La fiebre del 'tuneado' llega a Cuba
Los jóvenes de la isla gastan dinerales en accesorios para el coche
Pese a las particularidades propias de ser el último país comunista de occidente y de su heterogéneo parque móvil, Cuba no se libra de la fiebre del tunning o tuneado, como se denomina a la personalización de coches con accesorios y adornos.
Los cubanos, especialmente los jóvenes, se gastan grandes cantidades de dinero en accesorios, a los que llaman pacotilla,que consiguen de las maneras más inverosímiles para acicalar desde un Chevrolet de 1956 a un Fiat nuevo, pasando por los omnipresentes Lada y Moscovich rusos. "Claro que es un boom, todos los chicos quieren tener el carro con toda la pacotilla", dice Fran, un mecánico por cuenta propia que pasa por ser uno de los mayores expertos de La Habana en la instalación de equipos de sonido.
Hay teorías de todo tipo para explicar la avidez por el aderezo de los vehículos en un país donde el salario medio ronda los 17 dólares: desde el incremento de la entrada de divisas a través de profesionales cubanos en misiones en el exterior a la imposibildad de gastar los ahorros en otra cosa.
Pero, independientemente de los motivos, la fiebre por el tuneado deja al descubierto que la juventud cubana sucumbe, como sus coetáneos en países capitalistas, a una costosa práctica enfocada al cuidado de su imagen. La mentalidad de la juventud ha sido en los últimos años una de las principales preocupaciones para la jerarquía cubana, que ha reconocido "vicios" y "tendencias negativas" en la generación que creció durante el periodo especial declarado en la isla tras el derrumbe del campo socialista.
El ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, advirtió en diciembre de 2005 de que esa población juvenil, calculada en 2,5 millones, con "más información y más expectativas de consumo", constituye un "reto" para la continuidad del sistema. Bill tiene 22 años y asegura que se ha gastado alrededor de 9.000 dólares en un Moscovich de 1982 que frena con discos verde fosforescente y muestra un alerón trasero y espectaculares calcomanías de llamas negras.
Compró en una estación de servicio los adhesivos de disparos con que acribilló la parte trasera de su maletero, mandó hacer un tubo de escape cromado en un taller a las afueras de La Habana y le compró un alerón de metal con tornillos a "alguien que me lo ofreció en la calle". Cuando le preguntan de dónde sacó tanto dinero, simplemente se ríe, pero su motivación para dejar "diez puntos" el carro es, dice, que le "va bien con las jevas chicas]".
"Hay de todo [en los que vienen], pero hay muchos chicos jóvenes que tienen a sus padres trabajando para una firma extranjera, o que tienen un familiar que les manda dinero desde Europa o Miami [EE UU] y los hay que simplemente tienen una jinetera [prostituta]", explicó Fran. Sólo instala equipos de sonido porque es lo único para lo que tiene permiso, pero asegura que no da abasto colocando aparatos, que provienen fundamentalmente de Europa y Latinoamérica, en parte, a través de profesionales que trabajan fuera de Cuba.
"Hay mucha gente que se viene de Venezuela con una radio para él y se trae dos o tres para vender y aprovechar el viaje, además allá ganan en fulas dólares]", explica. Para otros, como Luis, un mecánico que dedica gran parte de su tiempo en convertir un viejo Oldsmobile Dynamic 88 de 1960 en una pieza de coleccionismo, el casi imposible acceso a un permiso para comprar un coche no deja muchas alternativas.
"La gente lo hace porque no puede comprar un carro, entonces, en vez de gastar el dinero en el carro nuevo lo gasta en el carro que tiene", dijo. En las tiendas del Estado, un amplificador puede costar 200 dólares y un equipo completo de sonido con amplificación, altavoces y reproductor "entre los 800 y los 2.000 o 3.000 dólares", según Raimat, vendedor de accesorios en uno de estos comercios.
Dice que tienen muchos clientes y que la gente compra todo, desde fundas para volante o asientos a dispositivos lumínicos, pasando por llantas o bocinas, eso sí, provenientes de otro país comunista, de China. "Es la moda, todos quieren ir a la moda, ven las cosas por televisión y quieren ponérselo a su carro", dijo.
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