'El político del todo o nada'
El Néstor Kirchner que llegó a la Casa Rosada en 2003 pensaba que no hay tema demasiado pequeño para que un presidente de la República se interese por él. Y así el mandatario fallecido ayer demostró en numerosas ocasiones que no rehuía las pequeñas cosas. Eso sí, siempre que la ausencia de su impronta personal en ese detalle pudiera interpretarse como un signo de debilidad política.
Porque Kirchner vivió por y para la política desde sus comienzos en la Universidad de La Plata en los años setenta. Y toda su realidad circundante, las declaraciones públicas de un intendente, la presencia de un ministro en tal o cual acto o la opinión de un columnista las interpretaba en esta clave. Lo paradójico es que siendo lo que se llamaría un animal político, no tenía ninguna cintura política. Todo el que no estaba con él, estaba contra él y así se lo hacía saber constantemente a su cada vez más restringido círculo de colaboradores personales. Si algo le disgustaba no enviaba mensajeros, sino que era él mismo quien levantaba el teléfono para abroncar. En alguna ocasión un embajador europeo, medio sorprendido medio suspicaz, tuvo que frenar al interlocutor que con peculiar acento alzaba la voz al otro lado de teléfono. "Si usted es de verdad el presidente Kirchner comprenderá que no le crea. Permítame que le llame yo y continuemos esta conversación".
Con esa mentalidad del todo o nada Kirchner se propuso pasar a la historia como el presidente que sacara a la Argentina del infierno de 2001. Si el mundo exigía una deuda impagable para una sociedad quebrada, se hacía una oferta de pago innegociable. Si el peronismo, al que perteneció siempre, no quería seguirle fundaba su propio partido que, según sus palabras "desbordaba el peronismo", y no tuvo inconveniente en enfrentarse a las poderosísimas siglas PJ en las urnas. Si la inflación se comía los ahorros de los argentinos en sus bolsillos se cambiaba el índice y ya está.
Durante su mandato todos sus rivales dentro del peronismo simplemente se esfumaron y el único que demostró una resistencia más allá de toda lógica fue el ex presidente Carlos Menem que resultó elegido senador. Mientras Menem juraba su cargo Kirchner, a escasos metros, se tocó con una mano los testículos y tocó madera con la otra poniendo los cuernos. Para Kirchner nunca hubo treguas ni enemigos pequeños.
Kirchner pasa a la historia como el presidente de la recuperación argentina con su chaqueta siempre abierta y sus baños de multitudes. Para él política nunca fue un juego sino una batalla. Y nunca dio una rueda de prensa siendo presidente.
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