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Punto de observación
Columna
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Beber veneno y esperar que se mueran tus enemigos

Antes de usar sus afiladas lenguas contra sus compañeros, algunos socialistas y podemitas podían pedir que gane quien gane las elecciones, no se debe volver a ejercer así la oposición

Soledad Gallego-Díaz
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

Beber veneno y esperar que mueran tus enemigos. La frase, atribuida a Nelson Mandela, puede quizás representar hoy día a un sector de los representantes más conocidos de la izquierda española, tanto en el PSOE como en Podemos, que permanece desmovilizado y en silencio, o que incluso hace demostración de su desapego a quienes formalmente les van a representar en la próxima contienda electoral, sacando a pasear sus afiladas lenguas y sus agudos ingenios. Quizás, antes de ironizar con Mélenchon o Dior o de expresar agradecimientos puntuales, deberían aprovechar para decir en voz alta que, gane quien gane las elecciones, no se debe volver a ejercer así la oposición.

Porque lo más inquietante de su actitud es que puede interpretarse como que convalidan la manera en que se ha venido haciendo oposición en España durante estos cuatro años o que no le conceden mayor importancia. Pero, por mucho que se alegue que no ha sucedido nada especial, diferente a lo de otras legislaturas, la verdad es que las prácticas políticas y parlamentarias de la oposición durante estos cuatro años deberían causar asombro. Imposible dar por olvidado que el Partido Popular ha sido capaz de bloquear, nada menos que durante toda la legislatura, el funcionamiento de una institución del Estado, el Consejo General del Poder Judicial, o que se ha llegado a calificar al Gobierno de ilegítimo y a oponer directamente a su presidente a España. No es verdad que se trate de prácticas parlamentarias corrientes. Ni en España ni en otros países con sistemas democráticos similares.

Durante toda esta legislatura, la oposición se ha esforzado por conseguir que los ciudadanos confundieran lo que son acuerdos puntuales con otros grupos parlamentarios (ERC, Bildu, PNV) para lograr la aprobación de determinadas leyes con los llamados pactos de legislatura. El PSOE llegó a ese pacto de gobierno exclusivamente con Podemos, claramente explicitado, y sobre el funcionamiento y balance de ese pacto hubiera sido muy razonable que girara la oposición, no sobre acuerdos de legislatura con otros grupos que nunca existieron. El líder de la oposición Alberto Núñez Feijóo, ha llegado a prometer al inicio de esta campaña que, si puede, revisará todas las leyes que contaron con el voto a favor de Bildu, una iniciativa que seria absurda sino fuera porque contribuye a alimentar esa perversa barahúnda. ¿Qué hará Núñez Feijóo si llega a ser presidente del Gobierno y su propuesta de bajada de impuestos contara con el voto a favor de Junts per Catalunya, un partido de derechas, pero radicalmente independentista y cuyo líder, Carles Puigdemont, esta huido de la justicia? ¿Renunciará a la ley? ¿retirará el texto para revisarlo?

Un tercio de la campaña que ahora comienza debería tratar sobre el balance que puedan presentar unos y otros, en el gobierno de coalición y en la oposición. Otro tercio suelen ser los programas, o al menos, sus prioridades. Y el último, la visualización de equipo que acompañará a cada candidato, caso de llegar a la presidencia del gobierno, muy especialmente su economista de cabecera. Hasta ahora, sabemos quién encabeza el equipo económico del candidato socialista, la actual vicepresidenta, Nadia Calviño, cuyo balance ofrece datos indiscutibles, ratificados por el Banco de España. También conocemos quien encabezará el equipo de Yolanda Díaz, en Sumar. Será Nacho Álvarez, actual secretario de Estado de Derechos Sociales, un economista del que tampoco hay dudas sobre su capacidad. Núñez Feijóo no ha querido aclarar nada al respecto en las varias entrevistas que ha mantenido hasta ahora. Saber quién se haría cargo de la política económica en el caso de que gane las elecciones, qué experiencia tiene y cuál es su trayectoria, es, sin embargo, un dato imprescindible, no solo para saber cómo enfocará la situación económica en España sino para saber qué defenderá en Europa. Basta con recordar a Luis de Guindos, ministro de Economía de Rajoy, que sigue defendiendo en el Banco Central Europeo la subida de las tasas de interés y que es partidario de exigir grandes recortes en el gasto público. Alguien como él en el Consejo de ministros de Economía de la Unión Europea, alineado con los partidarios de una nueva etapa de austeridad, puede provocar un giro brutal en la política económica europea y española.

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