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¿En qué países es difícil imaginar un pacto con la extrema derecha?

En Alemania o Francia está muy asentada la idea de apoyar a cualquier candidato a izquierda o derecha con tal de frenar a la extrema derecha

Sebastian Wippel, candidato a alcalde en la ciudad alemana de Gorltz (56.000 habitantes) que este domingo celebra elecciones.
Sebastian Wippel, candidato a alcalde en la ciudad alemana de Gorltz (56.000 habitantes) que este domingo celebra elecciones.TOBIAS SCHWARZ (AFP)

Vox llega al pleno de investidura de este sábado en el Ayuntamiento de Madrid con la llave de la alcaldía. Lo hace con el visto bueno del Partido Popular y Ciudadanos, que han pedido el voto del partido de extrema derecha, y con la alarma de algunos líderes de izquierda como los de Más Madrid, que piden mandar a Vox al ostracismo, siguiendo el ejemplo de otros países de Europa.

En Alemania o Francia está muy asentada la idea de apoyar a cualquier candidato a izquierda o derecha con tal de frenar a la extrema derecha. Es la medida del “cordón sanitario”, un término que se ha usado en la política de distintos países europeos desde hace décadas para aislar a ciertos partidos, alegando que sus valores son incompatibles con la democracia. Vox ha respondido que la misma idea del “cordón sanitario” es antidemocrática.

El pacto en Madrid le otorgaría de nuevo a Vox un papel decisivo en un gran núcleo de poder, como ya ocurrió en Andalucía tras las elecciones regionales de diciembre. En otros países, las llamadas a la marginación de la extrema derecha se han producido tanto en sistemas donde los gobernantes son elegidos de manera directa como en los que, a semejanza de España, dependen de un pacto entre fuerzas parlamentarias. 

En Francia se lleva aplicando bastantes años un cordón sanitario contra la extrema derecha, salvo en contadas excepciones. Es por este motivo por el que, pese a que su progresión de votos ha sido constante en los últimos ciclos electorales, el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen solo gobierna en 14 de los 36.000 municipios del país. Tampoco está al frente de ninguna de las 13 regiones, a pesar de que en 2015 fue el partido más votado en la primera vuelta en seis de ellas.

En Alemania ha sido clave la postura adoptada por los conservadores alemanes de la CDU (centro derecha), que han trazado una clara línea que excluye cualquier cooperación política, también regional y local, con Alternativa por Alemania (Afd), el partido de extrema derecha. Ese compromiso lo plasmó por escrito la CDU en diciembre en su congreso en Hamburgo. 

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“Esta decisión está vigente y yo estoy profundamente convencida de ello personalmente”, explicaba en una entrevista con este diario la presidenta de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer cuando se le preguntaba por el caso español y por posibles cooperaciones en el este de Alemania. Es en esa parte del país donde los ultras tienen más fuerza y en otoño, cuando se celebren elecciones regionales, podrían convertirse en una fuerza decisiva para formar Gobierno. Será en ese momento cuando el férreo cordón sanitario se ponga de verdad a prueba.

El pacto de Vox con PP y Ciudadanos en Madrid ha llamado la atención de la prensa en estos países. El diario alemán Die Welt publicó la semana pasada una columna de opinión en la que el profesor de la Universidad del País Vasco Jesús Casquete señalaba que el peligro de Vox para España no reside en sus propias ideas, sino en la voluntad de otras partes de pactar con ellos. Casquete invita a los españoles a seguir la "lección" de Alemania, donde esa medida es vista como una forma de evitar una repetición de su pasado autoritario.

"Blanqueo"

Los defensores de los cordones sanitarios creen que los partidos de extrema derecha pueden ser legales y participar en elecciones pero argumentan que las alianzas "normalizan" o "blanquean" a los extremistas. Los críticos de esas medidas creen que un partido con respaldo en las urnas no debe ser aislado. También advierten que es una medida que fortalece a los extremistas porque les permite hacerse las víctimas.

