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Ghana: Estado de buena esperanza

En 2011 dio la campanada al ser el segundo país del mundo que más creció tras Catar. Esto, su estabilidad política, los índices sociosanitarios –que han mejorado– y el petróleo fresco lo convierten en centro de todas las miradas. Es objetivo comercial para unos y un sueño para otros: que sepa convertirse en modelo a seguir en África occidental.

Lola Huete Machado
Hoteles de lujo conviven con 'slums'; casas 'british' con mercados ruinosos; escenas de quietud con un tráfico infernal.
Hoteles de lujo conviven con 'slums'; casas 'british' con mercados ruinosos; escenas de quietud con un tráfico infernal.Alfredo Cáliz

Subes a la primera planta del Ministerio de Información y te cruzas con Miss Evelyn Anthony, directora del servicio de prensa, de aspecto poderoso, voz grave y teléfono ardiente en el que suenan cantos de iglesia. Ella, al verte y/o sentirte periodista, ordena: “Esperen en mi oficina”. Allá vamos. Y allí vemos que en ella guarda Miss Anthony las esencias de la madre patria: una mesa repleta de papeles con membretes oficiales que remiten a mil tareas pendientes y crecientes desde que Ghana está en boca de todos por su subidón económico; sillones avejentados para aliviar el sofoco del clima; montañas de recortes de periódicos y paneles donde cuelgan convocatorias y fotos de los ministros del Gobierno actual y otros líderes internacionales que pasaron por aquí y a los que, se ve, ella aprecia: el primer ministro de India; la canciller alemana Angela Merkel; la reina Isabel de Inglaterra; el premier chino Wen Jiabao, que representa obras públicas y crédito… Se echa de menos al presidente Obama en esta galería de retratos siglo XXI, justo ahora que ha invitado al actual mandatario de Ghana, Atta Mills, a la reciente cumbre del G-8 (junto a Benín, Etiopía y Tanzania).

Los beneficios de los recursos deben llegar al pueblo. No hay desarrollo si no es humano

Un mundo esta sala. Tanto como el país mismo. “Una economía del tamaño de Murcia, con 39.000 millones de dólares de PIB”, nos dirá luego Jorge Alvar, de la Oficina Económica y Comercial de España en Ghana, que abrió aquí en 2008. Un país del golfo de Guinea productor mundial de oro y cacao con 24 millones de habitantes, de mayoría akan, repartidos entre cristianos y musulmanes en la mitad de superficie que España; partidos políticos legalizados desde 1992; con el segundo mayor crecimiento económico del mundo en 2011 tras Catar (un 13%), y petróleo brotando de sus aguas en este mismo instante a un ritmo de 90.000 barriles diarios que, vaticinan, serán pronto 220.000. Oil, oil, oil, podría ser el último hit de esa música pegadiza nacida aquí en los años veinte y bautizada como highlife. Del crudo hablan todos. Se le espera. Alzas la mirada en Accra y los anuncios por las calles remiten a un mundo rico, occidental, pleno de productos de consumo y de deseo, bancos, mansiones, coches, tecnología… La bajas y contemplas las cloacas: una realidad para los dos millones de habitantes largos que viven en chabolas. En marzo, varias ciudades africanas salieron a la calle para exigir dignidad, tal como se llama la campaña de Amnistía Internacional, es decir, lo básico: agua, luz, alcantarillado. Entre ellas, Accra.

Ghana es diferente. Es la estrella emergente. Lo afirman el FMI, Transparency International, el Banco Mundial, y lo recoge la citada Oficina Económica y Comercial de España en su imprescindible informe sobre el país. Pero un 30% de su población vive bajo el umbral de la pobreza, otros tantos tiran como pueden y el resto se diluye entre potentados y aspirantes, los residentes en Trassaco Valley, East Legon o en Cantonments; habituales del Accra Mall y similares, donde se han abierto tiendas de marca y telas occidentales (Vlisco o Woodin); de los hoteles internacionales de lujo, los resorts y los puertos deportivos en lugares paradisíacos (Ada, Krokobite Beach…) o los clubes de Polo (en Pram Pram); que se desplazan en vehículos de altura, viven en casas que no bajan de dos mil euros al mes de alquiler y viajan mucho.

