Un científico nuclear iraní muere en un atentado con bomba en Teherán
El régimen asegura que Mostafa Ahmadi Roshan, el cuarto especialista del programa atómico asesinado, era supervisor en una planta de enriquecimiento de uranio
El Gobierno iraní acusó este miércoles a Israel y EE UU del “ataque terrorista” en el que murió uno de sus científicos nucleares. Al parecer, el pasajero de una moto adosó una bomba lapa contra el vehículo en el que viajaba Mostafa Ahmadi Roshan, quien según los medios locales trabajaba en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz. Se trata del cuarto especialista vinculado al controvertido programa atómico de Irán asesinado en circunstancias similares. El incidente adquiere mayor gravedad a la luz de la creciente tensión entre Teherán y Washington, y da argumentos a quienes dentro del régimen islámico quieren responder a la provocación.
“Esta acción terrorista cometida por los agentes de la opresión y del régimen sionista intenta impedir que nuestros científicos sirvan a su país”, declaró el vicepresidente Mohammad Reza Rahimí, en referencia a EE UU e Israel, cuyos nombres los portavoces oficiales evitan pronunciar. Rahimí también señaló que el atentado solo aumenta su determinación “para avanzar por el camino del progreso científico”.
Sus palabras, a la vez de subrayar la tesis oficial de que el desarrollo nuclear es imprescindible para el avance científico del país, reafirmaban que no hay marcha atrás. Para los responsables iraníes, el programa atómico se ha convertido en el principal instrumento de supervivencia del régimen y ninguna amenaza va a hacerles cambiar de opinión. Al contrario, la creciente presión internacional está dando argumentos a los sectores más duros. Algunos analistas han visto la mano de los impacientes en dos sucesos ocurridos a finales del año pasado: las protestas ante la Embajada británica en Teherán y el supuesto complot para asesinar al embajador saudí en Washington.
“Asesinatos, amenazas militares y presiones políticas… El enemigo insiste en la táctica de crear miedo para frenar las actividades nucleares pacíficas de Irán”, denunció el diputado Javad Jahangirzadeh citado por la agencia Fars, próxima a los Pasdarán. Poco antes en el Parlamento, se oyeron gritos de “¡Muerte a América!” y “¡Muerte a Israel!” Aunque esas expresiones se han convertido en parte de la retórica oficial, también expresan sentimientos muy arraigados.
Roshan, un ingeniero químico de 32 años, era “director adjunto de asuntos comerciales en la planta de Natanz”, según la agencia Mehr. Natanz es el principal centro de enriquecimiento de uranio de Irán, el proceso sobre el que recaen las sospechas de que el programa nuclear iraní esconde intenciones militares. Según uno de sus colegas citado por la agencia Fars, el científico también trabajaba sobre un proyecto de membranas de polímeros para la separación del gas.
La televisión iraní informó de que, además de Roshan, en la explosión murió su conductor y resultó herido su guardaespaldas. Las imágenes mostraron el momento en que una grúa se llevaba el Peugeot 405 gris oscuro en el que se trasladaban en el momento del atentado. El vehículo aparecía cubierto por una tela plástica que ocultaba la parte trasera, en una de cuyas puertas estalló la bomba.
No es el primer ataque de este tipo contra científicos iraníes relacionados con el programa nuclear. El actual jefe de la Organización de la Energía Atómica de Irán, Fereydun Abbasi-Davani, sobrevivió a uno en noviembre de 2010 al saltar del coche cuando notó que desde una moto adherían algo a la chapa. Esos atentados así como la aparición el año del poderoso virus informático Stuxnet (especialmente diseñado para deshabilitar sistemas operativos concretos dentro de Irán) sugieren que se están intensificando los esfuerzos subrepticios para frenar las ambiciones de Teherán.
“En vez de librar una guerra convencional, las potencias occidentales y sus aliados parecen estar recurriendo a tácticas de guerra encubierta para tratar de retrasar su avance nuclear”, interpreta Theodore Karasik, director del Instituto de Análisis Militar para Oriente Próximo y el Golfo (INEGMA en sus siglas inglesas), con sede en Dubái. En declaraciones a EL PAÍS, este experto opina que “los ataques se dirigen a individuos identificados como parte del programa nuclear con el fin de crear miedo y pánico entre sus compañeros y alentar la fuga de cerebros”.
Significativamente, los medios israelíes citaron el martes una declaración del jefe del Estado Mayor de Israel, el teniente general Benny Gantz, ante un comité parlamentario a puerta cerrada, en el sentido de que Irán debiera esperar más “sucesos extraños” en 2012. Sus palabras se interpretaron como una referencia a los sabotajes.
De momento, no parece sin embargo que estén haciendo mella. La víspera, Irán anunció la entrada en servicio de Fordow, la instalación secreta de enriquecimiento de uranio que se descubrió en septiembre de 2009 en las proximidades de Qom, a unos 150 kilómetros de la capital. Esa noticia, como la reciente condena a muerte de un ciudadano estadounidense de origen iraní o la amenaza de cerrar el estrecho de Ormuz, constituyen la respuesta a lo que el régimen percibe como una intolerable intromisión en sus ambiciones regionales.
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