Bossi se queda con la llave de Italia
La Liga Norte no ha cambiado de símbolo, líder y nombre en 30 años - Bajo el lema “Nosotros los primeros”, defiende una ideología xenófoba
Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, tiene en sus manos no solo el futuro del Gobierno italiano, sino los destinos de la Unión Europea. El socio de Silvio Berlusconi ha evitado la caída del Ejecutivo al aceptar los ajustes presupuestarios impuestos por la UE, y de esa forma permitió que Italia salvara la cara en la cumbre de la eurozona sobre la crisis de la deuda. Pero se impone la cautela. El compromiso de Berlusconi y Bossi es frágil, y la reforma del sistema de pensiones, clave para reducir el endeudamiento, sigue en el alero.
La Liga ha aceptado el retraso de la edad de la jubilación de los 65 a los 67 años, pero se niega a que se modifique la jubilación por años cotizados, independiente de la edad. Cuatro millones de italianos se han beneficiado de este sistema, y el 65% de ellos vive en las regiones septentrionales. Varios miles más esperan terminar pronto su vida laboral, y Bossi no puede aplazarles la meta. Porque son precisamente los electores del norte productivo, de los grandes polos industriales y de las pequeñas y medianas empresas los que le han dicho a Bossi que sobre las jubilaciones no puede ceder.
La Liga ha aceptado el retraso de la edad de la jubilación de los 65 a los 67 años, pero se niega a que se modifique la jubilación por años cotizados, independiente de la edad
El paquete de medidas diseñado por el Gobierno deberá pasar por el Parlamento en unos meses. Nada garantiza que el Ejecutivo siga en pie hasta entonces.
La Liga forma parte de la coalición que llevó tres veces al Gobierno a Berlusconi (1994, 2001, 2008) y su poder se ha ido agrandando con el tiempo. Es la fuerza más antigua del país: desde su fundación a finales de los años ochenta, nunca ha cambiado de nombre, de símbolo y de líder. Su ideología también se ha demostrado de piedra, al menos en teoría. “Nosotros los primeros” es el lema que lo resume todo: posiciones intransigentes —a menudo racistas— contra la inmigración, antieuropeísmo y federalismo, aunque a veces sigan predicando la secesión de la Padania, un conjunto de las regiones del norte que no existe en ningún manual de geografía ni de historia.
Desde resultados que rondaban el 3%, la Liga sacó el 10% en las últimas generales y rozaría hoy el 12%, según varias encuestas. Además, en julio de 2010, los partidarios de Gianfranco Fini —que con Berlusconi fundó el Pueblo de la Libertad— salieron del partido común y del Gabinete: la Liga Norte desde entonces es la única aliada del Gobierno, la única que puede otorgarle la mayoría absoluta o quitársela. Muleta indispensable de Berlusconi y su eterna espada de Damocles.
Cada berrinche de los liguistas vuelve a despertar el fantasma de diciembre de 1994, cuando la Liga se deslizó de la alianza y tumbó al neonato primer Ejecutivo de Il Cavaliere. Hubo que recurrir a un desteñido Gabinete técnico y convocar las elecciones antes de tiempo, en 1996. Bossi y Berlusconi hicieron las paces y juntos ganaron las generales de 2001 y 2008. Pero la Liga es un amante lunático. Desde el primer intento de convivencia, desempeñó un papel algo esquizofrénico de “partido de lucha y de Gobierno”. Los dirigentes se sientan en el Parlamento y en el Ejecutivo guiado por Berlusconi, y cuando vuelven a sus pueblos del norte el fin de semana, le critican. “Este papel, hasta ahora, se justificaba ante los electores con un razonamiento muy sencillo”, explica Eleonora Bianchini, periodista de Il Fatto Quotidiano y autora de El libro que la Liga Norte no te haría leer (2010). “Nos quedamos en el poder para lograr el federalismo de forma pacífica, para presionar al poder desde dentro”. Pero los electores no quieren tragarse más esta píldora. “No hacen más que pensar en los líos de Berlusconi”, se desahogaba un pequeño empresario de la zona de Treviso (cerca de Venecia) en los micrófonos de Radio Padania, la emisora del partido de Bossi.
“Las peleas entre Berlusconi y Bossi siempre acaban fortaleciendo a la Liga, al menos a nivel mediático. Es una estrategia que el líder utiliza para dejar claro a su base que tiene un poder efectivo sobre el Ejecutivo, que el sacrificio no es vano. Pero la base aquí en el norte”, prosigue Bianchini desde Milán, “está harta. La nueva generación de liguistas, coaligados alrededor del ministro del Interior, Roberto Maroni, se están cansando del líder”.
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