Islamismo en auge
Los Hermanos Musulmanes lideran las elecciones egipcias, en la senda de Túnez y Marruecos
Si los resultados preliminares de las grandes ciudades, en la primera fase de las elecciones a la Cámara Baja, representan el patrón del voto en el conjunto del país, Egipto está en vísperas de un cambio trascendental, el que supone que el islamismo político, en diferentes versiones, vaya a controlar en la práctica el primer Parlamento digno de tal nombre. Un Parlamento de vida breve, que no estará ultimado hasta marzo, pero decisivo por cuanto su tarea fundamental será designar a los 100 redactores de la Constitución que perfilará el futuro del más poblado e influyente país árabe.
La doble sorpresa de estas primeras elecciones reales, tras 60 años de fraude, no es que el partido más votado sea el islamista Libertad y Justicia (nominalmente moderado, brazo político de los Hermanos Musulmanes, prohibidos pero semitolerados por Mubarak), sino la aparente contundencia de su ventaja. Y el hecho añadido de que una versión integrista del islam, la encarnada por los salafistas de Al Nour, hasta ahora fuera de la política, pudiera alzarse con el segundo puesto. Es improbable que los resultados de unos y otros cambien mucho en las dos tandas restantes —ciudades pequeñas, pueblos—, donde los partidos religiosos son más influyentes.
Los datos provisionales, a falta de desempates este lunes en muchas circunscripciones, son un jarro de agua fría para laicos y liberales; y por lo que se refiere a la abultada presencia salafista, también para los coptos, la desprotegida minoría cristiana. El paisaje que se dibuja, ajeno en gran medida a la revuelta popular alumbrada en la plaza de Tahrir, abre también un inquietante foso entre los Hermanos Musulmanes, partidarios de la total autonomía parlamentaria en la redacción constitucional, y la Junta Militar que rige de manera absoluta los destinos de Egipto. Los generales pretenden seguir arrogándose toda capacidad decisoria, al menos hasta la elección presidencial prevista a mediados de 2012.
Al margen de cómo un islamismo largamente sepultado utilice la fuerza que ahora parecen otorgarle las urnas, los resultados iniciales abren una nueva dinámica en Egipto, alineado con Occidente durante muchos años; una tendencia ya anunciada en el norte de África por las recientes elecciones de Túnez y Marruecos. Los islamistas, moderados o no, van a encarnar la próxima oleada del poder político en un mundo árabe en ebullición. Occidente debe asumir cuanto antes esta realidad en beneficio de todos.
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