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Berlín se enroca en el ajuste fiscal

Pese a la histórica derrota en Renania del Norte-Westfalia la canciller alemana insiste en los recortes Merkel recibe este martes a Hollande “con los brazos abiertos”

La canciller alemana Angela Merkel en una rueda de prensa en Berlín este lunes.
La canciller alemana Angela Merkel en una rueda de prensa en Berlín este lunes.FABRIZIO BENSCH (REUTERS)

La canciller federal Angela Merkel quiere mantener su política europea tras la debacle electoral del domingo en Renania del Norte-Westfalia. Merkel insistió el lunes en que la “amarga y dolorosa derrota” de su Unión Demócrata Cristiana (CDU) en el land más poblado e industrializado del país fue solo un revés regional. La CDU, liderada por su hombre de confianza y ministro de Medio Ambiente, Norbert Röttgen, encajó en Düsseldorf el peor resultado de su historia. Merkel lo atribuyó a las particularidades de la política regional y dijo encarar “con mucha tranquilidad” las elecciones federales del año que viene. Pese a su aspecto cansado, Merkel dio una imagen serena y hasta risueña en la central berlinesa de la CDU. Dedicó su media hora de rueda de prensa junto a Röttgen a relativizar el daño y a dar a entender que ella tiene otras preocupaciones. Como el futuro del euro.

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Pero el hecho de que Merkel viajara nada menos que nueve veces a Renania del Norte-Westfalia para impulsar la candidatura de Röttgen demuestra su gran interés en evitar la debacle. También que su presencia no basta para levantar una campaña, aunque sea tan breve como la renana.

Merkel sigue gozando de gran popularidad entre los votantes alemanes, que apoyan su dureza en las negociaciones europeas. Pese a que Röttgen trató de convertirlo en un tema central de la campaña, el debate sobre la austeridad en Alemania sigue siendo comparativamente abstracto. Los votantes asocian los problemas presupuestarios con la crisis de la deuda de sus socios, no con sus propios problemas. La CDU y el FDP acusaron al Gobierno regional de la socialdemócrata Hannelore Kraft (SPD) de no atenerse al rigor presupuestario que recomiendan, pero renunciaron a presentar su propio programa de ajustes. El creciente renombre de Kraft y los temas clásicos regionales como la educación gratuita o las plazas de guardería se impusieron sobre la CDU y el intento de Röttgen de convertir los comicios en una suerte de referendo sobre la política europea.

Pero la insistencia de la canciller en pasar página también responde a otras urgencias. El martes llegará a Berlín el flamante presidente francés François Hollande, con propuestas para debatir los programas de austeridad europeos. Su partido socialista ha caldeado el ambiente este fin de semana. El portavoz Benoît Hamon dijo que “Merkel debe entender que no puede decidir ella sola el destino de Europa”. El Pacto Fiscal europeo, en su forma actual, lleva a “políticas de austeridad como la que ha arruinado a Grecia”. El diario conservador Die Welt habla del “nuevo dogma de la izquierda europea”, al cual contrapone el remedio dictado por el Gobierno alemán: recortes. Continúan así en alto las espadas del kulturkampf, la batalla ideológica desatada entre los —aún preponderantes— paladines de la austeridad y los pujantes valedores del estímulo.

Para muchos alemanes, la baja tasa de paro y la recuperación económica del país dan la razón a los gestores de su crisis. Merkel, apoyada por el presidente saliente de Francia Nicolas Sarkozy, impuso una agenda drástica de austeridad a sus socios europeos. La investidura de Hollande como presidente francés anima a los que proponen que Europa modifique el rumbo para estimular la economía y combatir el paro. Merkel se niega, pero ha aceptado una Agenda para el Crecimiento, que deberá negociar con Hollande y con un SPD fortalecido por la rotunda victoria de Kraft en Renania del Norte-Westfalia. La CDU y el partido liberal FDP, que conforman el Gobierno de centro-derecha de Merkel, necesitan el apoyo de la oposición para aprobar el Pacto Fiscal y el fondo de estabilidad permanente del euro (ESM) en el Parlamento (Bundestag).

Una de las recetas polémicas para contrarrestar la crisis sería que Alemania aumente su demanda interna para equilibrar un poco su balanza comercial con los socios europeos.

El ministro de Hacienda Wolfgang Schäuble (CDU) se ha mostrado conforme con un aumento de los sueldos, que han pasado más de una década poco menos que estancados. Días después, un directivo del Banco Central (Bundesbank) llamado Jens Ulbrich admitió que el drástico ajuste salarial que están sufriendo los socios del euro traerá consigo una tasa de inflación mayor de lo normal en Alemania.

Aunque técnicamente son poco más que una observación meteorológica, las palabras de Ulbrich hicieron saltar los fusibles de la prensa sensacionalista alemana. Su buque insignia, el conservador Bild, tituló el viernes a toda página: “¡Alerta de inflación!” Dentro, junto a un editorial catastrofista, imprimieron la imagen de un billete de un billón de marcos del año 1923. Pese a lo grotesco de comparar el 2,6% de inflación interanual al que se enfrenta la Eurozona con el 32.400% de inflación mensual de 1923, Jens Weidmann, el halcón que preside el Bundesbank, se apresuró a desmentir cualquier cambio en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). Gente ahorradora, muchos alemanes temen que la inflación se coma sus dineros.

Sin demasiado acierto histórico, otros asocian la brutal alza de precios de principios de los años veinte con la toma de poder de los nazis, que se produjo 10 años más tarde… precisamente, tras las draconianas medidas de austeridad del canciller conservador Heinrich Brüning.

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