¿La ONU corteja a Lula?
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ya ha dicho públicamente que, al dejar el cargo a finales de este año, no se va a dedicar a dar conferencias sino que va a continuar haciendo política. ¿Pero cómo y dónde? En el último número de la revista brasileña Veja ha aparecido una noticia de dos líneas llamada a tener resonancia internacional: "Lula ha dicho a más de una persona que ha sido sondeado para ser candidato a secretario general de la ONU en 2011".
La revista, que acompaña el breve con una foto de Lula de cuerpo entero, vestido de oscuro y corbata azul, no revela si el mandatario brasileño ha manifestado o no deseos de aspirar a dicho cargo. Lo que sí es conocido es su enorme interés en que cambie la estructura de la actual Organización de las Naciones Unidas, que considera desfasada y poco eficaz en un mundo en profunda transformación.
Un asesor de Lula consultado por este diario se ha limitado a comentar que son varios los organismos internacionales que desearían estar presididos por el gobernante brasileño, a quien Obama calificó como "el más popular del planeta".
Por el momento, se sabe que la Casa Blanca cursó una invitación a Lula para que aceptase ser presidente del Banco Mundial. La idea de Obama era colocar al frente de dicho organismo a un personaje con fuertes características sociales como Lula. Y para sondearlo, la Administración estadounidense se sirvió de un ex ministro, amigo personal del mandatario brasileño. Pero esta vez sí se conoció la respuesta de Lula: mandó decirle a Obama que se sentía muy halagado por la invitación, pero que, dada su biografía, no se veía al frente de los banqueros del mundo.
¿Y las propuestas actuales para que se responsabilice de la ONU y la renueve? Por ahora, Lula no ha dado a conocer su respuesta a tales invitaciones, pero es seguro que el cargo le agradaría más que la presidencia del Banco Mundial.
Lo que Lula repite continuamente es que este año quiere dedicarse en cuerpo y alma a conseguir que su ministra Dilma Rousseff sea elegida como su sucesora el próximo octubre. El presidente saliente ha apostado todo su prestigio a dicha elección. Los analistas políticos se preguntan por qué es tan importante para Lula que Rousseff sea su sucesora. Todo apunta a que la ministra, su fiel escudera y con escasas conexiones con el Partido de los Trabajadores (PT), al que ambos pertenecen, puede ser la continuadora de su proyecto político, que ya ha acuñado el término de lulismo.
Se trata de una fórmula política que ha proporcionado a Lula un gran prestigio tanto dentro como fuera del país. Él, que estudió pocas matemáticas, ha sido capaz de desarrollar con éxito la ecuación simple que une liberalismo económico y políticas sociales contundentes y que ha hecho que 20 millones de pobres lleguen a la clase media.
Lula, a diferencia de la oposición, acaba de decir que cualquiera que gane las elecciones "no desbaratará este país". Su temor es que cualquier otro candidato del PT menos fiel a su proyecto que Rousseff podría —incluso más que un aspirante de la oposición— dar un rumbo diferente a los ejes maestros de su política económica, que ha servido para que Brasil salga sin grandes heridas de la crisis financiera mundial.
Si gana Rousseff, una ex guerrillera que fue torturada por los militares durante la dictadura y hoy ha demostrado ser una buena gestora, aunque carece de su carisma (dice que le va a bastar el de él), Lula podría aceptar un cargo internacional, seguro de que Brasil va a ser gobernado de nuevo no por la parte más izquierdista de su partido, sino por una política pragmática que ha acabado agradando a todos: ricos y pobres, banqueros y habitantes de las favelas. Es decir, a todos los brasileños, orgullosos de que Brasil cuente en el mundo hoy más que hace ocho años. ¿Y los escándalos de corrupción? ¿Y el apoyo de Lula a Cuba y Venezuela? Nada, aparte del éxito de su fórmula económica, puede ya incidir en su popularidad.
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