Hu Jintao visita Francia, con una agenda marcada por los intercambios comerciales y la reunión del G20
París espera firmar contratos para el suministro de 100 aviones Airbus, y combustible y reactores nucleares
El presidente chino, Hu Jintao, inicia mañana, jueves, una visita de Estado a Francia de tres días de duración durante la cual discutirá con su homólogo francés, Nicolas Sarkozy, una agenda eminentemente económica. El encuentro se produce en vísperas de la reunión del grupo de países del G20, que tendrá lugar la semana que viene en Corea del Sur. Los dos líderes intentarán hacer avanzar, en medio de la pompa y el ceremonial que marcan estos viajes, unas relaciones que han estado marcadas a menudo por los desencuentros y la tensión entre los dos países. Después, Hu visitará Portugal.
Durante su estancia en Francia, el líder chino será testigo probablemente de la firma de jugosos contratos, entre ellos la compra de alrededor de 100 aviones Airbus -con un valor que excede 8.000 millones de dólares (5.700 millones de euros)- y material nuclear. Según el diario económico Les Échos, la compañía francesa Areva quiere vender dos reactores de nueva generación EPR y suministrar 20.000 toneladas de uranio a lo largo de 10 años al grupo energético chino CGNPC por valor de 3.000 millones de dólares (2.130 millones de euros).
Cuando Sarkozy visitó China en 2007, se trajo bajo el brazo un pedido de 17.000 millones de dólares para el suministro de 160 Airbus. El fabricante aeronáutico estadounidense Boeing calcula que China necesitará 4.300 nuevos aviones en los próximos 20 años para hacer frente a la fuerte demanda de transporte aéreo.
Un apoyo necesario
Tanto Sarkozy como Hu Jintao tienen interés en mantener buenas relaciones. El presidente francés quiere ganarse el apoyo de Hu para poner en marcha su ambicioso proyecto de reforma del sistema financiero global cuando asuma la presidencia rotatoria del G20 durante un año a partir del 13 de noviembre. Sarkozy pretende, durante su mandato en el grupo de las grandes potencias económicas, limar las tensiones internacionales sobre los tipos de cambio de las divisas, regular los mercados de materias primas y modificar la forma en que los países gestionan sus balanzas comerciales. También ha planteado la posibilidad de un impuesto internacional sobre las transacciones financieras.
Los analistas, sin embargo, creen que Hu será reacio a sumarse al tren reformista francés y adoptar compromisos concretos. Especialmente sobre la valoración de su moneda -el yuan o renminbi-, que Occidente, y, sobre todo, Estados Unidos, asegura que Pekín mantiene artificialmente depreciada para favorecer a sus empresas exportadoras.
El presidente chino ha vuelto a reiterar la posición habitual de su Gobierno de que promoverá un tipo de cambio del yuan "justo y estable". La política cambiaria china es "coherente y responsable", asegura en el diario francés Le Figaro. "Para corregir los desequilibrios comerciales, las partes afectadas deben modificar sus pautas de desarrollo, reestructurar sus economías, impulsar el comercio libre y justo, y luchar contra cualquier tipo de proteccionismo comercial", señala Hu en respuestas escritas al periódico. El líder asiático recuerda que el yuan se ha revalorizado un 23,7% desde octubre de 2005, y añade que China proseguirá con la reforma del yuan, bajo el principio de propia autonomía.
Agenda económica
Desde que el pasado junio Pekín puso fin, tras 23 meses, al anclaje del yuan al dólar, la divisa china se ha apreciado un 2% respecto al billete verde, una cifra que Washington considera insuficiente. Pero, con miles de empresas dependientes del comercio exterior, China se juega mucho. El primer ministro, Wen Jiabao, ha advertido que una revalorización demasiado rápida podría provocar graves problemas sociales.
El espinoso asunto de "los tipos de cambio políticamente dirigidos" estará presente en la cumbre del G20, los días 11 y 12 de noviembre, según ha señalado el Gobierno alemán en un documento hecho público esta semana. Pero Hu advierte que la recuperación de la crisis global es lenta, frágil, desigual y presenta aún mucha incertidumbre, por lo que, según defiende, los miembros del G20 deben centrarse en mantener la unidad.
A Hu Jintao, acercar posiciones con Francia puede servirle, por un lado, para estabilizar las relaciones con Europa, que ha endurecido su discurso ante los desequilibrios comerciales con el país asiático, y, por otro, para limitar los esfuerzos coordinados de presión de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y otros países sobre la debilidad de su moneda y su superávit comercial en la cumbre del G20.
Sarkozy ha mostrado claramente que no quiere roces con China. Durante su visita a Pekín, en abril pasado, se esforzó en dejar atrás las tensiones, y a principios de octubre evitó saludar la concesión del premio Nobel de la Paz al disidente chino encarcelado Liu Xiaobo, tarea que dejó a su ministro de Exteriores, Bernard Kouchner, quien hizo una breve declaración. Una posición muy distinta a la adoptada en 2008, cuando enfureció a Pekín al entrevistarse con el Dalai Lama. El Gobierno chino considera al líder tibetano un separatista. Si Sarkozy y el G20 no logran mucho de Pekín en lo que respecta al yuan, al menos el presidente francés quiere que las empresas francesas sigan logrando pedidos en el país asiático.
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