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Hollande mantuvo todas sus reivindicaciones ante Merkel

La primera entrevista entre los dos líderes fue franca, directa y distendida, según destaca la prensa francesa Pese a las divergencias, los asistentes creen que el pragmatismo de ambos les permitirá llegar a un acuerdo antes de la cumbre de junio

A la izquierda, un saludo entre Hollande y Merkel. A la derecha, con Sarkozy.
A la izquierda, un saludo entre Hollande y Merkel. A la derecha, con Sarkozy.JOHN MACDOUGALL (AFP)

Poco después de sobrevivir al rayo que, según ha contado uno de los 14 pasajeros del Falcon oficial, “sonó como una bomba y lo tiñó todo de rojo”, François Hollande se acercó a la cabina del piloto y con su flema habitual le dijo: “¿Está seguro de que no podemos seguir?”. El flamante presidente francés tenía prisa por conocer a Angela Merkel y no quería llegar tarde. Pero, al parecer, el retraso no disminuyó su férrea voluntad de cambiar las cosas. Utilizando todos sus recursos (claridad, tenacidad y sentido del humor), Hollande no se arrugó ante la canciller, y antes de la rueda de prensa y de la cena que ambos mantuvieron en el apartamento privado de la cancillería, le dijo: “Mantenemos todas nuestras promesas electorales”, según revela este miércoles un asistente a Le Monde.

El primer cambio visible en el nuevo eje fue el lenguaje corporal. La primera toma de contacto fue mucho menos táctil de lo que eran los encuentros entre Merkozy. Los dos líderes se saludaron con un sobrio apretón de manos, a medio camino entre los roces de mejilla de Nicolas Sarkozy y el clásico beso en la mano de Jacques Chirac. Esta vez fue la canciller la más tocona: le dio un ligero empellón a Hollande cuando este se quedó más tiempo del debido en posición marcial, y un pequeño codazo cuando no acertaba a caminar recto por la alfombra roja.

Sin tiempo que perder tras la tormenta, los dos líderes se enfrascaron en una primera conversación de una hora. Pese a las numerosas divergencias (la ayuda a Grecia, el concepto de crecimiento y la renegociación del pacto fiscal), los que la siguieron subrayan que Hollande y Merkel “se parecen mucho en el pragmatismo”, y están convencidos de que al final harán valer “su interés mutuo por llegar a un acuerdo”.

Sobre el pacto fiscal, Merkel recordó a Hollande que había sido “firmado en marzo”. Como diciendo que ya no es momento de tocarlo y dando a entender que el crecimiento está ya inscrito en el texto. A lo que Hollande replicó: “La palabra está en el tratado, pero no está desarrollada”. A continuación, Hollande hizo saber a Merkel que no excluye renegociar el tratado. Su estrategia negociadora es que si obtiene los avances suficientes sobre el crecimiento, aceptaría “completar” el pacto fiscal y no renegociarlo. Si no, Francia no lo ratificaría. Pero Alemania quizá tampoco: la pinza de Hollande con el SPD podría impedirlo.

Llegados a ese punto, los líderes acordaron el método de trabajo para las próximas semanas: renunciar a sus líneas rojas previas y abrir un debate sobre todos los asuntos para tratar de alcanzar posiciones comunes y someterlas al consenso de los socios en la cumbre del 27 y 28 de junio. A cambio, Hollande no sacará del cajón la carta a los 26 socios que había prometido mandar al día siguiente de su elección. “Todo debe estar sobre la mesa, de una parte y de otra”, dijo en la rueda de prensa. Se refería a los eurobonos (anatema en Alemania) y a las reformas estructurales (herejía en Francia).

La cesión mutua significa que Hollande no se cierra en banda a las medidas keynesianas de estímulo, y está dispuesto a estudiar propuestas más liberales como las que lanzaron a finales de febrero Mario Monti y David Cameron. Del otro lado, Merkel parece abrirse por primera vez a estudiar la emisión de deuda conjunta, al menos para financiar infraestructuras, si a cambio Francia se compromete a flexibilizar su mercado de trabajo y racionalizar y descentralizar el Estado. Hollande ya ha dado un gran paso en esa dirección, al designar como primer ministro a Jean-Marc Ayrault, ala moderada del PS, y descartar a la izquierdista dura Martine Aubry, que ha quedado finalmente fuera del Gabinete.

Pero Grecia es la clave de todo lo demás. Y aunque Merkel y Hollande afirmaron que desean que Atenas siga en el euro, la forma de lograrlo es divergente. La canciller pareció ceder algún milímetro al dar a entender que Berlín ya no se agarra de forma inflexible al plan de rescate vigente, cuando dijo que “se podrían eventualmente hacer nuevas propuestas”. Hollande piensa actuar como el jefe de la izquierda europea: “Pienso en las dificultades y los sufrimientos de una parte del pueblo griego. Nos acercaremos a ellos para permitirles volver al crecimiento, es mi deber enviarles algunas señales”, afirma hoy en Le Monde.

La señal más importante es su nueva vocación de apoyarse en los otros socios, de acabar con el rodillo del directorio francoalemán. Hollande le dijo a Merkel que quiere “una relación equilibrada y respetuosa entre los dos países, con los demás y con las instituciones comunitarias”. Tras tomar posesión empapado como una sopa, y salir indemne de la furia de los cielos, parecería que Monsieur Normal ha dejado definitivamente atrás los tiempos de Flanby.

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