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Nicolas Sarkozy, condenado a un año de prisión por la financiación ilegal de su campaña en 2012

El antiguo jefe de Estado evitará la prisión: la sentencia, que podría cumplir en casa con un brazalete electrónico, queda en suspenso tras recurrirla

El expresidente francés Nicolas Sarkozy, a su llegada a un tribunal de París el pasado 1 de marzo.
El expresidente francés Nicolas Sarkozy, a su llegada a un tribunal de París el pasado 1 de marzo.Michel Euler (AP)
Marc Bassets

Nicolas Sarkozy ha sido condenado este jueves a una pena de un año de prisión por financiación ilegal de su campaña en las elecciones presidenciales de 2012. Es la segunda condena al expresidente francés en menos de un año, después de que, en marzo, un tribunal lo sentenciase a tres años por corrupción y tráfico de influencias en otro caso.

Sarkozy, sin embargo, evitará la prisión. La pena de un año la podrá cumplir en casa y controlado por un brazalete electrónico. Su abogado, Thierry Herzog, ha anunciado que recurrirá la sentencia, lo que la dejará en suspenso hasta que el caso se juzgue de nuevo en el Tribunal de Apelaciones. El expresidente ya recurrió la sentencia de marzo por corrupción.

El expresidente, que solo asistió a una sesión de las audiencias celebradas en mayo y junio, se ausentó de la lectura de la sentencia. El miércoles se encontraba en Madrid para arropar al líder del Partido Popular, Pablo Casado, en su convención nacional.

Sarkozy fue juzgado junto a otras 13 personas, que incluían miembros de su equipo de campaña, dirigentes de su partido y responsables de la empresa de comunicación y eventos Bygmalion, que organizaba los mítines electorales. El conservador, que había llegado al poder en 2007, perdió las elecciones de 2012 ante el socialista François Hollande.

El tribunal consideró demostrado que la campaña de Sarkozy superó ampliamente el techo de gasto autorizado por ley de 22,5 millones de euros, y gastó 42,8 millones, casi el doble. Para maquillarlo, gran parte del gasto lo asumió, no la campaña del entonces presidente, sino la Unión para un movimiento popular (UMP), el nombre del partido del expresidente, rebautizado más tarde con Los Republicanos, su nombre actual. Bygmalion emitió facturas falsas en las que constaban prestaciones a la UMP como conferencias o eventos que nunca existieron.

El expresidente también está imputado por la supuesta financiación de la campaña que lo llevó al poder en 2007 con dinero de la Libia del Muamar el Gadafi.

El jueves, al anunciar la sentencia por el caso Bygmalion, la presidenta del tribunal, Caroline Viguier, dijo: “Nicolas Sarkozy conocía el montante de la cuenta de la campaña. Su experiencia de candidato incluso le permitió avisar a su equipo del riesgo de sobrepasarlo”.

Fue una campaña particular. Con los sondeos en contra, el entonces presidente se empleó a fondo. En vez de los 15 mítines previstos, celebró 44. Y no eran mítines al uso, sino acontecimientos masivos: escenarios y pantallas gigantes, trenes fletados con simpatizantes de todo el país, camerinos dignos de una estrella de rock.

La estrategia disparó los costes. Y llevó a los responsables de la campaña a idear el sistema para desviar el gasto hacia el partido y justificarlo con falsas facturas. Si esto dio a Sarkozy una ventaja competitiva en la campaña, fue inútil puesto que acabó perdiendo ante Hollande.

El día que declaró en el juicio, se desentendió de todo. “Soy conocido por delegar mucho”, alegó. ”No puedo ocuparme de todo”. También calificó de “fábula” la idea de que su campaña hubiese sido anómala respecto a otras. “Me gustaría que me explicaran en qué sentido hice más campaña en 2012 que en 2007. ¡Es falso!”, afirmó.

La pena a Sarkozy no es la más grave entre los condenados. Al contrario que otros, él solo estaba acusado de financiación ilegal y no de fraude por el sistema de falsas facturas que permitió poner en marcha el sistema ilegal de financiación.

El caso Bygmalyon abrió una guerra fratricida en la derecha entre distintos dirigentes que se acusaban mutuamente de ser los responsables. Ni Sarkozy ni la UMP —ahora Los Republicanos— han levantado cabeza y no han regresado al poder.

Desde que empezaron sus problemas con la justicia, poco después de abandonar el palacio del Elíseo en 2012, Sarkozy ha culpado al estamento judicial de ensañarse con él y tratarlo con una vara de medir distinta al resto de ciudadanos.

Los juicios pendientes y otros casos abiertos hacen muy difícil su regreso a la primera línea política, pero el expresidente mantiene una influencia notable en la derecha francesa. Esta influencia es palpable en la avalancha de mensajes de solidaridad en marzo, tras su condena por corrupción, y este jueves tras la condena por financiación ilegal.

Christian Jacob, presidente de Los Republicanos, escribió en la red social Twitter: “Después de una decisión de la justicia que no dejará de chocar a muchos compatriotas, quiero dar testimonio en mi nombre y en nombre de Los Republicanos de nuestro afecto, nuestro apoyo a Nicolas Sarkozy, así como de nuestro inmenso orgullo por haberlo tenido como presidente de la República”.

Los principales aspirantes de la derecha a las elecciones presidenciales del próximo abril han desfilado por su despacho cerca del Elíseo en busca de su bendición. La simpatía con Sarkozy va más allá de su campo ideológico. El actual presidente, Emmanuel Macron, cultiva su amistad y cuenta en su Gobierno con varios excolaboradres de Sarkozy, entre ellos el primer ministro, Jean Castex.

Sarkozy, que se sienta en varios consejos de administración de empresas francesas y acaba de publicar un libro sobre arte y literatura, no es un apestado en Francia. Ni tampoco en parte del extranjero como demuestra su papel estelar esta semana en la convención del Partido Popular en Madrid.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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