Por primera vez en dos décadas, desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, la Concertación, la coalición entre democristianos y socialistas, no ganó una elección a la presidencia de Chile. El candidato de la derecha, el empresario Sebastián Piñera, disputará al de la coalición gobernante, el senador democristiano y ex presidente (1994-2000) Eduardo Frei, la segunda vuelta del 17 de enero para suceder en La Moneda a la presidenta, Michelle Bachelet. Escrutado el 98,32% de los votos, Piñera obtiene el 44,03% de los sufragios en la primera vuelta de los comicios presidenciales celebrados ayer, frente al 29,62% de Frei, seguidos por el diputado independiente Marco Enríquez-Ominami, con el 20,12%, y por el ex ministro Jorge Arrate, por el pacto que encabeza el Partido comunista, con el 6,21%. Piñera obtuvo cuatro puntos menos que la derecha en su conjunto en la primera vuelta de la anterior elección, en 2005, cuando se enfrentó a Bachelet dividida en dos candidatos, el propio Piñera y el ex alcalde Joaquín Lavín. El resultado logrado ayer por el empresario fue superior al que mostraban la mayoría de los pronósticos y al que esperaban sus partidarios. Todo anticipa que el conservador enfrentará una segunda vuelta reñida, aunque está bien situado, por la división del terreno donde Frei puede obtener apoyo. Piñera deberá buscar los votos que le faltan para la mayoría absoluta entre los seguidores del tercero en la contienda, Enríquez-Ominami, que concitó cierto apoyo entre jóvenes de la derecha, e intentar quitarle a Frei votos de los democristianos preocupados por la alianza a que este último deberá llegar con los comunistas. Piñera obtuvo más de 14 puntos porcentuales sobre Frei. Pese a la diferencia, las primeras cuentas que sacaron anoche los líderes de la Concertación no eran de desánimo. Sostenían que la suma de votos de los tres candidatos progresistas, Frei, Enríquez-Ominami y Arrate (55,95%), garantizaba una victoria en segunda vuelta. Atribuían la derrota a la incapacidad de las fuerzas progresistas para presentarse unida. En esa línea, tras conocerse los primeros resultados, Frei llamó a los votantes de Arrate y Enríquez-Ominami a sumarse a su campaña y expresar que la mayoría rechaza a la derecha. Pero mientras, Enríquez-Ominami dijo no sentirse propietario de los votos recibidos, y que aunque muchos lo esperaban, sentía que se le hacía imposible abusar de esa confianza. «No llamaré a endosar los votos», sostuvo, cerrando la puerta a un acuerdo con Frei. Entre tanto, Piñera garantizó que será «presidente de todos los chilenos» y resaltó sus coincidencias con la crítica de Enríquez-Ominami a la «fatiga de material» de la Concertación. La jornada se desarrolló sin incidentes y bajo un sol generoso en la mayor parte del país. Hombres y mujeres votaron por separado. Además de elegir presidente, se renueva la Cámara de Diputados y la mitad del Senado. El Partido Comunista obtuvo tres diputados, la primera vez desde el fin de la dictadura que entra en la Cámara. Piñera fue el primero en acudir a votar, rodeado de un enjambre de cámaras y reporteros, y acompañado por su esposa, Cecilia Morel. Al salir del recinto, en medio de gritos de sus partidarios, agradeció el apoyo dando «un mensaje de esperanza: vienen tiempos mejores para Chile». Con una campaña en la que ha ofrecido cambios, una mejor gestión del Estado, un millón de empleos, mano dura con la delincuencia y conservar lo mejor de la Concertación, y aprovechando el desgaste de los años de gobierno y la división de sus contrincantes, Piñera se ha mantenido al frente de todos los sondeos. A la misma hora, la presidenta Bachelet caminó desde su domicilio para ir a votar, trayecto en el que recibió aplausos y muestras de afecto. La presidenta resaltó que ésta es la elección número 26 desde 1989, dando siempre ejemplo de normalidad y haciendo que Chile sea respetado en el mundo. La presidenta dio a entender que la Concertación tiene la vista puesta en la segunda vuelta. Frei votó entre aplausos y pitidos en la región por donde es senador, en la ciudad de La Unión, 900 kilómetros al sur de Santiago. Se definen dos visiones de Chile, sostuvo, «no queremos un salto al vacío ni una vuelta al pasado (...). No creemos que las fuerzas del mercado y el dinero deben primar en una sociedad», planteó. Apuntó que, por encima del resultado de ayer, lo importante es que estará «en la papeleta de enero». «Y ahí ganaremos», dijo. Enríquez-Ominami viajó para votar hasta el elegante balneario de Zapallar, a 120 kilómetros de Santiago, en el distrito por el cual es diputado. Antes visitó en Santiago la tumba de su padre, Miguel Enríquez, que fue líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y murió en 1974 a manos de la DINA, el aparato represivo de la dictadura.