Símbolo de este tiempo es la mole del nuevo hotel Mövenpick, con un interior de revista, o las vallas metálicas de las residencias cerradas al estilo británico en Cantonments, que, según cuenta bromeando la corresponsal de The Guardian Afua Hirsch (ghanesa crecida en Londres y recién retornada junto a su marido, abogado, tal como hacen muchos ahora), en realidad se han puesto de moda porque sirven para “mantener alejada a la familia”. “Aquí la tradición es que un pariente se te presenta en casa con dos maletas y se instala sin más”. Hasta las estructuras familiares están cambiando en este lugar en el que cada ciudadano se llama según el día de la semana en que nace y solo por eso ya se consideran hermanos.

Mucha gente regresa ahora de América y Europa y quiere tener aquí lo que allí

El barrio de Osu, en Accra, define bien el nuevo tiempo. Bohemios, profesionales independientes, oficinas… Allí tienen sus estudios el fotógrafo Nana Kofi Acquah o la diseñadora Nelly Hagan-Aboagye, de 26 años, que se abre un hueco en el mundo de la moda con su marca Duaba Serwa y se mueve entre Londres y Accra. “Prefiero estar aquí, es stressless”, asegura. “Allí todo es dinero y oportunidades, sí, pero aquí, con los productos necesarios, podrás hacerlo, se consigue, se trata de planear. Sacar adelante 25 piezas en cada colección no es un chiste. Lo he hecho. Si tienes prisa por ganar dinero, entonces fracasarás”. Así que va despacio. Acaba de participar en la Arise Fashion Week celebrada en Lagos (Nigeria) junto a otros 70 diseñadores, donde el minimalismo de su ropa gustó mucho, y prepara ya otra colección para la Semana de la Moda de Ghana, en octubre. “Hay creatividad en Osu, pero también mucho humo, pocos sobresalen”, asegura esta amante de Balenciaga y Armani.

El barrio bulle de actividad. Desde el interior del Frankies, con gran ventanal a la Oxford Street, se ve desfilar a la humanidad capitalina entera. “Los ghaneses siempre regresamos. Y ahora lo hacemos por una combinación de factores: porque es mejor estar aquí dignamente que ser el último de la cola en Europa, porque la economía va bien y porque muchos expatriados de ONG se han movido a Ghana dado lo que sucede en Costa de Marfil o Malí”, sigue Afua. El pobre pobre no llega hasta Osu, se queda más en los slums o en el puerto viejo de Accra, en James Town. Aunque sobre este último lugar Nana Kofi previene y precisa: “La pobreza también puede ser una opción, hay gente que vive de parecer pobre”, asegura. “Si me hablas del norte del país, sí, ahí la cosa está desesperada y fea, pero aquí hay que andar con ojo. No todo es lo que parece”. Él lo sabe, creció allí.

