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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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Nuestra casa común está en llamas

Existe la posibilidad de que la emergencia climática, que se tratará en la cumbre del clima COP26, derive en un problema de seguridad

Joaquín Estefanía
COP26 Glasgow
La activista sueca Greta Thunberg protesta ante el Parlamento sueco, en Estocolmo, el pasado 15 de octubre.Fredrik Sandberg (via REUTERS)

“Quiero que actuéis como si nuestra casa estuviera en llamas. Porque lo está”, dijo la joven activista Greta Thunberg en una reunión del Foro de Davos. Nuestra casa común está en llamas. Durante 15 días, la emergencia climática competirá con la pandemia y las dificultades de suministros de materias primas en la atención global, gracias a la cumbre sobre el cambio climático de Glasgow (Escocia), la COP26, que se inaugura este domingo. Algunas de las tendencias que rondarán en esta reunión son las siguientes:

1. Ausencia de liderazgo mundial. Aunque la principal superpotencia ha vuelto a los Acuerdos de París con Biden (tras la etapa aislacionista de Trump), todavía no existe un panorama definitivo sobre el modo en que EE UU va a hacer la transición ecológica de su economía, toda vez que los ambiciosos planes con los que llegó a la Casa Blanca el actual presidente son boicoteados una y otra vez en el Congreso, a veces no solo por los republicanos —que los querrían reducir a la mínima expresión—, sino por los demócratas compañeros de partido de Biden. Algunos optimistas creen que ese papel de organizar, influir, motivar y llevar a cabo acciones contundentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero lo podría llevar la vieja Europa.

2. La de Escocia es la vigesimosexta cumbre sobre el cambio climático. La parte positiva es la de reunir a los líderes mundiales (algunos de los más significativos no asistirán en esta ocasión) y sus expertos en torno al principal problema que tiene la humanidad. Lo peor es su carácter retórico: desde el Protocolo de Kioto en 1997 sólo hay promesas, recomendaciones, objetivos teóricos, ofertas, invitaciones, pactos…, no contratos de obligado cumplimiento que se puedan exigir de modo ejecutivo, dado el momento crítico en que se encuentra el planeta, con subidas de temperaturas y fenómenos extremos (oleadas de calor, sequías, incendios, subidas del nivel del mar, propagación de enfermedades infecciosas, etcétera), que serán más virulentos y frecuentes conforme mayor sea el calentamiento global. Del informe de las Naciones Unidas sobre el asunto, recientemente hecho público, lo más novedoso es el dato de que en las inversiones para salir de la recesión provocada por la covid puestas en marcha hasta el primer semestre de este año sólo entre el 17% y el 19% son inversiones verdaderamente verdes.

3. No queda tiempo. A medida que pasan los años sin acciones contundentes para reducir las emisiones citadas, se cierran las ventanas de oportunidad sobre los objetivos de París: que la temperatura del mundo suba solo entre 1,5 y 2 grados. El secretario general de la ONU, António Guterres, angustiado (nos encaminamos “hacia una catástrofe climática”), es tajante: los planes de recortes de los gases de efecto invernadero que los países tienen sobre la mesa siguen siendo insuficientes para que el calentamiento se quede dentro de márgenes seguros.

4. El cambio climático también aumenta la desigualdad. La doble injusticia: existe una relación inversamente proporcional entre la contribución al cambio climático, cuyo grueso es responsabilidad de los países desarrollados (con la grave excepción de China, el campeón de los gases emitidos), y sus peores consecuencias, que sufrirán zonas como África central, el norte de América Latina o el sudeste asiático. Quienes padecen globalmente más del 50% de los efectos del calentamiento global apenas son responsables del 10% de las emisiones.

5. Muy interesante un informe del Departamento de Defensa de EE UU titulado Análisis de riesgos climáticos (como cuenta José Luis Gallego en ­elconfidencial.com): existe la posibilidad de que la crisis climática altere el actual panorama geoestratégico y derive en un problema de seguridad. La respuesta de adaptación y mitigación a los fenómenos meteorológicos extremos violentos y devastadores no va a estar al alcance de los países más afectados, y puede provocar revueltas sociales ante la incapacidad de sus gobiernos de satisfacer las necesidades humanas básicas. Habrá conflictos fronterizos ante los grandes desplazamientos migratorios.

No solo es importante el incremento de la temperatura que el planeta soporta, sino su ritmo.

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