Y ahora ¿qué hará Lula?
Lula está en una encrucijada política. Luchó contra su propio partido para conseguir que le sucediera Dilma Rousseff. Lo consiguió. Y le pidió a ella que dejara a una buena parte de los ministros de su último Gabinete. Lo hizo. Solo que, a los ocho meses de gobierno, su pupila ha puesto en la calle a cuatro de aquellos ministros, tres acusados de corrupción y el otro tras haber criticado públicamente a dos de las ministras más importantes nombradas por la presidenta.
Rousseff se está ganando por ese motivo el título de heroína contra la corrupción política, y está surgiendo un movimiento en todo el país de simpatía y apoyo a su escoba ética. Curiosamente, los que más la apoyan son precisamente quienes más criticaban los Gobiernos de su antecesor. La defienden incluso líderes históricos de la oposición, como el expresidente socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso y la ecologista Marina Silva, que dejó el partido de Lula y consiguió 20 millones de votos en su pugna presidencial con Rousseff.
Paradójicamente, todo ello está siendo utilizado para atacar a quien había confiado en Rousseff como la mejor candidata para sucederle: a Lula. Y se habla ya de la "herencia maldita" que habría dejado a la nueva presidenta con esos ministros corruptos que ha tenido que echar de su gobierno.
La pregunta es obvia, ¿y ahora qué hará Lula?, y la respuesta no es fácil. Este genio de la política no aparecerá ni un minuto en conflicto con su heredera. De hecho, ya ha comentado que "es normal" que un presidente prescinda de los colaboradores que no le funcionan, como él mismo hizo en sus dos Gobiernos. Sustituyó a dos de sus ministros más importantes —ambos acusados de corrupción—: José Dirceu, de Presidencia, y Antonio Palocci, de Economía.
Lula nunca va a obstaculizar la cruzada contra la corrupción de Rousseff, que está recuperando los votos de la clase media que él había perdido. Hay hasta quien asegura que si esa operación de limpieza —que ya empieza a compararse con la italiana de "manos limpias"— le diera frutos a la presidenta, él se subirá a su barca y hasta podría tomar el timón.
No falta tampoco la hipótesis maquiavélica, la de que ambos estarían de acuerdo: Rousseff le haría la limpieza que no pudo o no quiso hacer para no comprometer la gobernabilidad, al enfrentarse con los partidos aliados más corruptos, al mismo tiempo que supliría con su defensa de la ética lo que le falta de Lula: su carisma personal y su destreza en los equilibrios políticos.
La presidenta le conquistaría a la clase media, porque el mundo de los más pobres nunca dejará de ser de Lula, como ha apuntado el mismo Cardoso a su grupo, el Partido Socialdemócrata de Brasil (PSDB). Sin embargo, el candidato con más posibilidades de enfrentarse a Rousseff en 2014, el gobernador de Minas Gerais, Aecio Neves, del PSDB, ha afirmado que la cruzada de la presidenta es solo "eslogan de campaña" y que lo que cuenta para un Gobierno son "las grandes reformas" que, atrapada en su lucha contra la corrupción, Rousseff no está haciendo.
La gran incógnita —que quedará sin resolver aún por mucho tiempo— es si la mandataria piensa, o no, presentarse en 2014 o solo estaría preparando, con un acuerdo previo, el camino para que Lula vuelva, puesto que parece estar ya en campaña electoral de nuevo. Lula insiste en que Dilma no sería candidata en 2014 solamente "si ella no quisiera". El analista de Folha Fernando de Barros e Silva escribió hace unas días que Lula con lo anterior dice solo lo obvio. Que la noticia sería: "Dilma no se presentará", y que decir "si ella no quiere" es como decir "si yo quiero".
El senador Jarbas Vasconcellos, del gubernamental Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) pero que siempre se ha declarado independiente, opina que la presidenta es "candidatísima" para 2014 y para ello "está haciendo lo que debe hacer: diferenciarse de Lula". Y según él —uno de los senadores que ha creado un movimiento de apoyo a la presidenta—, lo que más puede diferenciar a Rousseff de Lula ante la opinión pública es su posición de intransigencia ante el despilfarro de dinero público derivado de la corrupción en un país donde, como ha escrito irónicamente el mayor novelista brasileño, João Ubaldo, el sueño de muchas familias es poder tener un "corrupto" para poder hacerse ricos con el dinero público. Porque, ironiza el novelista, la gente piensa que si el dinero es "público" es de todos.
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