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La convención para reforzar a Casado llega al final empañada por el ruido y los tropiezos

El partido rechaza las críticas y destaca el “absoluto éxito” del cónclave, a las puertas de la llegada de Isabel Díaz Ayuso tras su viaje por Estados Unidos

El presidente del Partido Popular Pablo Casado (a la izquierda), y el expresidente de México Felipe Calderón, este viernes durante la convención nacional del PP en Cartagena. En vídeo, Casado pide a Sánchez que "traiga de vuelta" a Puigdemont para que sea juzgado.Foto: EFE
Elsa García de Blas

El ruido y algún que otro tropiezo ha empañado la convención nacional del PP, diseñada para perfilar el liderazgo de Pablo Casado ―en una especie de guerra fría con Isabel Díaz Ayuso― y para afinar la línea ideológica del partido en plena batalla por la hegemonía de la derecha, con Vox resistiendo en las encuestas. El formato de la convención tenía mucho riesgo. En la dirección del PP eran conscientes de que reunir a casi un centenar de ponentes, muchos de ellos externos al partido, hablando en 30 mesas redondas a lo largo de una semana amenazaba con provocar algún lío. Pero quizá no tanto. El expresidente francés Nicolás Sarkozy apareció este miércoles en Madrid y Pablo Casado lo puso como ejemplo de gestión solo un día antes de una segunda condena por financiación irregular; miembros de la dirección confiesan que ese episodio ha quedado “feo” y “poco estético”, mientras el líder popular ha guardado silencio. Las salidas de tono de algunos de los ponentes y las votaciones en el Congreso sobre pensiones y sobre la negativa a sustituir el término “disminuidos” por “personas discapacitadas” en la Constitución, de la mano de Vox, también han contribuido a empañar la convención nacional, que llega a la recta final con un balance agridulce para Casado a la espera del último plato fuerte: la llegada de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, tras su largo (y polémico) viaje por Estados Unidos.

Las convenciones son actos diseñados para ensalzar al líder. No funcionan como los congresos, en los que se aprueban las bases programáticas o se modifica la organización del partido. El PP ideó esta convención en el ecuador de la legislatura para dar impulso al liderazgo de Casado ―que sigue sometido a tensiones, la última el desafío de Díaz Ayuso por el control del partido en Madrid― y para buscar la reagrupación de la derecha ―dividida en tres marcas― con un “ensanche ideológico a izquierda y derecha”, esto es, hacia la izquierda de Ciudadanos y hacia la extrema derecha de Vox. Además, se celebra en un contexto de discrepancias en el Gobierno de Pedro Sánchez (entre el PSOE y Podemos) por los Presupuestos, y de cierto retraso en la recuperación (tras la revisión a la baja del crecimiento por parte del INE) combinada con la presión que supone la fuerte subida de la inflación y de los precios de la energía.

El PP cree que ha conseguido ofrecer una imagen de reunificación de la derecha, porque ha logrado que referentes del partido de Inés Arrimadas, como su exportavoz Juan Carlos Girauta y el premio Nobel Mario Vargas Llosa, le den su respaldo. Pero, al mismo tiempo, los calculados guiños a Vox ―con la participación de uno de sus fundadores, Alejo Vidal-Quadras― desdibujan la línea ideológica del partido, que sigue jugando a dos bandas y pretende meter en el mismo saco a liberales y reaccionarios. Los problemas para ese encaje se vieron también en la pretendida apuesta feminista del PP. Los populares organizaron una mesa redonda sobre “feminismo liberal” para apropiarse de ese término que acuñó primero Ciudadanos, pero una de las ponentes les afeó en directo que en la convención había menos presencia de mujeres que en cualquier consejo de administración del Ibex. Apenas son un 25% del total de los ponentes.

