Uno de los socios de Walters, que sospechaba del origen de la mercancía, entregó la carga a un intermediario, que a su vez se la hizo llegar a uno de los capos de la droga de San Diego, Jay Bareno. Cuando Walters se enteró, secuestró al intermediario, a uno de sus amigos y a su novia y llamó a Bareno para intercambiarlos por la droga, quien aceptó el trato. Los dos hombres quedaron libres. La mujer, Kristine Reyes, había fallecido, al inhalar los gases tóxicos del pañuelo, empapado en productos químicos, con el que había sido amordazada.
Está acusado de asesinar a una mujer -a la que secuestró para usarla como rehén en un intercambio de un cargamento de droga- y tiene cargos por posesión de armas y narcotráfico
El rastro de Walters, que se encontraba bajo vigilancia de la DEA, se perdió desde ese momento, algo a lo que las autoridades no ha sabido dar explicación. La policía judicial, sin embrago, capturó a los pocos días a su hermano, Martin Walters, que también intervino en el intercambio de rehenes por droga, y que está cumpliendo 25 años de cárcel acusado de secuestro y asesinato. Su madre, Martha Walters, y su hermana, Carmen Elenes-Fonseca, estuvieron 37 meses en prisión tras ser condenadas en 1990 por contratar a un hombre para que asesinara a dos de los testigos del caso contra Walters, de acuerdo con la información publicada por The San Diego Evening Tribune.
Pese a llevar una década acudiendo a su puesto de trabajo en el aeropuerto -motivo por el que no pasaba por los mismos controles de seguridad que otros ciudadanos- y ganándose la vida, al menos aparentemente, como cualquier otro ciudadano, parece que Walters añoraba sus años del hampa o que, al menos, le gustaba presumir de sus delitos pasados ya que, según Jurman “alardeaba de que se había fugado y de que estaba perseguido por los Marshals”. Unos crímenes, en todo caso, desfasados y muy alejados de la violencia con la que hoy se manejan los cárteles de la droga. Nada que ver con el alquiler de apartamentos.
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