Este verano será maravilloso, plantéatelo así
Si debo elegir entre Sánchez o España, ¿entonces es Feijóo o Finlandia? Lo pregunto porque me planteo cómo podría yo, aunque sea por mero oportunismo, subir a esta poderosa ola azul. Me gustaría que me lo explicaran, pero no explican nada
Lo bueno de votar en julio es que si esa tarde asumes que el ministro de Cultura puede ser de Vox te puedes sumergir en tinto de verano y olvidarte de todo porque estás de vacaciones. Lo único seguro es que este verano será maravilloso, plantéatelo así, como cuando era el último antes de que empezara lo malo. El problema será volver, a lo mejor alguno ni vuelve. Cuánto me gustaría ver esto de lejos, de corresponsal en Paramaribo o así. Venir de vez en cuando, que la gente te contara catástrofes, y te alegraras de irte, dejar atrás el sectarismo, los periódicos majaras. Pero aquí estamos, ese es el problema. Y Feijóo dice que “hay que elegir entre Sánchez y España”.
El concepto de la anti España lo inventó el historiador Marcelino Menéndez Pelayo en un libro de 1880, Historia de los heterodoxos españoles. Heterodoxos eran aquellos que son españoles por el DNI, pero en realidad no lo son, pues lo que piensan hace que no sean verdaderos españoles, y están entre nosotros, como infiltrados. Consagró otro concepto: el enemigo interno. Los verdaderos españoles eran católicos y creían en la mística de la nación, frente a todo lo moderno, lo liberal, lo socialista, nacionalismos periféricos. Esta estupidez, perfecta para nuestra manía de dividir en buenos y malos, ha sido la idea más magnética para la derecha española durante décadas… hasta hoy. Y eso es lo que desconsuela, supongo que porque sigue funcionando. Si debo elegir entre Sánchez o España, ¿entonces es Feijóo o Finlandia? Lo pregunto porque me planteo cómo podría yo, aunque sea por mero oportunismo, subir a esta poderosa ola azul. Me gustaría que me lo explicaran, pero no explican nada. No hay ideas, es solo cuestión de sensaciones.
Feijoo habla de volver “a los valores que nos son propios como sociedad”. Cada vez más etéreo, pero igual: quien piense de otro modo muy español no es. Por otro lado, la derecha española ya ni siquiera es cristiana. Estamos en las cañas, la libertad, el pelotazo, esa religión. Luego el plan es el de siempre, basta ver el lema del PP, como si ya se remangaran: “Preparados” (léase “iros preparando”). Para qué explicar nada si ya se vota como reacción alérgica, por intolerancia. Mis conocidos de derechas tienen un rechazo prepolítico, instintivo: con el PSOE podían convivir, al fin y al cabo parecen españoles, se visten normal. El problema es con quién se juntan. Yo creo que a los españoles, nada prácticos, en realidad no les gusta la política, el incordio de llegar a acuerdos con gente que te cae mal.
Ahora bien, tampoco se ha oído mucha autocrítica en el Gobierno. Pero todos sabemos lo que pasa. Puedes recordar el salario mínimo, sí, pero la gente se quedó con tres cosas que le cabrearon: la chapuza del sí es sí, la bajada de pantalones con ERC modificando la malversación y andar hablando con Bildu. Da igual que gracias a ellos apruebes la reforma laboral, como si son las vacaciones gratis, se ve que parece secundario frente a unos principios (hacer bien tu trabajo, no un churro; no favorecer al delincuente; ni agua a quien no condena la violencia). Curiosamente, nada tienen que ver con la ideología. No sé si es un defecto o una virtud, pero así somos los españoles, de blanco o negro, y quien gobierne debe saberlo, calcularlo mejor o colarlo mejor. Recuerden el 11-M: miles de personas cambiaron su voto en dos días porque el Gobierno mentía. Dio igual lo bien que iba España. Le pasó al PP, y tampoco se lo explican todavía.
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