La Alianza entra en Kunduz y culmina el control de la zona norte
Las fuerzas antitalibanes dan por "liberada" la ciudad pero reconocen que todavía existen pequeños focos de "resistencia"
"Tenemos prácticamente el control de toda la ciudad, pero algunas pequeñas unidades siguen resistiéndose, y espero que para la noche todo haya terminado". Un portavoz oficial de la Alianza resumía con estas palabras la situación de la sitiada Kunduz tras casi dos semanas de asedio por las tropas antitalibanes.
La Alianza ya había anunciado que para el domingo se haría con el control del último bastión de los talibanes en el norte de Afganistán, y las últimas informaciones indican que el objetivo militar se ha visto cumplido.
Sin embargo, las tropas de la Alianza están "peinando" y "limpiando" Kunduz calle por calle y casa por casa en busca de los últimos defensores que optaron por no rendirse, según ha informado hoy el mismo portavoz.
El ministro de Exteriores de la Alianza, Abdulá Abdulá, ha sido categórico: "Kunduz ha sido liberada". Pero también ha reconocido que quedaban todavía focos o "bolsillos" de resistencia.
Al parecer, algunos de los talibanes han huído hacia el oeste y se han parapetado en la aldea de Chardará, a unos cinco kilómetros de Kunduz, según ha informado uno de los comandantes de la coalición antitalibán, Mohamed Daud Jan.
Una columna de soldados de la Alianza "persigue" a los talibanes, presumiblemente miembros extranjeros en su mayoría de Al Qaeda, la red terrorista fundada por Osama Bin Laden, ha agregado el comandante.
Tras dos días de asalto masivo por cuatro flancos y una noche de tiroteos ininterrumpidos, la mañana del lunes amaneció con el ruido de disparos de artillería y carros de combate, supuesto aviso de que toda resistencia era ya inútil.
Dos semanas de asedio
A las dos semanas justas de hacerse fuertes miles de talibanes y voluntarios extranjeros de Al Qaeda, el último baluarte talibán en el norte de Afganistán ha caído en manos de la Alianza, con más lucha de la prevista por sus propios mandos.
Desde el pasado día 12, Kunduz se ha convertido en un fortín y también en una ratonera para los miles de combatientes talibanes que huian de la ofensiva masiva lanzada por la Alianza el día 9 en Mazar-i-Sharif, al oeste, Talokán, al este, y Jolm, al sur.
En el interior de la ciudad, según diversas fuentes, se llegaron a juntar 20.000 talibanes y de 1.000 a 10.000 "mercenarios" extranjeros, entre ellos chechenes, pakistaníes, saudíes, uigures chinos, bangladeshíes y otros.
Fuera se apilaron hasta 12.000 combatientes de la Alianza, un número menor pero con un arsenal de armas pesadas y vehículos blindados.
Además, la Alianza contó con los contundentes bombardeos de B-52 y cazas estadounidenses, que destruyeron poco a poco las posiciones en la línea defensiva exterior y minaron la moral de los sitiados.
Pero el mando político y militar antitalibán prefirió dar tiempo al tiempo y tomar la ciudad como había hecho con otras localidades y como hizo luego con algunas más en su fulgurante avance hacia Kabul: casi sin combatir cuerpo a cuerpo.
Las negociaciones para la capitulación pacífica se alargaron días y días, con al menos cuatro ultimátum sucesivos de la Alianza y unas condiciones de los talibanes que al final frustraron el trato.
Los generales Daud y Abdul Rashid Dostum negociaron cada uno por su lado con diferentes comandantes talibán, pero ambos prometieron la amnistía y un "abrazo a los hermanos afganos" talibán que excluía expresamente a los "extranjeros".
Labor de la ONU
Un intento para que la ONU supervisara la rendición y salida con salvoconducto hacia sus países de origen de esos extranjeros también cayó en saco roto: muchos militantes fanáticos no querían rendirse y los jefes militares de la Alianza bloquearon el perdón.
"Son terroristas, asesinos", dijeron una y otra vez en alusión al asesinato el 9 de septiembre del que fue máximo líder de la Alianza, Ajmed Shah Masud, atribuido a un comando suicida de Al Qaeda.
Mientras corrían los plazos y seguían las negociaciones, por las noches fueron saliendo miles de habitantes, despavoridos ante una potencial carnicería, que se temía fuera la mayor de la guerra.
También huían del caos que se había instalado en Kunduz, donde los "extranjeros" se hicieron dueños absolutos y protagonizaron unas escenas de horror, según algunos testimonios de los refugiados, como el asesinato de unos niños en la calle por reirse.
Otros refugiados contaron casos de matanza de talibanes a manos de los mercenarios por pretender rendirse, aunque muchos sí lograron escapar los últimos días y entregarse a las unidades de la Alianza.
Durante el jueves y viernes pasados, el goteo de talibanes que se rendían se convirtió en marea, unos en dirección a Talokán y otros a Mazar-i-Sharif, donde el general Dostum inició su avance.
El sábado, Dostum entró en Kunduz y poco después lo hizo Daud, no sin que antes llegara por el sur para ponerse al frente el asalto el general Mohamed Fajim Jan, lugarteniente y sucesor de Masud como ministro de Defensa de la Alianza.
Pero el temido baño de sangre que se evitó en Kunduz se trasladó a Mazar-i-Sharif, en una revuelta de los combatientes extranjeros encerrados en la prisión de Qalai Jangui.
Mazar sumó esta matanza a su triste historia: en 1997 los hombres de Dostum mataron allí a 3.000 talibanes y en 1998 éstos asesinaron a unos 8.000 habitantes de las etnias uzbeka, tayika y hazara.
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