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Un presidente con Gobiernos volátiles

Juan Arias

Los ministros no duran mucho en los Gobiernos del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. La última fuga, la de la emblemática ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, ha puesto de relieve la enorme movilidad en los dos Gobiernos de Lula.

De los 37 ministros de su primer Gabinete, que supuso un cambio radical en la política del país con la llegada de la izquierda al poder, 30 ya están fuera. Sólo siete ministros de su primer Gobierno permanecen junto a Lula, de los cuales cuatro se han mantenido en el mismo cargo. Son Gilberto Gil, titular de Cultura ?que varias veces ha querido dimitir? y Celso Amorim, el poderoso canciller, junto a dos ministros de menos entidad, Luiz Dulci y Jorge Armando Felix. El resto de los de la primera hornada, Tarso Genro, titular de Justicia; Dilma Rousseff, ministra de la Casa Civil y Guido Mantega, ministro de Economía, tienen hoy diferentes carteras.

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Los ministros que dejaron el Gobierno lo hicieron por causas diversas: un buen número cayeron por escándalos de corrupción, entre los que figuran personajes de primera plana: los dos principales colaboradores de Lula en el pasado, José Dirceu (ex ministro de la Presidencia) y Antonio Palocci (ex ministro de Economía), así como Luiz Gushiken, Benedicta Silva y Emilia Fernandes.

Uno de los antiguos miembros del Gobierno de más relevancia, Cristovam Buarque, primer ministro de Educación, ex rector de la Universidad de Brasilia y senador, fue alejado del cargo por Lula mientras realizaba un viaje al exterior en nombre del Gobierno. Sus exigencias de reforma en materia de educación parecieron entonces excesivamente ambiciosas.

Curiosamente, el abandono de tantos ministros nunca ha hecho tambalearse la enorme popularidad de Lula, que ha sabido siempre separar su responsabilidad personal de la de sus más estrechos colaboradores, a los que vio salir del Gobierno como si no pasara nada. Lula se ha sentido tan fuerte personalmente que no ha dudado en ningún momento en cambiar ministros a su gusto, sobre todo si eran críticos con sus proyectos de hacer de Brasil una gran potencia económica y hasta militar.

Lula, en el centro, junto a  sus ministros al inicio de la primera reunión del Gobierno, en 2003 en Brasilia.
Lula, en el centro, junto a sus ministros al inicio de la primera reunión del Gobierno, en 2003 en Brasilia.EPA

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