Hay países europeos con una cultura de pactos muy establecida donde son comunes las alianzas con los partidos de los extremos. No siempre estos partidos radicales son vistos como partidos incompatibles con la democracia o populistas. Así, el gobierno estatal de Noruega está conformado por los conservadores y la extrema derecha (Partido del Progreso), apoyados por los democristianos. La situación contrasta con la de la capital, Oslo, donde el Ayuntamiento lo gobiernan los concejales laboristas, de Izquierda Socialista y Verdes.

En Holanda, país acostumbrado a negociar en política, no se menciona el término cordón sanitario ya que cerrar un acuerdo satisfactorio es visto como una obligación. Sin embargo, ni la extrema derecha de Geert Wilders, ni la del recién llegado Thierry Baudet gobiernan en ningún municipio.   En la capital de Dinamarca, Copenhague, un alcalde socialdemócrata gobierna con consejeros de los demás partidos con representación, incluidos los ultras del Partido Popular Danés, que tienen representación en 223 de 2.432 municipios.

En Italia, la Liga de Matteo Salvini no es considerada un partido de extrema derecha sobre el que sea necesario practicar un cordón sanitario. La formación, originalmente de carácter regionalista, lleva gobernando en las instituciones de la república los últimos 25 años. Ha ocupado carteras importantes en los gobiernos de Silvio Berlusconi y ha sido dueña absoluta de Administraciones locales y regionales del norte durante mucho tiempo. La comparación con Vox se hace complicada por este motivo.

El partido gobierna desde hace un año en coalición con el Movimiento 5 Estrellas (M5S). Tras las pasadas elecciones, la Liga fue el único partido que quiso prestar sus votos a la formación antisistema para llevar a cabo el primer gobierno populista y euroescéptico de un gran país de la zona euro.

En el Reino Unido, con un sistema electoral mayoritario en el que el ganador se hace con el escaño en disputa en cada circunscripción, las coaliciones son casi una rareza histórica. Existen formaciones de extrema derecha, pero son muy marginales y normalmente ajenas al circuito de partidos, como la Liga por la Defensa Inglesa. Menos marginal es el populismo de derechas y ultranacionalista que representa el Partido del Brexit de Nigel Farage.

Portugal ni siquiera ha tenido un debate sobre los cordones sanitarios porque no ha emergido con fuerza ningún partido populista. 

Escaso apoyo urbano

Vox será decisivo este sábado en la formación de otros municipios, entre ellos tres de los más ricos de España: Las Rozas, Pozuelo de Alarcón o Majadahonda, en Madrid. En ellos se ha anunciado un pacto con el PP.

A pesar de que puede ser llave de gobierno en la capital, Vox es relativamente poco popular en la ciudad madrileña. Con un 7,6% de los votos obtuvo cuatro escaños en los comicios municipales del 26-M, un apoyo menor al que recibió a escala regional (8,8%) o estatal (10,2%).

Este patrón se observa en el resto de Europa, donde el ascenso de la extrema derecha es un fenómeno impulsado por el mundo rural y las pequeñas ciudades. En París, por ejemplo, el partido de Le Pen solo obtuvo el 6% del voto en las elecciones municipales de 2014. La extrema derecha del PVV holandés de Geert Wilders ni siquiera se presentó en los comicios de Ámsterdam del año pasado.

Si la derecha se hace con el poder en Madrid este sábado, su Ayuntamiento será un caso extraño dentro de las capitales de Europa. La izquierda gobierna en Lisboa, Londres, Berlín, Ámsterdam, París o Londres.

Información de Fernando Peinado (Madrid), Belén Domínguez Cebrián (Madrid), Silvia Ayuso (París), Ana Carbajosa (Berlín), Rafa de Miguel (Londres), Daniel Verdú (Roma), Isabel Ferrer (Ámsterdam) y Javier Martín del Barrio (Lisboa).

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