Bruselas contiene el aliento a la espera de un presidente que equilibre a Berlín
Los comicios en Grecia y en un ‘land’ alemán marcan la agenda de la UE
Cuando una nueva dinastía llegaba al poder en China, el emperador organizaba una ceremonia llamada la rectificación de los nombres. Si la dinastía anterior había fracasado, la tradición sostenía que los nombres ya no reflejaban la realidad y había que encontrar otros. Poco después de su llegada al poder, tras el estallido de la crisis global, Nicolas Sarkozy hizo algo parecido: había sido liberal, había fustigado al Estado despilfarrador, había prometido recuperar las esencias del laissez faire a la manera de Reagan y Thatcher; de pronto se convirtió al socialismo con generosas políticas de estímulo, parecía un neokeynesiano más, habló de refundar el capitalismo y de tomar el control de la banca. Uno de sus ministros llegó a declarar, sin ruborizarse, que Sarkozy estaba “salvando el mundo”, cuenta Christian Salmon en La estrategia de Sherezade. Las elecciones francesas vuelven a llegar en un momento clave: ahora está en juego la crisis europea, con España e Italia en el disparadero, con Sarkozy reducido a una especie de portavoz de Angela Merkel y con una Europa, en suma, más alemana que nunca: austeridad y todo lo que Berlín quiera con la esperanza de que Merkel hará lo que sea para salvar el euro si llega el caso. Francia votó este domingo acerca de muchas cosas, pero también sobre eso: sobre una idea de Europa. La UE contiene el aliento hasta la segunda vuelta, paralizada por la sospecha de que gane quien gane, Sarkozy o su archirrival François Hollande, habrá una rectificación de los nombres: París volverá para convertirse en contrapeso de Berlín, Europa suavizará su acento alemán e incorporará el crecimiento al lenguaje comunitario.
Mientras eso ocurre, la actividad en Bruselas se ha congelado. El 6 de mayo se celebra la segunda vuelta en Francia, pero hay también elecciones anticipadas en Renania del Norte-Westfalia, el land alemán cuyos comicios retrasaron en 2010 las ayudas a Atenas y convirtieron un problema puntual en una crisis existencial del euro. Y sobre todo hay cita con las urnas en Grecia, que ha cedido gustosamente las portadas a España e Italia pero sigue siendo una suerte de frontera del euro: si la coalición que ha firmado el acuerdo con la troika (Comisión, Banco Central Europeo y FMI) no consigue formar gobierno se podría precipitar la suspensión de pagos definitiva y la salida del euro, algo que sin ser probable deja a la Unión ante una cuestión fundamental: ¿Hasta dónde llega la solidaridad europea? ¿Alemania está dispuesta a rascarse el bolsillo ante una crisis de consecuencias devastadoras?
Europa seguirá al ralentí durante las dos próximas semanas por ese apretado calendario electoral y sus consecuencias. Solo Portugal ha aprobado el tratado que consagra la austeridad europea: el mutis de los demás obedece a que Hollande ha amenazado con reabrir ese acuerdo y los Veintisiete están a la espera de si las encuestas aciertan esta vez. La reforma bancaria y la tasa sobre las transacciones financieras estarán en la nevera hasta que el nuevo presidente francés entre en el Elíseo. Incluso la renovación de cargos como la presidencia del Eurogrupo o el directorio del BCE ha entrado en un impasse de espera. “Ni Sarkozy ni Hollande podrán romper completamente con la disciplina fiscal porque la situación económica de Francia es preocupante. Ambos no tienen otro remedio que anunciar un duro paquete de recortes si no quieren problemas en los mercados. Pero a cambio es muy probable que exijan plazos más holgados para rebajar el déficit, algo que le vendría estupendamente a España”, aseguran fuentes de Bruselas.
La historia se repite. Cuando Alemania impulsó el Pacto de Estabilidad, Francia consiguió añadir a última hora “y Crecimiento” en el título de esa ley fundamental para la política económica europea. Ahora, Francia quiere hacer algo parecido, en una nueva versión de la rectificación de los nombres. Hollande quiere añadir un apéndice sobre crecimiento al tratado de austeridad. El candidato socialista se ha procurado un perfil de líder europeo antimerkel, con el crecimiento como bandera y un nuevo rol para el BCE —en el que coincide con Sarkozy— que provocará un choque de trenes si es algo más que un suflé de campaña. “Es muy posible que Berlín acepte tres o cuatro párrafos bien diseñados en el tratado para que Hollande salve la cara si gana. Pero las cuentas públicas francesas son desastrosas, y mientras eso no cambie el eje Berlín-París va a seguir muy dislocado en beneficio de Alemania”, según fuentes diplomáticas. Europa, en fin, va a seguir siendo muy alemana, pero Francia quiere volver, rectificar los nombres si su economía se lo permite.
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