Increíble pobreza de adjetivos
Las palabras son baratas, y retratan las carencias del pensamiento o sus caudales
Increíble, increíble. Veinte veces increíble. Treinta veces increíble. Es el adjetivo preferido por deportistas, cantantes, cocineros, artistas en general y demás familia cuando han de comentar ante el micrófono un gran éxito. Primero dicen “la verdad que”, y luego repiten “increíble” en cada frase. Increíble el apoyo del público, increíble el ambiente en el concierto, increíble haber recibido ese premio. Increíble que digan tantas veces increíble.
Muchas celebridades que hablan en público no tienen por oficio la palabra, y por tanto no cabe exigirles nada. Otro asunto es lo que cada uno se exija a sí mismo y la imagen que desee mostrar ante los demás. Las palabras son baratas, y su pobreza o su variedad retratan las carencias del pensamiento o sus caudales. Vale la pena prestarles atención.
El adjetivo “increíble” ofrece expresividad, no digo que no. Es rotundo, señala algo que sobreviene, que se presenta de súbito. Por ejemplo, la repentina herencia de un tío en América; algo increíble, ya se ve. O sea: “Lo que no puede creerse”, como dice el Diccionario en la primera acepción; o lo que es “muy difícil de creer”, según matiza la segunda, abriendo la mano.
Pero habrá quien vea raros estos increíbles “increíbles” de esas declaraciones cuando se refieren a hechos creíbles una vez que han sucedido, como un triunfo deportivo o un éxito musical de quienes estaban dotados para ello (por eso los consiguieron). Sí resultará increíble que el vecino del quinto vaya a ganar el US Open o que la amable empleada del banco sea aclamada de repente en el Liceu. Ahí estaríamos de acuerdo.
Para mejorar su léxico, a los entrevistados de urgencia tras una jornada estelar les sería de utilidad memorizar una breve relación de adjetivos, elaborada con la misma intención con que se suelen preparar los discursos ante una entrega de premios: para pronunciarlos en caso de obtener el galardón y para dejarlos en el bolsillo si el jurado ha elegido a otro. Mediante esa escueta relación de palabras adecuadas, deslumbrarían al público, mejorarían su efecto como referentes sociales y recibirían más propuestas de patrocinio por su mayor crédito y prestigio.
Un adjetivo posible para esas ocasiones sería, por ejemplo, “formidable”, y así lo rescatarían de su camino hacia el desuso. De hecho, aquel programa de radio legendario que presentó Alberto Oliveras en la SER entre 1960 y 1977 no se llamaría hoy Ustedes son formidables, sino Ustedes son increíbles.
“Formidable” vale, como “increíble”, para muchas situaciones. Podemos hallarnos frente a un ser formidable (“muy temible, que infunde asombro y miedo”), como un gran rival deportivo; o ante algo “excesivamente grande en su línea” (“un triunfo formidable”). También equivale a “magnífico”, sinónimo que se puede unir a la serie: “El apoyo del público ha sido magnífico”, “qué magnífica remontada”.
Además de “magnífico”, el español ofrece a campeones y narradores algunos adjetivos cuyas definiciones los hacen similares entre sí: “espléndido”, “excelente”, “sobresaliente”… Todos ellos nos sirven a la hora de expresar admiración, gratitud, sorpresa; pero también disponemos de otros, como “inolvidable”, “inenarrable”, “maravilloso”, “impresionante”, “enorme”, “fabuloso”, “gigantesco”, “descomunal”, “impensable”, “inesperado”.
No alargaremos más la lista, a fin de facilitar que los entrevistados de urgencia la memoricen y escojan de entre sus elementos alguno que les plazca, con el inusual propósito de hacer tan admirables sus palabras como sus triunfos.
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