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LA POSGUERRA DE IRAK

El Gobierno de EE UU ocultó el falso informe del uranio a los inspectores de la ONU

La CIA señala al 'segundo' de Condoleezza Rice como responsable de la inclusión de las acusaciones contra Sadam en un discurso de Bush

Estados Unidos recibió en otoño de 2002 los documentos que probaban que Irak había intentado comprar uranio a Niger para desarrollar un programa de armas nucleares. Ya antes había oído hablar de ello, pero no fue hasta después del verano cuando llegaron a poder del Departamento de Estado los papeles incriminatorios. El Gobierno se los pasó inmediatamente a los servicios secretos, pese a que "su autenticidad parecía dudosa", pero evitó proporcionárselos a los inspectores de Naciones Unidas, que se los habían pedido. La CIA confirmó la falsedad del informe y así se lo contó al Ejecutivo, pero a pesar de todo la insistencia de un miembro del equipo del presidente insistió en usarlo como base de una acusación contra Sadam Husein incluida en un discurso de George W. Bush.

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El origen de los papeles hay que buscarlos en Italia. Los servicios secretos de ese país se hicieron con ellos y se los pasaron a sus colegas británicos, que a su vez se los dieron a Estados Unidos. Pese a que los informes contenían errores de bulto, fueron validados por italianos y británicos. Sin embargo, en Washigton decidieron ponerlos en cuarentena por un tiempo. Las investigaciones de los servicios secretos permitieron concluir su falsedad, aunque las sospechas ya habían llevado al director de la CIA en persona, George Tenet, a persuadir a los hombres del presidente de que omitieses una alusión al respecto en un discurso del 7 de octubre.

Sin embargo Estados Unidos y el Reino Unido no renunciaron a dejar caer la acusación dentro del paquete de razones para justificar la guerra, así que los inspectores de la ONU terminaron por solicitar los informes en los que se basaba la afirmación. Corría el mes de diciembre. El Departamento de Estado no les proporcionó los papeles.

La frase de la discordia

Y así llegó el 28 de enero, el día en el que Bush tenía que dar su discurso más importante del año, el del estado de la Unión. Y el presidente leyó: "El Gobierno británico ha comprobado que recientemente Sadam Husein intentó comprar cantidades significativas de uranio en África". ¿Cómo es posible que Bush vertiera una acusación que los servicios secretos sabían que era falsa ante el Congreso?

La CIA dijo en un principio que le había advertido que no había pruebas para respaldar la afirmación, e incluso le había aconsejado que la borrase del discurso. Sin embargo, el Gobierno se encastillo en la defensa de la inocencia de Bush, hasta el punto de que al final el director de la agencia, George Tenet, terminó por asumir la responsabilidad última sobre la inclusión de la frase en el discurso. La Casa Blanca ya había admitido para entonces que la acusación era falsa, así que sólo quedaba por dirimir si el error de hacerla pública fue intencionado (lo que dejaría al presidente en una posición muy peligrosa, puesto que podría cuestionar la validez del resto de acusaciones que vertió contra el régimen iraquí para justificar la guerra) o fruto de un fallo, uno más, de los servicios secretos.

Llamada a la CIA

Y así quedó la cosa hasta que Tenet compareció el miércoles ante el Comité de Inteligencia del Senado y, bajo juramento, admitió que fue un hombre de Bush el que se empeñó en incluir la frase a sabiendas de su dudosa veracidad. Así lo desveló un senador demócrata ayer, y hoy The Washinton Post pone nombre al culpable. Según el diario, un día o dos antes del discurso un asesor del presidente, Robert Joseph, llamó a la CIA para preguntar si podía incluir la acusación del uranio.

Joseph es un hombre de la máxima confianza de la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice. En la CIA le respondió Alan Foley, un alto cargo, que el miércoles le aseguró al comité parlamentario que había recomendado no incluir ninguna mención en el discurso a una cuestión que ellos creían falsa, pese a que los británico seguían dando por buena. La Casa Blanca sigue enrocada y asegura que los servicios secretos dieron su visto bueno a la frase, mientras discute con los senadores cómo solucionar la espinosa cuestión, que ha dejado al descubierto un flanco del presidente.

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