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Trabajar cansa
Columna
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Karla Sofía Gascón: la liberación de los cuñados en cuerpos equivocados

En ‘Emilia Pérez’ un temible narco vive atrapado en un cuerpo que no siente suyo y cambia de sexo. Pero, por lo visto ahora, la historia sería casi más transgresora con un señor muy de derechas que quiere ser señora

Karla Sofía Gascón
Karla Sofía Gascon durante el estreno de 'Emilia Pérez' en México, el pasado 15 de enero.Ismael Rosas (Future publishing
Íñigo Domínguez

Lo de Karla Sofía Gascón, pese al mal momento para ella, puede redundar en una sociedad mejor. No se puede negar que ha roto un estereotipo: un trans puede ser de derechas, por qué no. Ha derribado barreras y ganado espacios de libertad para este colectivo. Se les aprisionaba en el perímetro de la izquierda y muchas podían sentirse, autopercibirse de derechas, pero no lo podían expresar. Piensen en el drama de sentirse de derechas en el cuerpo equivocado. Esto, de paso, diluye prejuicios en la derecha, donde podían pensar, automáticamente, que un trans es de izquierdas y discriminarlo. Ya no. Un señor de Vox, que antes veía un seguro seguidor del golpista Sánchez, ahora pensará: no tengamos prejuicios, a lo mejor es como la actriz esa y es de los nuestros. Esto abre espacios de convivencia hasta ahora vedados.

Deberíamos dejar de funcionar maquinalmente clasificando a la gente por categorías. No sé, por ejemplo, si un trans facha, diciendo estas cosas en Cannes, hubiera tenido el mismo éxito. ¿Y qué habría pasado si luego aparecen viejos tuits suyos muy de izquierdas? Pues ni por esas se hubiera redimido, se pensaría que de verdad seguía siendo lo que es, porque en el mundo del espectáculo no sale a cuenta ser facha (ahora, antes era secundario, salvo en la caza de brujas de McCarthy de los años cincuenta).

Por eso no entiendo por qué esta polémica debería perjudicarle para el Oscar, a menos que fueran sus ideas las que le daban puntos y, al no ser las que se pensaban, se los quitan. Es decir, que no se juzgara solo su talento como actriz. Esto a ella misma le tiene que fastidiar mucho. De hecho, lo dijo tras su candidatura al Oscar: “Ya es hora de hablar más de mi trabajo actoral y separarse de las polémicas sobre lo trans”. Pero quizá estaba atrapada en un personaje que no era ella, una especie de embajadora de los derechos humanos, que tal vez le convenía interpretar. Ser un símbolo, y saberlo, es terrible, exige mucho. Y ahora Netflix se la carga de la promoción porque no tiene las ideas adecuadas para la venta del producto. No quiero ni pensar qué habría ocurrido si hubieran descubierto tuits machistas de la protagonista de Barbie. Nos venden las ideas como palomitas.

Es curioso, el lío refuerza la idea de la película. En Emilia Pérez alguien que no te esperas, un temible narco, vive atrapado en un cuerpo que no siente suyo y cambia de sexo. Pero, por lo visto ahora, la historia sería casi más transgresora con un señor muy de derechas que quiere ser señora. La liberación de los cuñados atrapados en cuerpos de hombre empieza hoy. Cuántos habrá que solo ahora, y no antes, se sienten identificados con Karla Sofía Gascón, qué liberador habrá sido para ellos. En las próximas cenas navideñas puede haber sorpresas, quién sabe cómo se presentarán algunos, pero despotricando contra los moros y las paguitas igual que siempre.

Con todo, no se valora que esta actriz dijera esas cosas cuando no era nadie (la atracción fatal de las redes, la fama de los pobres), pero al ser famosa decidiera cortarse. Este es el sano principio original del fenómeno woke, luego degenerado: no decir barbaridades en público, por educación y respeto, en aras de la convivencia. Lo contrario de lo que fomenta la extrema derecha: la libertad para decirlas, la mala educación y el desprecio a personas que deben ser expulsadas de la comunidad. La mayor paradoja de todo esto es que comentarios así le puedan costar el Oscar a esta mujer, cuando con ellos podría perfectamente ser presidenta de EE UU. En un mundo ideal, ella debería poder ganarlo y Trump habría perdido.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
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