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Trabajar cansa
Columna
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Ver el mundo al revés le da a todo más sentido

Habría que analizar la facilidad de las nuevas generaciones para hacer colas. Fascina que no tengan nada mejor que hacer

Grupo de fans hacen cola en el concierto de Harry Styles
Un grupo de fans hace cola a la entrada de un concierto de Harry Styles, en el Johan Cruyff Arena (Ámsterdam), el pasado 4 de junio.KOEN VAN WEEL (EPA/EFE)
Íñigo Domínguez

El otro día hubo una aurora boreal por Almería, no sé si se han enterado. Fue solo la típica noticia local. Creía que era cosa del círculo polar ártico, pero no. Es más, así descubrí que la última vista por aquí fue en enero de 1938, en plena Guerra Civil. Imaginé un soldado en las trincheras en una noche del frío invierno, en medio del horror y del absurdo, que divisa una tormenta solar de colores en el horizonte. Qué pensaría, que se acababa el mundo, o que era un destello de belleza, una señal de esperanza. Cuando volvió la oscuridad, no sabría qué pensar del futuro.

Asocié esto a algo que leí luego en este periódico. Ese año, en la primavera de 1938, le pegaron un tiro en la cabeza a un soldado, y a lo mejor era el mismo, el de la aurora boreal (yo es que creo que era el mismo), porque no le pasó nada. Sobrevivió milagrosamente, pero con una leve alteración: veía el mundo al revés, cabeza abajo. Así estuvo toda la vida, y supongo que una dictadura se hace más llevadera, aunque en ese mundo al revés una cosa se mantuvo firme, una referencia fiable: murió en los años noventa y nunca cobró la pensión de herido de guerra. Al menos una certeza en la vida la tuvo.

Entonces pensé: si la última vez que vimos una aurora boreal en este país hubo gente que empezó a ver el mundo al revés, quizá se está repitiendo este portentoso fenómeno, y afecta ya a una mitad de la población. Esto explicaría por qué tenemos dos visiones de la realidad tan opuestas, irreconciliables, y vamos a votar como a una bronca. O que interpretes al revés los datos económicos del Eurostat para España.

Desde luego yo veo cosas, no sé, como si todo el mundo se hubiera vuelto loco. Mencionaré una. En Barcelona habrá un concierto de Harry Styles (había puesto “un tal” Harry Styles, pero veo que es famosísimo y lo he quitado, es importante que yo parezca una persona bien informada). Un grupo de chicas ya hace cola para coger sitio… ¡cinco semanas antes! El concierto es el 12 de julio. Se han ido a vivir allí, un mes de su vida, con mantas y sillas de playa, un planazo. Han creado una pequeña comunidad con sus reglas, para guardarse el sitio. Pasan lista a horas fijas, tienen pulseritas identificativas. Cuánto talento desperdiciado. Habría que empoderarlas un poco, que no se rebajen tanto. Perdón, que he leído que decir empoderar ya está mal visto (también), porque implica condescendencia, como de hecho se acaba de comprobar. En previsión de insultos de fans, recuerdo el lema de este chico: “TPWK”, iniciales en inglés de “Trata a la Gente Con Amabilidad”.

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En todo caso, habría que analizar la facilidad de las nuevas generaciones para hacer colas, por cualquier cosa. Al margen de que es fascinante que no tengan nada mejor que hacer, ese vacío existencial, intriga mucho el porqué. Antes nada merecía tanto la pena, no lo habría hecho nadie ni por los Beatles, y al sermón de la montaña seguro que llegaron esa mañana. Quizá es el deseo de asegurarse de que un ídolo es real, saturadas de TikTok.

Pero lo más asombroso estaba el otro día en las portadas de los diarios, que tenían lo de siempre, y en una esquina, este titular: “La Tierra supera casi todos los límites que la hacen habitable”. Como diría Forges: “Adivine en 10 segundos de qué se habló todo el día. Efectivamente”. De esto no se habló, pero nada de nada. Triunfan las noticias falsas y las reales más estremecedoras hacemos como que no las vemos. Ver el mundo al revés tal vez sea nuestra última religión, le da a todo más sentido.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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