Sarkozy y Merkel no logran que los populares europeos apoyen su plan
La canciller advierte contra los “egoísmos nacionales” y exige decisiones
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, tiñó con tintes apocalípticos el tono ya habitualmente dramático de sus discursos. Aseguró que la UE “no tendrá una segunda oportunidad” si no llega a un acuerdo en la decisiva cumbre de hoy en Bruselas y advirtió de que “jamás Europa ha estado tan en peligro, jamás el riesgo de explosión ha sido tan grande”. Más comedida, la canciller alemana, Angela Merkel, llamó a dejar a un lado los “egoísmos nacionales” y pidió comprensión a los países de la UE que no forman parte del euro: “Ya no bastan las palabras y hay que actuar con hechos”.
Pero ni el anfitrión ni la mandataria de la primera potencia continental consiguieron convencer a sus correligionarios del Partido Popular Europeo (PPE), reunidos en Marsella (Francia), de que acepten su órdago, que amenaza con impulsar un tratado intergubernamental limitado a los 17 países del euro si los 27 no se ponen de acuerdo en una reforma del tratado de Lisboa que imponga sanciones automáticas a quienes incumplan los compromisos de equilibrio fiscal.
Los mandatarios de los países europeos que no forman parte de la moneda única fueron los primeros en levantar la voz. El primer ministro polaco, Donald Tusk, rechazó una Europa “de dos velocidades” y su homólogo rumano, Traian Basescu, se opuso de plano a una UE “con dos categorías de Estados miembros”.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, se mostró abierto a reformar el tratado de Lisboa, pero pidió a quienes lo proponen garantías de que el proceso culminará con éxito; lo que no está nada claro a la vista de la amenaza del Reino Unido de pedir contrapartidas a cambio. Y puso una serie de condiciones: que el resultado de la reforma sea una mayor integración europea y no una fragmentación del mercado único; que se refuerce la unidad de la UE y no se creen líneas de ruptura en su seno; y que se consolide el método comunitario. Ninguno de estos requisitos se cumpliría si los países del euro optan por un acuerdo intergubernamental al margen de la Unión.
En la Declaración de Marsella aprobada ayer por el Congreso del PPE no figura ni una sola alusión a la propuesta de Merkel y Sarkozy. En cambio, se respalda expresamente el informe del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, del que se dice que “refuerza la gobernanza de la zona euro y fortalece el método comunitario y sus instituciones”. La diferencia estriba en que éste propone modificar el Protocolo 12 del Tratado (relativo al procedimiento por déficit excesivo) sin embarcarse en su siempre incierta ratificación por los parlamentos nacionales, como reclaman París y Berlín.
La declaración del PPE apoya también la propuesta de adelantar a 2012 la entrada en vigor del Mecanismo Europeo de Estabilidad, como un efectivo cortafuegos que devuelva a los mercados la confianza en la deuda europea; y da por hecho que, si se aplican ajustes fiscales creíbles y reformas estructurales, “el Banco central Europeo tendrá margen de maniobra para cumplir sus responsabilidades” —es decir, para acudir a la compra masiva de deuda soberana—; eso sí, añade en línea con la ortodoxia, “con absoluto respeto a su independencia”. El exprimer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que pasó por el congreso de Marsella como un apestado, lo dijo con toda crudeza: “Si no se da al BCE el papel de garante último de la deuda, no se resolverá nada”.
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