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Punto de observación
Columna
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Años agotadores: entre un Gobierno sin margen y una oposición sin propuestas

Si no aprueba los Presupuestos, el Ejecutivo no contará con fondos extra para resolver los dos problemas más serios de los ciudadanos: vivienda y pérdida de poder adquisitivo

Opinión Soledad Gallego-Díaz
Soledad Gallego-Díaz

La fragilidad con la que se está desarrollando esta etapa de regreso al poder del Partido Socialista permite creer que cuando llegue el momento de pasar de nuevo a la oposición, lo hará exhausto y, seguramente, sin un líder claro. La verdad es que no será la primera vez que eso ocurre, porque en las dos ocasiones en las que se ha producido ese tránsito (fin del periodo de Felipe González y fin del periodo de José Luis Rodríguez Zapatero) ha ocurrido lo mismo. El tránsito se ha hecho de la peor manera posible. La sucesión de Felipe González se hizo en medio de fuertes disputas internas (y lo pagó Joaquín Almunia, que se hizo cargo de la transición, pero en pésimas condiciones), y la de Rodríguez Zapatero no fue distinta, con el enfrentamiento entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón, que se decantó a favor de Rubalcaba, pero sin ofrecerle tampoco la menor posibilidad de éxito electoral.

Según lo manifestado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la entrevista con Pepa Bueno, en TVE, con o sin presupuestos, piensa cumplir la totalidad de su mandato, es decir, no convocar elecciones hasta julio de 2027. Tal y como y como están las cosas, significa que los ciudadanos tienen por delante otros dos años en los que la oposición se limitará a intentar movilizar a la opinión pública contra una persona, Pedro Sánchez, sin ofrecer un programa de cambio político, y el Gobierno se mantendrá en La Moncloa con continuos episodios de clara inestabilidad, apostando por el posible efecto movilizador en la izquierda de la convergencia PP/Vox, pero sin disponer de fuerzas ni ánimos para reunir un grupo de caras nuevas con ideas que permita llegar a 2027 con cierta solvencia, si no en las elecciones generales, sí al menos en las municipales y autonómicas, de manera que su partido conserve un cierto poder territorial.

En esta ocasión, explicó el presidente, el Gobierno presentará en el Congreso un proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2026, lo que ya es un avance respecto al año pasado, en el que no se cumplió, ni tan siquiera, con ese mandato constitucional y se prorrogaron los presupuestos de 2023 sin ningún paso intermedio. Presentarlos no implica que el Gobierno considere necesario disponer de la confianza del Congreso para poner en marcha esas nuevas cuentas. Si la Cámara los rechaza, se prorrogarán de nuevo los de 2023, es decir, se habrá gobernado toda la legislatura con unas únicas cuentas, algo verdaderamente insólito.

Sánchez aludió en la entrevista a los Fondos Europeos y pareció dar a entender que la entrada de ese dinero servirá para aliviar las estrecheces del presupuesto de 2023, pero eso no es posible porque el dinero procedente de esos fondos tiene que destinarse a los capítulos marcados por Bruselas. Quiere esto decir que el Gobierno no dispondrá de fondos extra para intentar resolver ninguno de los dos problemas más serios que enfrenta la economía española este curso: la escasez de vivienda y la insuficiente capacidad adquisitiva de los salarios. Podrá mover dinero de unas partidas a otras, como ha hecho en 2025 para encontrar los 14.000 millones de euros que tenía que destinar a Defensa, pero, por mucho que mueva las partidas, el esquema de gasto será el de 2023.

Es cierto que la economía española crece a un ritmo superior a la media europea, movida sustancialmente por el turismo internacional, el sector energético, que por primera vez y gracias a las renovables está haciendo una aportación fundamental al crecimiento del PIB, y, también y de manera muy importante, por la inmigración que aporta mano de obra barata y eficiente. Pero la cuestión es que los presupuestos de 2023 son insuficientes para realizar el esfuerzo inversor necesario en áreas a las que no alcanzan los fondos europeos.

Se da por supuesto que nadie en el Partido Socialista está dispuesto a pedirle al presidente que estudie la manera de escribir un último capítulo de su gestión menos doloroso. Pero es también difícil creer que no existan en el PSOE alcaldes y políticos que aspiren a ejercer el poder territorial, dispuestos a pedir una nueva y mejor reflexión sobre cómo preparar las elecciones municipales y autonómicas 2027, para no sufrir un resultado tan desmoralizador como el soportado en los últimos comicios. El PSOE necesita un grupo de personas que respalde al presidente, evidentemente, pero que lance ideas capaces de atraer a esa opinión pública. Seria espantoso que la legislatura acabase con un Partido Popular convertido en un puro dóberman sin otra idea que la repugnante de morder al presidente en la yugular y un Partido Socialista capaz de defender minuto a minuto a Pedro Sánchez, pero incapaz de presentar un pequeño grupo de caras nuevas, solventes, con fuerza e ideas.

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