El terrorista del avión que iba a Detroit se declara culpable
El nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab fue adoctrinado en 2009 en Yemen por Anwar al Awlaki, el propagandista de Al Qaeda al que EE UU aniquiló el mes pasado
El joven nigeriano al que la fiscalía de Estados Unidos acusa de intentar detonar un explosivo para abatir un avión mientras aterrizaba en Detroit, el día de Navidad de 2009, se ha declarado hoy culpable de todos los cargos, incluidos los de conspiración para cometer actos de terrorismo, tentativa de empleo de armas de destrucción masiva y posesión de armas de fuego para cometer actos violentos. En su segunda comparecencia ante un jurado de Michigan, Umar Farouk Abdulmutallab, que se representaba a sí mismo en el juicio, ha respondido a las preguntas del fiscal y ha anunciado que había decidido inculparse de los delitos que se le imputan, después de haberse declarado, inicialmente, inocente.
Abdulmutallab, que fue adoctrinado en 2009 en Yemen por Anwar al Awlaki, el propagandista de Al Qaeda al que EE UU aniquiló el mes pasado, ha dicho en el segundo día de juicio que los explosivos que llevaba adheridos a la entrepierna eran “un arma bendita para salvar las vidas de musulmanes inocentes”. Sus respuestas al fiscal fueron un cambio radical respecto al día anterior, en el que Abdulmutallab había rechazado hacer un alegato de defensa y había dejado que fue el fiscal el único que hablara. “Quise destrozar un avión de Estados Unidos en respuesta a los destrozos que EE UU ejerce sobre las propiedades y las tierras de los musulmanes”, ha dicho.
El acusado permanecerá ahora bajo custodia del gobierno norteamericano. En un principio, la lectura de sentencia estaba prevista para el día 12 de enero. La juez Nancy Edmunds deberá decidir si cambia esa fecha o no. La máxima pena a la que se enfrenta Abdulmutallab es la de cadena perpetua. Los dos días de juicio, martes y miércoles, han servido para que la fiscalía revelara información detallada sobre los instantes previos al frustrado ataque contra el vuelo 253 de Northwest Airlines, que cubría el trayecto de Amsterdam a Detroit.
Abdulmutallab, ocupaba el asiento 19-A. Cuando quedaba una hora para aterrizar, comenzó a hacer los preparativos propios del martirio al que se quería someter. Pasó al baño, se lavó y perfumó. Regresó a su asiento, y empleó una jeringuilla plástica para inyectar dos líquidos químicos en una bolsa con 190 gramos de pentrita, un material explosivo. Esperaba que aquello hiciera explotar el avión. Lo único que provocó fue un pequeño incendio y su arresto por parte de las autoridades norteamericanas, al aterrizar en Detroit.
Michael Zantow, que ocupaba el asiento 19-B, fue el primero en percibir el humo. “Oye, los pantalones se te están quemando”, le dijo a Abdulmutallab, según recordó ayer al subir al estrado, en calidad de testigo. El acusado se mantuvo impasible, lo que puso nervioso a Zantow. El humo alarmó al resto de pasajeros y a la tripulación. “Estaba al servicio de Al Qaeda”, dijo el martes en su alegato inicial el fiscal Jonathan Tukel, que representa al gobierno de EE UU en el caso. “Pensó que acabaría en el cielo, porque iba a ser un mártir”.
20 días con el "pañal bomba"
Según el fiscal Jonathan Tukel, el supuesto terrorista, hijo de un adinerado banquero, viajó en 2009 a Yemen, donde conoció a Al Awlaki. Allí, diversos operativos de Al Qaeda le explicaron un modo de llevar explosivos no metálicos pegados al cuerpo para hacerlos estallar en un avión. Antes de abandonar Yemen grabó un mensaje de vídeo enalteciendo al islam y criticando a EE UU, al estilo del que graban en ocasiones los yihadistas.
Entre el día seis y siete de diciembre le adhirieron los explosivos en la entrepierna. Un testigo que viajaba en el avión los definió como una especie de “pañal grande”. Los llevó durante casi 20 días, en un periplo que le llevó de Yemen a Gana, de allí a Nigeria y, finalmente, a Amsterdam, donde embarcó en el vuelo 253 a Detroit. En ningún aeropuerto hizo sonar las alarmas. Contaba, además, con un visado norteamericano, expedido por la embajada de EE UU en Londres.
El ataque acabó siendo una chapuza. Los pasajeros apagaron el fuego con mantas. Los asistentes de vuelo rociaron a Abdulmutallab con extintores. Éste se levantó y perdió parte del explosivo, que cayó en el asiento 13-B, de donde lo recuperaría el FBI horas después. Algunos pasajeros comenzaron a gritar, alarmados. El caos reinaba en el avión. Los pilotos comunicaron su situación de alerta al aeropuerto. Al atacante lo sentaron en el asiento 1-G, con sus genitales, severamente quemados, expuestos.
Luego se le cubrió con una manta, mientras le custodiaban los propios pasajeros y asistentes de vuelo. El fiscal mostró el martes al jurado una foto de los genitales como prueba del daño que quería hacer Abdulmutallab en el avión. Al aterrizar en Detroit, al acusado le recibió un agente de la policía de frontera de EE UU, Marvin Steigerwald. Éste le preguntó que con quién estaba asociado, a lo que respondió, inmediatamente: “Al Qaeda”. Fue la primera de una larga serie de confesiones, todas en la misma línea, que culminaron ayer con su inculpación.
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