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Cameron enfrenta la mayor huelga en el sector público desde los años ochenta

El paro de cientos de miles de empleados públicos afecta a escuelas, hospitales y tribunales El 60% de las escuelas públicas respaldaron la huelga

Un manifestante muestra un cartel en el que se dice que todo el mundo merece una pensión decente, en Londres.
Un manifestante muestra un cartel en el que se dice que todo el mundo merece una pensión decente, en Londres.CHRIS HELGREN (REUTERS)

Reino Unido ha vivido este miércoles la mayor huelga en el sector público desde los años ochenta. El paro, en protesta por la reforma del sistema de pensiones del sector público, fue seguido por cientos de miles de los dos millones de trabajadores convocados por una treintena de sindicatos, y se convirtió en una protesta por los ajustes puestos en marcha por la coalición gobernante de conservadores y liberales-demócratas.

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Crecimiento: Las previsiones han bajado al 0,9% en vez del 1,7% en 2011; al 0,7% en vez del 2,5% en 2012 y al 2,1% en 2013
Deuda: 125.000 millones de euros más de lo previst en cuatro años. En total, emisiones de 149.000 millomnes en 2012; 140.000 en 2013 y 117.000 en 2014
Sector público: Salarios congelados en 2011 y 2012, con un aumento máximo del 1% en 2013 y 2014. Recorte de 700.000 empleos públicos en lugar de 400.000
Infraestructuras: Plan de 35.000 millones de euros de inversión en 10 años. Dos tercios serán dinero privado
Economía: Las ayudas fiscales a las pequeñas y medianas empresas se extienden hasta abril de 2013
Ayudas sociales: Se anula la subida de tres peniques del impuesto a la gasolina. Se ponen límites a la subida del precio del ferrocarril. Se crean 130.000 nuevas plazas para cuidado de niños. Mejora de los programas sociales.

Es la primera protesta a gran escala contra el Gobierno de David Cameron, que ha vivido la jornada con cierto pánico, debilitado por el impacto mediático del grave empeoramiento de la situación económica y el deterioro de las cuentas públicas revelado la víspera.

La huelga ha sido especialmente seguida en las escuelas, obligando a miles de familias a faltar al trabajo o pagar para que alguna institución se hiciera cargo de sus hijos. El Gobierno ha admitido que casi el 60% de las 21.700 escuelas públicas de Inglaterra no han abierto y en Escocia la huelga ha tenido un seguimiento aún mayor: sólo han abierto 33 de las 2.700 escuelas gestionadas por los ayuntamientos.

Ha tenido también impacto, aunque menor, en la sanidad y, según cifras oficiales, se han cancelado 6.000 de las 30.000 operaciones que estaban programadas para este miércoles, aunque también se han cancelado decenas de miles de citas médicas. Las ambulancias solo atendían urgencias de primer orden. También ha afectado a la atención al público en numerosos departamentos ministeriales, tribunales y otras administraciones gubernamentales.

El impacto ha sido desigual en el transporte porque solo unos pocos de la treintena de sindicatos que han convocado el paro son de este sector. El transporte público no se ha visto afectado en Londres pero en cambio no han funcionado ni trenes ni autobuses en Irlanda del Norte. El impacto en las fronteras ha sido menor de lo esperado. La prensa sensacionalista había vaticinado esperas de hasta 12 horas para los pasajeros que querían entrar en el país. Al final, la inmensa mayoría de los vuelos han despegado y aterrizando con normalidad y las colas eran las de siempre. Aunque había menos personal del habitual, también había menos pasajeros porque muchos habían decidido cambiar la fecha de su vuelo.

Decenas de miles de personas se manifestaron por la mañana en las principales calles del país: en particular Londres, Manchester, Edimburgo y Cardiff. El dispositivo de vigilancia en la capital ha sido espectacular, especialmente a la altura de la sede del Tribunal Superior de Justicia, que coincide con las puertas de entrada de la City. A primera hora de la tarde, un centenar de los llamados indignados entraron en las oficinas de una compañía minera cerca de Piccadilly, aunque sin intención de asentarse en él de forma permanente.

La huelga ha sido un éxito político para los sindicatos, pero está por ver si son capaces de mantener una campaña sostenida en defensa de una reivindicación que la mayoría de la población observa con comprensión y simpatía pero también con cierto recelo. No solo el argumento del Gobierno: si la vida es más larga es necesario cotizar más para sostener el sistema, sino porque la realidad es que aunque los empleados públicos teman por el futuro de sus pensiones, la mayoría de los trabajadores del sector privado no tienen ese miedo porque ni siquiera tienen pensiones. Y si las del sector público necesitan más dinero para mantener el sistema, ese dinero acabará saliendo o de las cotizaciones del sector público o de los impuestos de todos los contribuyentes.

El Gobierno ha apostado por la firmeza en este primer envite, que interpretan como un rechazo al ajuste que como una protesta por la reforma de las pensiones. Eso es lo que destilaban las críticas vertidas esta noche contra la BBC por el ministro de Educación, Michael Gove, uno de los ideólogos más cercanos a Cameron. Entrevistado en el influyente telediario de las seis de la tarde, Gove acusó a la corporación de no dar voz a los directores de escuela que se han visto forzados a seguir una huelga que rechazan y no escrutar debidamente la “agenda política” que, a su juicio, se esconde detrás de las reivindicaciones de algunos sindicalistas.

La huelga ha tenido el respaldo político de los partidos nacionalistas en Escocia y Gales, donde el sector público tiene un peso enorme en la economía y emplea a una proporción más alta de la población que en Inglaterra. Pero los laboristas británicos han tenido un papel más ambiguo. Su líder, Ed Miliband, ha criticado el paro con la boca pequeña, mostrando sobre todo su comprensión con los millones de británicos que se han podido ver afectados por el paro, pero eludiendo toda confrontación con los sindicatos.

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