Disparar a la conciencia
Los asesinatos, secuestros y ataques a los activistas de los derechos humanos se multiplican en México
La defensa de los derechos humanos se ha convertido en México en una ruleta rusa. En los últimos dos meses han sido asesinados tres activistas del Movimiento por la Paz, que lidera el poeta católico Javier Sicilia, voz de la conciencia de la sociedad civil en defensa de las víctimas de la violencia, y otros dos están desaparecidos. En pie de guerra o en pie de paz, las autoridades no estaban o nunca llegaron a tiempo para prestar una protección que los activistas muertos habían solicitado tras ser amenazados.
La última víctima ha sido José Trinidad de la Cruz Crisóforo. El miércoles 7 su cadáver fue hallado en Aquila, un pueblo del Estado de Michoacán, cerca de la costa del Pacífico, maniatado, con signos de tortura (su oreja izquierda estaba casi desprendida) y cuatro impactos de bala, al parecer de un fusil AK 47. Don Trino, como se le conocía, tenía 73 años y era un líder de la comunidad indígena nahua de Xayakalan. Fue secuestrado en presencia de 12 miembros del Movimiento por la Paz que le acompañaban en un recorrido por la zona. La Policía Federal que protegía la caravana no estaba cuando el grupo fue asaltado por cuatro hombres armados.
El 14 de noviembre Don Trino denunció que tres delincuentes con aspecto paramilitar le habían golpeado y amenazado de muerte públicamente. Identificó a sus agresores con nombres y apellidos y hasta por su alias: El Chalano, El Turbinas y La Usurpadora. Y el día 28 pidió a funcionarios del Gobierno federal y de Michoacán que se establecieran patrullas en la zona de Xayakalan ante el acoso de que sufría esta comunidad por bandas criminales. En vano.
Don Trino tenía 73 años y era un líder de la comunidad indígena nahua de Xayakalan
David Peña, de la Asociación de Abogados Democráticos, que se encarga del caso, explica que el conflicto en esta zona compuesta por 47 poblados estalla en junio de 2009 cuando la comunidad indígena decide recuperar sus tierras, poco más de 1.000 hectáreas, de los taladores de madera clandestinos, del crimen organizado y de los grandes propietarios. “Empezó entonces una escalada de la violencia que pasó de las amenazas verbales a las palizas, las desapariciones y el asesinato selectivo. Para amedrentar a la población mataron al director de una escuela y a un maestro y dejaron sus cadáveres en la puerta del colegio. A dos integrantes de una patrulla desarmada que habían organizado los vecinos los quemaron vivos”, afirma. Desde entonces han sido asesinadas en la zona 28 personas, entre ellos, el pasado 6 de octubre, Pedro Leyva, del Movimiento por la Paz, y otras cuatro siguen desaparecidas.
¿Cuál es el valor de esas tierras? “Hay minas de cobre, madera y frutales”, responde Peña, “unas playas fantásticas para el turismo de aventura aún sin explotar y sobre todo están cerca de Lázaro Cárdenas, un puerto clave para el trasiego de drogas de los carteles”.
El 28 de noviembre fue asesinado en Hermosillo, la capital de Sonora, mucho más al norte, Nepomuceno Moreno Núñez, quien buscaba a su hijo desaparecido hace más de un año, y también había pedido protección a las autoridades. El pasado día 2 fue tiroteada en Ciudad Juárez Norma Andrade, presidenta de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, asociación que lucha contra el feminicidio en esa ciudad fronteriza con EE UU. Desde el martes están desaparecidos los ecologistas del Movimiento por la Paz Eva Alarcón y Marcial Bautista, secuestrados cuando viajaban en autobús del Estado de Guerrero al DF. ¿Quién será el siguiente?
El Gobierno federal condena en los términos más enérgicos estos ataques y promete investigar los hechos pero la lectura de sus comunicados no evita una sensación de impotencia. Sin embargo, para David Peña “la permisividad excesiva del Estado en estos crímenes podría llegar a la complicidad”. El abogado cuenta que la Policía Federal que protegía a la caravana en la que iba Don Trino “se retiró antes de entrar en la comunidad de Xayakalan y no estaban cuando salieron”. “Fue asesinado a 300 metros de donde se encontraban los agentes”.
Son días trágicos para los derechos humanos en México. Javier Sicilia lleva exhausto sobre sus hombros todo el peso del dolor de las víctimas. No es un redentor, como dijo recientemente el historiador Enrique Krauze, “tan solo un líder cívico al que mueve la fe, que ni busca ni ambiciona el poder”. Solo quiere acabar con la violencia en un país, como ha escrito, “balcanizado por el crimen organizado”.
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