Cheque en blanco a Berlín
Las medidas para afrontar la crisis de deuda escasean en el nuevo acuerdo europeo
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, han forzado la máquina hasta el punto de romper el consenso europeo por el eslabón más débil, Reino Unido. La historia de la UE podría contarse a partir de las desavenencias con el Gobierno británico, pero el riesgo para la integración europea –el desarrollo de cualquier política a partir de acuerdos gubernamentales, al margen de mecanismos comunitarios- se antoja demasiado grande. Sobre todo, si se compara con las ganancias.
En el texto suscrito por 23 países de la UE en la madrugada del viernes, están todas las medidas de control presupuestario aireadas por el eje francoalemán, pero ninguna de sus propuestas restantes para “progresar más rápido en la integración” (armonización de impuestos, unión laboral, reforma financiera más ambiciosa) que, en última instancia, motivaron la espantada de Reino Unido, remisa a ceder control alguno sobre su sector financiero. Tampoco hay nada que permita imaginar un aumento de escala en la respuesta conjunta a la crisis: ni se da ficha bancaria al fondo de rescates –lo que le permitiría prestar o pedir prestado al Banco Central Europeo y multiplicar su potencia de fuego-, ni se incrementa su dotación, ni se concretan los acuerdos adoptados ya en octubre para ampliar su radio de acción mediante el endeudamiento en los mercados. Los eurobonos, ni se mencionan.
El drástico endurecimiento de los controles presupuestarios para evitar el déficit tampoco servirá para motivar una actuación más contundente en el BCE. “Es un buen punto de partida para un acuerdo fiscal y una mayor disciplina en la política económica de la zona euro”, dijo su presidente, Mario Draghi, al término del primer día de la cumbre. Hasta el jueves, esas palabras se habrían interpretado como la justificación para una intervención masiva del supervisor del euro en los mercados de deuda. Pero el propio Draghi descartó ayer esa opción, lo que provocó un bajonazo en las Bolsas, que se dejaron más de un 2%. Los mercados volvieron a demostrar hoy que están mucho más pendientes del BCE que de la cumbre europea, cuyos primeros resultados apenas impresionaron a los inversores en el arranque de la jornada.
Ajustes presupuestarios. Todo lo que ya habían acordado Merkel y Sarkozy está en el pacto a 23. El déficit casi cero deberá blindarse en las legislaciones nacionales, habrá sanciones semiautomáticas cuando se sobrepase un saldo negativo equivalente al 3% del PIB, la Comisión dará su opinión y podrá exigir cambios antes de la aprobación de las cuentas en cada país y el Tribunal de la UE dictaminará si un Estado incumple las reglas fiscales.
Sin noticias de la ampliación del fondo de rescates. Si los mercados están pendientes del BCE es porque creen que, a las malas, es el único con capacidad para dar cobertura a la deuda pública de Italia, España o Bélgica, donde se concentra ahora la desconfianza de los inversores. En octubre, la zona euro aprobó dos iniciativas para elevar la capacidad del fondo de rescates temporal, al que apenas restan 250.000 millones, tras sus intervenciones en Grecia, Irlanda y Portugal. La zona euro se planteó usar ese dinero para garantizar el 20% de nuevas emisiones de deuda, lo que permitiría incrementar los recursos, vía endeudamiento, hasta el billón de euros. Y, en paralelo, modificar la naturaleza legal del fondo para dar entrada a inversores privados, con la vista puesta en los fondos soberanos de los países emergentes. A principios de noviembre, en la cumbre del G-20, Europa se comprometió a desarrollar ambos acuerdos “cuanto antes”. Un mes después, el texto repite la fórmula –“el apalancamiento se desplegará con rapidez”-, una señal de impotencia.
Un señuelo de 200.000 millones. El aumento del fondo de rescates vía endeudamiento chocó, desde el principio, con la desconfianza de los emergentes. Desde Pekín a Brasilia, la pregunta fue la misma ¿Por qué comprometer recursos si Europa no los compromete? La zona euro trata de salir del atolladero con una respuesta peculiar: un préstamo de ida y vuelta al Fondo Monetario Internacional. Los países europeos dejarán, mediante créditos bilaterales, 200.000 millones de euros al FMI “para hacer frente a la crisis”, cuyo frente más activo está ahora en… Europa. El texto confiesa el objetivo inicial: “Esperamos contribuciones paralelas de la comunidad internacional”. Y omite algún otro: si hace falta apoyar a Italia, España o Bélgica, el propio Fondo tiene ya pocos recursos para secundar otra vez la actuación europea. Y siempre es más digerible, en términos políticos, que la contrapartida en forma de reformas o recortes lleve el sello del FMI, que no el de Alemania o Francia.
Otro fondo con el mismo collar. El fondo de rescates temporal será reemplazado por un mecanismo permanente en julio de 2012, seis meses antes de lo previsto. El nuevo texto incluye algunas modificaciones sobre lo ya acordado este verano. Las decisiones podrán tomarse por mayoría cualificada (el 85%), no por unanimidad, lo que limita el derecho de veto a Alemania, Francia e Italia. Aunque, en una de esas revueltas europeas, esta cláusula está supeditada a “una confirmación” por el Parlamento finlandés. Y se renuncia a incorporar en la emisión de nuevos bonos europeos una cláusula que obligaría a los inversores a asumir pérdidas, de forma automática, en caso de rescate. Su mero anuncio contribuyó, según muchos analistas, a disparar la venta de títulos de los países más cuestionados. El debate si la dotación del fondo es suficiente, cuyo presupuesto inicial es de 500.000 millones, vuelve a postergarse, en este caso a marzo.
El limitado papel del BCE. “El Banco Central Europeo gestionará el fondo de rescates, es un elemento que reforzará la confianza en este fondo”, saludó Sarkozy al cierre de la primera jornada de la cumbre. Como es habitual en el presidente francés, las palabras son más grandes que los hechos. En el texto solo se recoge que el BCE “actuará como agente del fondo en las operaciones de mercado”. En las próximas emisiones de deuda del fondo de rescates, el BCE actuará como colocador, pero nada más. Ni avalará esas emisiones, como sí harán los países de la zona euro, ni las comprará, salvo giro radical en su política. La presión francesa para dar ficha bancaria al fondo de rescates –lo que le permitiría prestar o pedir prestado al BCE- no hizo mella en Alemania y la propuesta no encontró acomodo en el texto.
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