Sobre la mesa tiene Miss Anthony un libro voluminoso sobre el padre de la independencia Kwame Nkrumah con título sugerente: El hombre que devolvió el primer pedazo del Imperio británico a África. Poderosa la imagen del héroe nacional, el primer presidente de Ghana libre y autor de un tratado que es lema del panafricanismo, África debe unirse. Él afirmó al crearse la Unión Africana en 1963: “Si conseguimos erigir en África el ejemplo de un continente unido con una política y un objetivo comunes, será la mejor contribución posible a esa paz que anhelamos”. Fue hace medio siglo. Y no se ha logrado. Aunque ni de lejos habría soñado Nkrumah (murió en 1972) con un Obama. “Cómprenlo, vale cien dólares”, dice Miss Anthony secándose el rostro con esa toalla que todos tienen siempre a mano para cuando las gotas de sudor se hacen cascada. Nos excusamos. Ante ella y ante el espíritu de Nkrumah. No hay dinero. Europa está en crisis. Ella resopla y pasa a contestar a nuestras preguntas: ¿cuántos periódicos hay en Ghana? “Plenty ” (muchos, 95 en inglés, aclara). ¿Radios? “Plenty”. ¿Lenguas? Casi doscientas. ¿Es posible entrevistar al presidente? “Se va de viaje”. ¿A las ministras de Industria o de Ciencia, a la hija de Nkrumah? “Denme las preguntas y esperen cita…”. ¿Control institucional? No. Este país presume de libertad. Y la tiene. El locutor Kwami Sefa Kayi, de Radio Peace, elegido una de las 100 personas más influyentes de Ghana en 2011 (una suerte de Francino allí), lo confirma: “Tenemos libertad de prensa, de expresión, de acción y asociación; tenemos libertad, queremos usarla y la usamos”.

Imagina si los Estados africanos con petróleo estuviéramos unidos...

Nuestro objetivo es asistir primero a un acontecimiento: la introducción en el calendario de dos vacunas, la de la neumonía y el retrovirus, que presenta la Alianza GAVI, y recorrer luego el país, le decimos a Miss Anthony para mitigar su curiosidad: mirar, hablar, comprobar que Ghana va bien como dicen, y buscar su clase media. Y ella nos mira, calla y sella las acreditaciones de prensa, obligatorio para poder fotografiar allende los contornos del Estado (cien cedis por persona, 50 euros). Cien dólares aquí, 50 euros allá. No es barato Ghana. No para el visitante, el expatriado, y menos para ellos. Y se quejan taxistas, médicos, maestros… Han subido la electricidad, los combustibles, los alimentos, las casas… Los precios aumentan al ritmo en que se extraen barriles de petróleo, se diría, en el yacimiento de Jubilee Field, cuyo grifo abrió el presidente Mills en diciembre de 2010 (tienen además gas que hoy día no tienen capacidad para procesar). Pero sus beneficios, de momento, no se ven. Por eso y otras cosas, la próxima campaña electoral del 7 de diciembre promete emoción. E intranquiliza. “Ojalá que sea en paz”, comentan Prince Aybewoley y sus compañeros de cuarto, cuatro estudiantes entre los 30.000 de la Legon University, pública, impecable. Nos hablan del deseo de partir o quedarse, de la crisis en Europa, del nivel educativo, de becas y familias, de que en Ghana no hay discriminación por origen y las mujeres se acercan poco a poco al 50% de los alumnos… Están informados. Quieren hacer algo por su país. “No tenemos otro”.

Será muy reñida la pelea entre los dos grandes partidos, el socialdemócrata NDC, en el Gobierno, y el conservador NPP, en la oposición, y un bisagra, el CPP, más a la izquierda, heredero de Nkrumah y liderado por su hija Samia. Estas elecciones tienen además nuevos protagonistas: la comunidad Blogging Ghana lanzó la iniciativa en Twitter @GhanaDecides para enseñar el uso y valor de las redes sociales. Una de sus actividades, al calor del Registro Biométrico para garantizar elecciones limpias que está efectuando la Comisión Electoral y que ha inundado de pósteres todo el país, es la campaña #iRegistered. En los quioscos, The Africa Report muestra al candidato opositor, Nana Akufo-Addo, abogando por el respeto a la democracia y elecciones sin incidentes. Todos juegan a convencer con el mismo número: riqueza compartida, progreso, educación, lucha contra el desempleo…