El problema ha sido también que, desde el Nobel hasta el fundador de Vox, algunos invitados se han descolgado durante los actos con salidas de tono que han provocado mucha controversia. Ahí están las polémicas palabras en las últimas horas de Vargas Llosa sobre que los latinoamericanos “votan mal”. ”América Latina está en una situación muy difícil, seguramente va a salir de ella cuando los latinoamericanos descubran que han elegido mal. Que lo importante no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien. Y votar bien es algo muy importante porque los países que votan mal, como ha ocurrido con algunos latinoamericanos, lo pagan caro”, reflexionó el Nobel de Literatura haciendo referencia al caso de la Venezuela de Hugo Chávez. En la dirección del PP rehúsan valorar esas palabras y destacan a cambio que el discurso fue “buenísimo” y que “nadie duda” del trabajo del Nobel en favor de la democracia en América Latina. El clip de vídeo con las palabras del escritor se ha hecho viral y ha eclipsado el mensaje que el PP quería destacar de Vargas Llosa. Que el literato, uno de los intelectuales de referencia de Ciudadanos, a los que ha acompañado en numerosos actos electorales en el pasado, sentenció este jueves al partido de Arrimadas y se pasó al PP. “El partido liberal ha dejado de existir en términos concretos. Voy a dar mi voto al PP”, declaró Vargas Llosa. A última hora de este viernes, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, le ha respondido en un acto junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y la ministra de Igualdad, Irene Montero: “El voto de una mujer trabajadora vale lo mismo que el de un señoro que es Premio Nobel. Es una lástima para todas nosotras que no lo entienda. En este país todos los votos son buenos”, informa Iker Vega.

José María Aznar también ha destacado como protagonista no solo por su respaldo a Casado ―muy subrayado en el PP, después de meses de distanciamiento entre ambos― sino porque se encendió en su discurso y terminó ridiculizando al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que ha pedido perdón a distintas comunidades indígenas con motivo del bicentenario de la independencia mexicana. El partido de López Obrador ha acusado a Aznar de “ofender” la “historia y dignidad” de México, según informa Europa Press, mientras Casado ha escuchado este viernes al expresidente mexicano Felipe Calderón, también invitado a la convención del PP, pedir que los españoles “no caigan en la trampa de quienes siembran tempestades”.

En el PP defienden en cambio que muchas de estas polémicas son en realidad bien recibidas entre sus bases sociales, y consideran un “absoluto éxito” la marcha de la convención, según fuentes de la dirección popular. Que Vidal-Quadras cargara contra el PP en una de las mesas redondas por el respaldo de los populares al Estado autonómico ―“Cuando escucho a destacados dirigentes de este partido afirmar que el Estado de las autonomías es una historia de éxito cuesta sobreponerse al estupor que produce semejante ceguera”, llegó a decir el fundador de Vox― es, para la dirección del PP, “positivo, porque refleja que está siendo una convención de diálogo y de debate con gente de fuera”. Algunos dirigentes de la cúpula destacan ese guiño a Vox con la participación de Vidal-Quadras como una de las claves exitosas del diseño del acto por parte de Casado. El exdirigente de la extrema derecha declaró también que “echa de menos” a sus compañeros del PP, lo que para los populares es un espaldarazo en su particular batalla contra Vox.

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Casado ha logrado además el apoyo de los dos expresidentes populares y de todos los barones del PP, con la incógnita de cuál será la actuación de Isabel Díaz Ayuso el sábado en su reaparición en el cónclave. El PP saca pecho del “catálogo de líderes internacionales que han arropado al presidente y le han dicho que está llamado a ser uno de los grandes líderes europeos”. Y Casado confía en hacer una gran demostración de fuerza el domingo, llenando la plaza de toros de Valencia con 8.000 militantes. Los autobuses ya están en camino.

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Elsa García de Blas
Periodista política. Cubre la información del PP después de haber seguido los pasos de tres partidos (el PSOE, Unidas Podemos y Cs). La mayor parte de su carrera la ha desarrollado en EL PAÍS y la SER. Es licenciada en Derecho y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en periodismo de EL PAÍS. Colabora como analista en TVE.

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