Cambios de guardia
Cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad relevan a sus líderes en 2012
Nuestro ombligo europeo, enfermo de introspección, con una nueva recaída en la recesión, sin rematar la salida de la crisis de Grecia, nos ha nublado la importancia de la visita del conductor de la China de la próxima década a Washington. En la Casa Blanca, Xi Jinping y Barack Obama han tanteado el futuro del nuevo orden mundial. Mientras esto ocurría, los dirigentes de la Europa encogida viajaban a Pekín con la hucha para pedir rescate a la segunda economía del mundo. Conscientes de que Estados Unidos ya no está para un plan Marshall 2 —hoy China es su principal banquero— y que Washington ya ha pivotado hacia Asia. Somos chinos pero no tontos, ha sido la respuesta. Nada de abrir el grifo de los repletos fondos soberanos de China en el mal negocio de aliviarnos del luto de la deuda.
Los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, con la única excepción de Gran Bretaña de Cameron, deben relevar este año a sus líderes. Fijémonos en cuatro de estos cambios de guardia, centrándonos en la llegada al poder en Pekín de la primera generación nacida tras la revolución de Mao en 1949, y en las elecciones del martes 6 de noviembre que decidirán si Obama continúa o da paso a un presidente republicano. Las posibilidades del presidente mejoran: aumenta su popularidad, comienza a crearse empleo, los estadounidenses gastan más, y los republicanos se despedazan entre sí sin consolidar un candidato. Pero en este estado de la ansiedad en el que se ha instalado el mundo, según el analista Gideon Rachman, por el desvanecimiento del poder de EE UU y la crisis económica de Occidente, todo pende de un hilo. El empeoramiento de la crisis de Europa o un ataque de Israel a Irán, podrían arruinar la reelección de Obama.
La presidencia de Rusia —comienza a hablarse de una preprimavera de Moscú— se juega el 4 de marzo. La apuesta más segura es que Putin repita pero el exespía del KGB ve agrietarse el hielo bajo sus pies, con la oposición abierta a su petrocracia corrupta e indicios de una nueva glasnost. Y en Francia, en primavera, el socialista François Hollande, con posibilidades de victoria, le disputará la presidencia al desgastado Sarkozy que tiene poco más de 60 días para darle la vuelta a las encuestas. Un posible cambio en el Elíseo será clave para Europa con consecuencias para el eje franco-alemán y las tablas de la ley del pacto fiscal. Tanto que Merkel, creyendo hacerle un favor, ayudará a Sarko en campaña.
La llegada al poder en Pekín de una nueva generación de líderes, tras un proceso de cooptación en el interior del Partido Comunista Chino (PCCh) hasta conseguir un consenso entre los diferentes grupos de interés, definirá el futuro de China hasta el 2023. Una cúpula, que deberá afrontar la contradicción entre el capitalismo económico y la falta de libertades. En algunos lugares de China, los ingresos de sus habitantes ya han llegado al nivel en el que los ciudadanos de Corea del Sur pidieron más libertad. Este año la población china es ya mayoritariamente urbana. En octubre, Xi Jinping, de 58 años, un príncipe rojo, nombre que se da a los hijos de los primeros revolucionarios que acompañaron a Mao, será designado secretario general del PCCh, y al año siguiente, presidente del país y jefe del Ejército. Se tratará del corte de poder más claro desde la muerte de Mao en 1976. Xi, ingeniero químico, vivió una temporada en Iowa y su hija estudia en Harvard. Cuando le preguntan por el peligro del auge chino, responde: “China no exporta revolución, no exporta pobreza, y no se mete con nadie”.
En Washington ha sido recibido con gran cortesía y prudencia al mismo tiempo. La relación con China, especialmente en año electoral, es un asunto delicado. Obama no puede arriesgarse a aparecer débil frente a Pekín. Los obreros de los Estados industriales, sin cuyos votos Obama no podrá ser reelegido, recuerdan constantemente la pérdida de puestos de trabajo en EE UU en beneficio de China. Washington ha advertido a Xi que a los estadounidenses les gusta la competencia y que la cooperación será posible “solo si el juego es justo”. Escuchó con cara de póker y pidió que los dos países se acomoden en el respeto mutuo de sus intereses esenciales. La contención de China ya no es posible ni deseable. Estados Unidos deberá acomodarse al surgimiento del Imperio del Centro. Henry Kissinger ha escrito un libro esencial para entender el futuro: China (Debate). Afirma que “ambas sociedades consideran que representan valores únicos, puesto que son excepcionales por méritos propios. La vía hacia la colaboración es forzosamente compleja. Cada una de las partes tiene demasiada envergadura para dominar a la otra”.
fgbasterra@gmail.com
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