El calor es espantoso en Accra estos días: 32 grados y una humedad que supera el 80% y ningún ventilador puede amortiguar. Y lo será en Koforidua, en Dodowa, en Ada, en Cape Coast y Elmina… Allí donde no hay aire refrigerado, la vida es miserable. Gran pega para el turismo, para el que se ha creado un nuevo organismo de promoción. E inversores extranjeros ya están empezando a explorar el terreno. En el Accra Mall, una alemana invita a “conocer el paraíso”, Ankobra Beach. Y lo muestra en un ordenador: playas de ensueño, cabañas, palmeras, precios asequibles. Lugares similares a los hermosos resorts de playa de Midas, Kermat o el comunitario de Maranatha que ya existen en la desembocadura del Volta, en Ada, por ejemplo, y que son propiedad (y cedidos en leasing a otros) de la familia de Namley Narnor, nutricionista en Estados Unidos, que ha vuelto. ¿Por qué?, le preguntamos. “Por la tierra, la familia. Para hacer algo”, dice. Asombrada con los cambios, piensa recorrer el país de inmediato para poder juzgar.

En Ada viven el periodista Ángel Gonzalo y la fisioterapeuta Elena Llanos, dos españoles voluntarios que decidieron instalarse aquí un año para ayudar en el hospital local y en lo que fuera necesario. Y lo necesario es tanto que hasta andan construyendo una escuela. Su vida es durísima para el estándar occidental (él lo cuenta la mar de bien en su blog Ghaneantes, aviso para). Allí se ve un entorno de casas pobrísimas de adobe, chabolas low cost y tenderetes levantados con cuatro tablas que son la imagen lamentable de un modo de vida enquistado. Y en Ada, cercana a la central de Akosombo, la luz se va con frecuencia, dejándoles sumidos en la oscuridad y en manos del calor. Un 25% del territorio del país está sin electrificar. Frank Kwabi, de 24 años, que trabaja en Radio Mountains, en Koforidua, lo contó: “Los jóvenes tienen móviles y deben ir a cargarlos a otro pueblo a kilómetros”. Por eso muchos carteles salpican las carreteras en plan poesía política: “No light, no vote”, “More schools”, “Stop domestic violence” o “It’s cool! Stay away from early sex!”.

El miedo es que Ghana sea considerada rica cuando un tercio de su gente es pobre

No hace falta traducirlo.

Dicen que Ghana es candidata a alcanzar en 2015 uno de los objetivos del milenio, la reducción a la mitad del nivel de la pobreza. En Unicef (este fue el primer país del mundo en ratificar la Convención sobre los Derechos del Niño en 1990) recogen los avances en salud infantil: las muertes de menores de cinco años se han reducido a la mitad entre 1993 y 2010; también el número de mujeres que mueren en el parto, la mortalidad infantil y la pobreza; un 92% de los niños completan hoy la enseñanza primaria, y la tasa de prevalencia de sida es del 1,5%. Pero la protección de la infancia aún deja que desear (50.000 niños viven o trabajan en las calles de Accra; muchos explotados laboral o sexualmente), la anemia sigue casi inalterable entre los más pequeños, y la esperanza de vida no alcanza los 60 años. El norte del país, una franja del Sahel, es fuente de mucha preocupación, nos dice Kaniz Kahn, del Programa Mundial de Alimentos, sobre todo con la reducción de fondos. “Ya no hay casi ni dosis para repartir”. Y comenta un miedo que está latente: “Que Ghana sea considerada demasiado pronto rica, cuando un tercio de su población es aún pobre”.

La tasa de vacunación de menores de dos años es del 94%. Un éxito. Y durante los últimos días de abril, Ghana fue noticia porque la Alianza GAVI introducía la inmunización contra la neumonía y el rotavirus (contra la diarrea). La primera es la mayor causa de muerte de menores de cinco años en el mundo. Este es el país número 19 en pedirla, y aun siendo una vacuna muy costosa, GAVI la consigue por unos tres dólares cuando su precio es de casi cien. El acto fue una fiesta. Acudió hasta la primera dama del país, quien señaló el horror de que cada 23 segundos muera un niño por tal causa, mientras el ministro de Salud recordó lo que supuso la erradicación de otros males como la polio. Líderes locales, miembros del Ejército, invitados y periodistas internacionales se reunieron con ganas y humor en una ceremonia a pleno sol en la que corrieron los buenos deseos y vaticinios y hasta chistes sobre sus vecinos nigerianos (algo muy común).

