Un partido sin árbitro es imposible
En este ambiente de nerviosismo general, una de las peores cosas es el protagonismo de la judicatura, indeseado o deseado, según. Todos ponen un poco de su parte y todos tienen razón en algo, nadie se ha vuelto completamente loco
El otro día en el Congreso individuos con banderas de España insultaban a los periodistas. Qué recuerdos, en los noventa en el País Vasco lo hacían bravucones con ikurriñas que pintaban dianas en las paredes. En 2015 los que te insultaban en el Congreso eran chavalotes muy de izquierdas que presumían de cómo lo rodeaban. Luego, en Cataluña, otros pollastres con banderas catalanas. Ya ven, toda una vida manipulando todo a la vez en todas partes, incluso contra intereses opuestos. Finalmente, el otro día insultó a los periodistas de este diario un juez que chapotea en redes sociales. De todos estos sujetos el único que me preocupa es este último, los otros tienen derecho a decir tonterías, pero un juez se supone que no. Con los otros solo esperas no encontrártelos por la calle a solas, con un juez esperas que no te toque en un tribunal, aunque vayas con tu abogado.
En este ambiente de nerviosismo general, una de las peores cosas que están pasando es este protagonismo de la judicatura, indeseado o deseado, según. Aquí todos ponen un poco de su parte y todos tienen razón en algo, nadie se ha vuelto completamente loco. El Supremo acaba de dar un palo al fiscal general, Álvaro García Ortiz, porque incurrió en una “desviación de poder” al ascender a su predecesora, Dolores Delgado. Pero el Gobierno le va a renovar. Que una ministra de Justicia, Delgado, pasara a ser fiscal general ya era raro. Pero casi más que otro ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, se sentara en el Constitucional hace un año. Claro, ahora se abstendrá en los recursos contra la amnistía porque como ministro dijo que era “claramente inconstitucional”. Hombre, más que abstenerse, podría mantener lo que dijo, pero no, según la ley no debe pronunciarse sobre asuntos en los que intervino, cosa bastante razonable. Igual que otra magistrada del Constitucional, Laura Díez, exalto cargo del Ministerio de la Presidencia. Estas marcianadas han pasado con Pedro Sánchez. Obviamente, luego tenemos el mamoneo con la renovación de los miembros del CGPJ, bloqueada por el PP mientras clama que se incumple la Constitución. Podrían dimitir todos, pero ahí siguen cobrando, aunque se les acabó el contrato hace cinco años.
También hay un juez creativo que sostiene que lo del señor al que le dio un infarto en el aeropuerto del Prat con el Tsunami Democràtic fue terrorismo. Yo creo que se queda corto, el estrés que padecieron los patos del Llobregat merecería barajar también el delito ecológico. A ver dónde llega, yo tengo curiosidad, hay récords. Llevamos casi cuatro años con una macrocausa contra Podemos, el caso Neurona, en el que parece que bastaba eso, una neurona, para archivarlo desde el principio. Pero diez líneas de investigación, que se han ido desinflando, han permitido un salaz entretenimiento a la prensa de derechas.
Lo ideal sería que bajaran los humos. A mí que esté en riesgo la separación de poderes me parece una tontería, como que se rompe España y no digamos lo del golpe de estado y la dictadura. Pasará el tiempo y veremos esto como una gran ida de olla de esas por las que pasamos de vez en cuando. Ya habrá otras elecciones y los ciudadanos decidirán. Según cómo llegue Sánchez en su marcador de trolas y cómo esté de asalvajada la ultraderecha, la gente verá. Pero los jueces deberían mantenerse al margen. Lo decía un árbitro esta semana: “Con este clima de crispación, los jóvenes no van a querer ser árbitros (…) Será un problema grande, porque no nos olvidemos que un partido de fútbol sin un árbitro es imposible”.
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