La UE se dispone a aprobar el tratado que impone la disciplina presupuestaria
Solo Reino Unido y República Checa rechazan el pacto para acabar con los desmanes en los presupuestos
Los líderes de la UE se reúnen hoy y mañana en el Consejo Europeo de primavera --tradicionalmente llamado cumbre económica, hasta que todos los Consejos se han visto dominados por la urgencia económica— con la intención de aprobar mañana el tratado para reforzar la disciplina presupuestaria en la eurozona y antes discutir sobre estrategias para crear crecimiento y empleo en la Unión. En esta cumbre, muy rebajada de drama con respecto a las anteriores, los momentos de tensión pueden proceder de la determinación holandesa de vetar el acceso de Rumania y Bulgaria al espacio Schengen y la potencial represalia rumana de negarse a conceder a Serbia el estatus de país candidato. El interés de España está en ver hasta dónde puede ver satisfechos lo deseos del Gobierno de ver flexibilizados sus objetivos de déficit.
La firma del Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria, en corto, el tratado para imponer rigor y responsabilidad en las cuentas europeas, se ha convertido en una formalidad aunque sobre su futuro sigan planeando incertidumbres. Lo suscribirán 25 socios (tras el repudio de británicos y checos), y si bien pocos de los signatarios lo hacen de corazón, con Alemania a la cabeza, los hay que podrían volver sobre lo firmado, como haría Francia si el socialista François Hollande llega al Elíseo en mayo y cumple su promesa de renegociarlo.
Irlanda ha anunciado un referéndum de ratificación, aunque no podrá frenar su entrada en vigor porque el tratado empezará a funcionar cuando lo firmen 12 de los 17 miembros de la moneda única
La siempre recelosa Irlanda ya ha anunciado un referéndum de ratificación, aunque en esta ocasión no podrá frenar su entrada en vigor, toda vez que el tratado empezará a funcionar en el momento en que lo confirmen 12 de los 17 miembros de la moneda única. El tratado busca impedir desmanes presupuestarios como los que han tenido a la eurozona contra las cuerdas, una crisis de la deuda que ahora parece amainar tras el medio billón largo de euros con que el Banco Central Europeo ha socorrido al sector bancario de la Unión.
España acude a la cita con el propósito de flexibilizar las exigencias del 4,4% de déficit para este año en vista del fenomenal desvío de las cuentas públicas, hasta el 8,51% sobre el 6% prometido por el Gobierno saliente. Pero poco podrá sacar en concreto Mariano Rajoy, si es que llega a plantear la cuestión a sus colegas. José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión, ha insistido esta mañana en que mientras España no presente un borrador de presupuestos no habrá nada que hacer.
El borrador de conclusiones de la cumbre mantiene que “la consolidación presupuestaria es una condición esencial para volver a un mayor crecimiento y empleo”, y que por ello “los países sujetos a un programa de asistencia o al escrutinio de los mercados deben ceñirse a los objetivos acordados”.
El lado amable de la cumbre, que comenzará esta tarde, será la reelección entre sonrisas de Herman Van Rompuy, de 64 años, como presidente del Consejo Europeo por otros dos años y medio, conforme a lo previsto por el Tratado de Lisboa que alumbró el cargo. Van Rompuy será también elevado a la presidencia de la cumbre del Eurogrupo, las que puedan celebrar los líderes de los 17 países de la moneda única.
Como incertidumbres se plantean el conflicto de Bulgaria y Rumanía con Schengen y la futura adhesión Serbia a la UE. En el Consejo de diciembre pareció quedar resuelta la cuestión de Schengen, pero los líderes europeos reconocieron entonces que quizá deberían volver sobre ello ahora. Holanda sigue sin creer que ambos países controlan sus fronteras y, en consecuencia, veta que entren en el régimen de Schengen, que exime de controles fronterizos. Rumania se rebela contra tales objeciones y cree que puede hacerse valer si, a su vez, obstaculiza la concesión a Serbia de la calidad de país candidato a la adhesión, asunto sobre el que todos los demás están de acuerdo.
A la espera de ver cómo se resuelve el pulso, la presidencia propone como solución de compromiso que la decisión sobre Rumania y Bulgaria quede para octubre. El gesto amistoso hacia Serbia urge porque en mayo hay elecciones en el país balcánico y desde Bruselas no se quiere dar munición a los nacionalistas de un país donde la mitad de la población no cree que Radovan Karadzic o Ratko Mladic sean responsables de los crímenes por los que se les juzga en La Haya.
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