Esos días, en la comunidad de Ayikuma, en Dodowa, zona de mangos y sandías, entre fuertes lluvias, los profesionales del centro médico presentaron las cifras de la zona, donde la neumonía arrasa, la malaria es la gran amenaza para todos y la diarrea puede ser complicación mortal. Sus métodos de gestión y control son similares a los de cualquier país organizado, lo que llena de orgullo a las ONG locales. Y las madres con sus niños se agolparon en la sala con sus tarjetas sanitarias en mano. La pediatra Mame Ya Nyarioc explicó luego en el hospital infantil Princess Marie Luise lo que supone para las familias ser hospitalizados. “Un 40% no acude a la sanidad porque no tiene medios para llegar siquiera”. Y no pueden pagar. Diez dólares al día cuesta, más medicinas. El sueldo mínimo ronda los cien euros al mes.

Y sí se ven escuelas, buenas carreteras (en las ciudades importantes: Accra, Kumasi, Takoradi…), más red de alcantarillado y limpieza que en otros países continentales. Se ve intención. “Ghana ha iniciado un viaje ascendente al desarrollo, pero le falta para llegar a puerto”, opina la representante del Fondo de Población de la ONU (UNFPA) en el país, Dennia Gayle, costarricense, descendiente de esclavos, mientras visita Cape Coast, un lugar central en esa triste historia que fue el mercado triangular de seres humanos por mercancías… Casi 70 fortalezas había en esta hermosa Costa de Oro (kilómetros y kilómetros de palmeras sobre la costa, barcas coloristas de pescadores, un ambiente caribeño) dedicadas a negocio tan fructífero que hasta hizo languidecer el del oro. “Es imprescindible que los beneficios de los recursos lleguen al pueblo. No puede haber desarrollo económico ético si no es humano”, indica.

“Si Ghana es capaz de manejar adecuadamente los ingresos del petróleo y evitar el mal holandés [consecuencias dañinas del aumento de los ingresos en un país], sentará un importante ejemplo en una región muy necesitada de buenas prácticas”, opina Jorge Alvar, que cuenta cómo las exportaciones españolas a Ghana se doblaron en 2010 y hay ya 30 empresas españolas aquí, desde distribuidoras alimentarias hasta constructoras; desde Iberia, que inaugura vuelo directo en julio, y los zumos Don Simón hasta Abengoa, pasando por la embotelladora de Coca-Cola en África occidental, la catalana Cobega.

La expectación creada en el terreno de los negocios es inmensa. Ahora mismo, mientras se escriben estas líneas, se celebra un foro en Londres titulado Ghana Oil & Gas & Mining Forum, y en Accra acaban de inaugurar el primer Foro Económico de Ghana, donde la ministra de Industria insistió en las medidas para convertir el petróleo en riqueza social ya en marcha. Y los roces entre tradición y modernidad no se han hecho esperar, naturalmente. Ejemplo: lo que sucede con los chabolistas de las antiguas vías de tren. Empezaron a expulsarlos en 2011, como parte de la recuperación de las líneas ferroviarias incluidas en la agenda Better Ghana. Un proyecto necesario. Pero sin realojamientos, miles de personas no tienen donde ir, se convertirán en desplazados interiores. Algo similar a las 65.000 de la laguna de Songor que claman por su supervivencia.

