Crónica de un evento
La falta de un equipo consistente en torno a Casado ha sido objeto de críticas incluso entre medios afines al PP
El principal problema del Partido Popular es la inconsistencia del liderazgo de Pablo Casado (Palencia, 1981), lo que explica que en lugar de un congreso, donde es obligatorio presentar ponencias doctrinales, el PP haya optado por una peculiar “convención”, es decir, según el diccionario, “un evento que busca poner en valor una sola idea”: la unidad del partido en torno a su máximo dirigente. La inhabitual dispersión geográfica de la convención (se ha desarrollado en seis ciudades distintas) ha servido, fundamentalmente, para presentar durante varios días a Casado rodeado de personas conocidas que se ofrecían a trabajar con él y ayudarle a gobernar llegada la ocasión. No se han debatido ideas o programas sino listas de nombres que arropaban al presidente del partido. Ese era el único objetivo y, en ese sentido, el PP incluso justifica la presencia de Nicolas Sarkozy, expresidente de la República francesa condenado esta misma semana por financiación ilegal de su partido. La corrupción, especulan, se olvida en pocas semanas, mientras que la imagen de un expresidente francés abrazando a Casado seguirá en la retina de los espectadores durante más tiempo.
Curiosamente, la amplitud de la lista de personajes que rodearon estos días al dirigente popular ha dejado también claro que Casado no tiene, ni acepta, un mentor, por mucho que José María Aznar se atribuya ese papel o que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, reclame protagonismo e influencia. En el entorno de Casado se valora la facilidad de Díaz Ayuso para conectar con un voto más joven y extremista, pero se calcula que la presidenta no tiene opciones a corto plazo de pasar a la política nacional. El “madrileñismo” que exhibe, creen, no es ni mucho menos una buena carta de presentación en otras zonas de España y para colmo no está previsto celebrar ningún congreso con otros aspirantes de aquí a las elecciones.
La negativa de Casado a aceptar guías o maestros es algo que se valora como una virtud en un partido que ha sufrido en los últimos años tantos desgarros. Entre los populares nadie reprocha a Pablo Casado que hable con todo el mundo dentro de la organización, pero sí que no termine por configurar un equipo concreto ni de definir un hilo conductor político claro, en definitiva, que “hable demasiado y de demasiadas cosas a la vez”, en palabras de un veterano exdirigente.
La convención se ha desarrollado subida a la ola de la recuperación electoral que manifiestan los últimos sondeos, aunque todavía nadie se atreve a certificar si ese avance es consistente o no. Prácticamente nadie entre los populares rechaza a Vox como socio para alcanzar una eventual mayoría parlamentaria, aunque en algunos sectores creen que sería importante reducir el porcentaje de voto de la ultraderecha para evitar que su asociación suponga un problema en las relaciones con Alemania y Francia, los dos grandes ejes de la Unión Europea, o incluso con Italia, donde Mario Draghi es hostil a ese tipo de alianzas, o con Portugal, donde los partidos mayoritarios ven con gran antipatía los contactos de Vox con el partido de ultraderechista André Ventura.
La falta de un equipo consistente en torno a Casado ha sido objeto de críticas incluso entre medios afines ideológicamente al PP, inquietos por la lentitud con la que se desarrolla la batalla interna dentro de Ciudadanos. Muchos dirigentes del PP anhelan incorporar a cuadros de Cs, se vanaglorian de la facilidad con la que absorbieron al antiguo partido de Adolfo Suárez, y se lamentan de que se pueda llegar a las elecciones sin que Ciudadanos esté ya en sus redes.
En realidad, las esperanzas del PP están puestas más en los errores que pueda cometer el Gobierno que en la capacidad de Pablo Casado de cambiar el ánimo político del país. Creen que Pedro Sánchez tiene holgura para acabar la legislatura, pero confían en que el panorama económico termine complicándose (coste de la energía, inflación), pese a la progresiva llegada de los fondos europeos y que la izquierda, que fía todo a una recuperación económica enérgica, no consiga desde el Gobierno terminar de convencer al electorado. En ese caso, creen, al PP le bastaría con ser la “alternativa posible”. Todo un programa político.
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