El mañana está aún más lejos en Argentina
El país está sumido en dos confusiones: cree que es rico y que el peronismo es de izquierdas


La influencia del ofrecimiento de Donald Trump de conceder un inédito paquete de ayuda financiera a Argentina, mejor dicho a su actual presidente, Javier Milei, que se sometía a unas elecciones parlamentarias parciales, quizás no ha sido tan decisiva en la inesperada victoria de Milei como algunos expertos aseguran, pero sí plantea una pregunta: ¿hasta qué punto la Administración de Trump quiere recuperar un liderazgo estadounidense desproporcionado en América Latina, como ejerció en épocas pasadas?
El próximo 16 de noviembre se celebran elecciones presidenciales en Chile, con un resultado muy incierto entre una candidata que reúne a toda la izquierda (pero que, por primera vez desde hace décadas, es dirigente del Partido Comunista) y José Antonio Kast, candidato de la derecha extrema, que mira de reojo al diputado aún más ultraderechista Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario). El Gobierno saliente del joven Gabriel Boric, del Frente Amplio, de izquierda, ha hecho un trabajo importante, que algunos califican de moderado, pero la Constitución no permite renovar mandatos presidenciales seguidos.
El 30 del mismo mes de noviembre se celebran elecciones presidenciales y legislativas en Honduras, país centroamericano gobernado en la actualidad por un partido de izquierda y una presidenta, Xiomara Castro. Su nueva propuesta es Rixi Ramona Moncada, pero quien aparece primero en las encuestas es un candidato, Salvador Nasralla, del Partido Liberal, aunque defensor del modelo salvadoreño. Pelea en ese puesto con el candidato del Partido Nacional, el exalcalde capitalino Nasry Asfura, representante de la derecha más clásica hondureña. Estados Unidos ejerce su influencia en el país, no tanto directamente como a través de fundaciones religiosas y fuertemente ideologizadas, que apoyan sin matices a Trump y casi monopolizan la educación superior.
No es el caso de Argentina, donde la educación es estatal y obligatoria desde hace casi dos siglos, gratuita a todos sus niveles, incluyendo la universidad. De hecho, la universidad pública argentina ha producido tres Premios Nobel de Medicina y Química (también hay dos Premios Nobel de la Paz argentinos) y está reconocida internacionalmente. Incluso la educación superior en manos privadas cuenta con algunas instituciones notables.
En Argentina es muy posible que la influencia de la ayuda ofrecida por Trump, con ser importante, no haya sido decisiva. El país vive desde hace décadas en un mundo de confusiones. Cree que es rico, cuando sólo lo es en recursos naturales, pero no es capaz de crear el valor añadido necesario para su economía. La tierra de cultivo, una de las más fértiles del mundo, está casi monopolizada por la soja, cuya siembra, recogida y venta está en manos de unas pocas y grandes empresas agropecuarias, que alquilan las parcelas a sus propietarios y se encargan hasta de llevar las enormes cosechadoras y contratar la interminable fila de camiones que llevará el producto hasta puertos fluviales del río de la Plata, camino de medio mundo. Mientras, los propietarios de las parcelas viven retirados en los pueblos cercanos con periódicas escapadas a Uruguay para convertir los pocos excedentes monetarios en dólares y proteger su futuro.
La segunda confusión importante es que una parte notable de la población cree que el peronismo es un movimiento de izquierda, cuando es un espacio ocupado por distintos grupos ideológicos y de intereses. Perón no fue nunca de izquierdas ni tuvo en su cabeza un ideario semejante. Su modelo, donde se inspiró, fue en el Estado corporativo de Benito Mussolini. Y Argentina sigue teniendo una estructura del Estado fuertemente corporativizada. Medio país odia al peronismo con la misma fuerza con que otra parte lo venera. La victoria del peronismo en la Provincia de Buenos Aires, ocurrida poco antes de su derrota en las legislativas, puede responder a la profunda desconfianza que empieza a suscitar Milei, incluso entre los no peronistas. Pero en las legislativas, la idea de que Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires, controlara también la Cámara de Diputados y del Senado llevó a la movilización de los incluso desconfiados. La victoria del partido de Milei en las legislativas parciales es en buena parte una victoria de la resignación. Si continúa Milei en el poder sobreviviremos hoy, aunque es posible que naufraguemos mañana. Pero a los náufragos les preocupa más el hoy que lo que vaya a pasar mañana. Mañana está lejos en todas partes, pero más aún en Argentina.
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