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Punto de observación
Columna
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Fuera burdeles, por algo se empieza

Reforzar el castigo del proxenetismo y suprimir los locales de prostitución en nuestro país es un buen avance

Burdeles
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

El Congreso dio luz verde esta semana a la tramitación de una reforma del Código Penal para que se persiga el proxenetismo, se penalice la tercería locativa, es decir, destinar de forma habitual un local a facilitar la prostitución, y se castigue al cliente, con multa o incluso con cárcel si paga por tener sexo con una menor o con una mujer en situación de vulnerabilidad (víctimas de trata, drogadictas…).

La tramitación de la reforma fue apoyada por el PSOE, parte de Unidas Podemos (el sector mayoritario, incluida la vicepresidenta Yolanda Díaz y las ministras Irene Montero e Ione Belarra) y el Partido Popular. Votaron en contra En Comú, Esquerra, la CUP y Ciudadanos, y se abstuvieron Vox, el PNV y EH Bildu.

El debate fue muy agitado, aunque en realidad, salvo Junts per Catalunya, que tiene muy claro que no se deben eliminar los espacios habituales de prostitución, lo que generalmente se conoce por burdeles y puticlubes de carretera (de los que tan bien servida está su comunidad), el resto de los portavoces no hablaron tanto de proxenetismo como de prostitución. Es conocido que existen puntos de vista diferentes respecto a la abolición de la prostitución: hay quienes creen que hay que procurar erradicarla porque no es un oficio elegido por las mujeres, sino una esclavitud a la que han sido forzadas a lo largo de la historia, y quienes piensan que es una expresión de la libertad sexual de las mujeres y que pueden ejercerla incluso por puro placer, por lo que no procede abolirla, sino obligarlas a pagar impuestos, como todos.

Pero incluso entre quienes tienen esta visión, tan liberal, de la prostitución como oficio, hay a quienes les cuesta bastante imaginar que la gran industria del sexo centralice servicios de decenas de prostitutas y coloque ofertas de trabajo en las oficinas de empleo. “Se buscan 18 prostitutas rubias y 15 morenas, de entre 18 y 35 años, para puticlub, km X de la nacional 300. Salario mínimo interprofesional o mejora de condiciones laborales, según capacidad de trabajo”. Porque ese es el problema con la gran industria del sexo, como se quieren denominar ahora a sí mismos los chulos, que la práctica del “polvo” se cuenta por unidades (tantos clientes a la hora o al día), el precio por unidad lo decide el empleador y también su porcentaje de beneficio por cada coito o similar. Si pones el burdel, el jabón y las toallas y además acarreas a los clientes, el beneficio debe ser considerable, ¿no?

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El otro gran problema es de dónde sacas a las prostitutas. Los anuncios de empleo pueden no ser suficientes para cubrir las expectativas del negocio en España (unas 45.000 mujeres son prostitutas, pero es un trabajo que requiere renovar la plantilla con cierta frecuencia). Hay que traerlas de fuera. De hecho, la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución en España (más del 85%) son extranjeras. La oferta de empleo se podría quizás organizar en los consulados, porque, si no, se corre el riesgo de que se trate de mujeres víctimas de trata o en situación de extrema vulnerabilidad, y eso nadie lo quiere, por supuesto. ¿Recurrir quizás a la fórmula de visados para profesionales altamente cualificados cuya escasez esté perjudicando la economía del país?

Así que parece que la idea de suprimir el proxenetismo y los puticlubes no es tan mala, al fin y al cabo. Claro que tiene el problema de ser “punitivista”, algo que, según el portavoz de EH Bildu, habría que evitar. El Código Penal solo castiga, no soluciona, y en eso tiene razón. Se castiga, por ejemplo, el sexo sin consentimiento expreso, pero eso no soluciona la creencia de algunos hombres de que tienen derechos sexuales sobre las mujeres. Mucho mejor sería encontrar “soluciones integrales”, dice el portavoz, para que los jóvenes tengan otra percepción del sexo y del consentimiento. Pero qué se va a hacer. Por algo se empieza. No es tan mala idea irles sometiendo a medidas punitivas, hasta que lo entiendan. Lo mismo puede pasar con los puteros: quizás a base de pagar multas tengan más cuidado a la hora de asegurarse de que la puta les recibe encantada, tiene su pasaporte y ahorros a mano, y cree que es mucho mejor tener 15 “clientes” sexuales al día que disponer de un permiso de trabajo y ser camarera.

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