En el último día y momento, Miss Anthony nos convoca de nuevo a su oficina. Pero salimos de ella en un pispás, con un ayudante que porta la carta (que habíamos escrito hacía una semana) para Samia Nkrumah. Así aterrizamos en la sede de su partido, el CPP, en Assylum Down, que tiene un gallo como símbolo y del que ella es líder y única parlamentaria. Cuando Samia, de 52 años, de aspecto juvenil, aparece, dormitamos fundidos con el sofá y el paisaje, y ella se ríe: “¿Por qué no habéis subido a una sala con aire?”. No tenemos respuesta. Pero su dinamismo nos salva. Conserva intacta la idea de Estado paterna. “Yo estoy aquí para defender el legado de mi padre… Tenemos que transformarnos, cambiar estructuras y el paradigma con el que se ha hecho política tras la independencia, tenemos que crear cuadros medios, dotar de formación profesional, ser más mujeres en política, iniciar cambios en la industria, en tecnología… Y todos los partidos debemos estar de acuerdo… Imagina si los Estados africanos que tenemos petróleo estuviéramos unidos para su control… entonces cambiarían las cosas”. Cambiarían. Y mientras habla recordamos la frase del fotógrafo Nana Kofi cuando le preguntamos si en Ghana existe clase media. “En África, clase media es cuando te levantas por la mañana y tienes donde comer, donde dormir y algo que hacer. Yo soy clase media”, dijo. El petróleo debería garantizar, al menos, eso: que cada ciudadano abra los ojos y tenga donde comer, dormir y trabajar. Entonces este país amable sería un modelo. Y no solo para África.

Artistas con clase

Nana Kofi Acquah/ Manuli Afatsiano, fotógrafo y documentalista. Reivindican el valor de su obra. “El dinero está hoy en África, India y Asia… mucha gente regresa de América y Europa por la crisis y quiere tener aquí lo que allí”, dice Nana Kofi en su estudio de Osu, zona creativa de Accra siguiendo la Oxford Street, donde abundan tiendas de ropa, oficinas, restaurantes que mutan en clubes a medianoche y negocios de estilo occidental, la mayoría propiedad de libaneses. “Para los grandes fotógrafos africanos, el suyo era un oficio, hasta que llegaron los europeos y lo hicieron arte”, dice. Hoy su pelea es que por la fotografía se pague adecuadamente.

Hija del héroe nacional

Samia Nkrumah, de 52 años, un hijo, heredera del primer presidente tras la independencia. Parlamentaria. Porta el testigo del legado de su padre, al que considera un visionario y líder adelantado a su tiempo. Madre de un hijo adolescente, Samia es la única parlamentaria de su partido (de 230, solo 19 son mujeres en el país: “Aquí, para una mujer, entrar en política es muy caro y muy duro”), el CPP, de izquierda, con afán de romper el bipartidismo imperante y ajustado. “Creo que los políticos estamos maduros para iniciar los cambios necesarios. Queremos buscar soluciones por nosotros mismos, no que nos digan lo que debemos hacer”.

El agua, la sal y la radio

Leticia Amakie, Aryertey Ablade y Daniel Ngornyndor, veinteañeros, redacción de Radio Ada. Ada, lugar donde el río Volta y el mar se unen en un sueño de agua, arena y palmeras, es conocida por su cercanía a la laguna de Songor, productora de sal desde tiempo inmemorial. Las 15 comunidades que habitan alrededor, legendarias propietarias de la tierra, la extraen con métodos tradicionales durísimos. Cuando el Gobierno decidió su explotación industrial, el conflicto estalló: los locales piden participación y derecho a la supervivencia. Radio Ada, emisora comunitaria abierta a todo y todos, que se financia con anuncios de los funerales (auténticas fiestas aquí), es uno de sus foros habituales.

Los jóvenes sueñan

Reuben Ocansey, de 23 años, taxista de Reuben & Co. Canta en la iglesia presbiteriana. Es hombre dispuesto a estar “en tu puerta cuando desees”. Así se presenta. Huérfano de padre, reside en Ada con hermanos y parientes. Su vida no es ni ha sido fácil. Sueña con Europa. La tasa de paro entre jóvenes es altísima, faltos de formación profesional y técnica; el subempleo es su única alternativa. Dice que en su país las relaciones entre sexos son libres y fluidas. En su taxi, la buena música está garantizada.

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Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

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