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Mazzucato y su intento de colocar la vida en el centro de la economía

Para la economista italoamericana, esta pandemia representa una oportunidad para cambiar el modo en que interactúan los sectores público y privado

Joaquín Estefanía
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, durante una visita a la sede de la farmacéutica Pfizer en Puurs (Bélgica), el 23 de abril.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, durante una visita a la sede de la farmacéutica Pfizer en Puurs (Bélgica), el 23 de abril.BENOIT DOPPAGNE (EL PAÍS)

Finales de 2017. Un grupo de economistas presenta un documento en el University College de Londres, titulado 33 tesis para una reforma de la disciplina de la economía. En él se mantenía que la economía necesita su propia reforma, al igual que hace 500 años la precisó la Iglesia católica. Como Lutero en el siglo XVI, que cambió el mundo al clavar a las puertas de una capilla sus 95 tesis reformistas, los economistas en cuestión se trasladaron a la sede de la London School of Economics y pegaron su texto a la puerta. Entre ellos estaba la italoamericana Mariana Mazzucato. Otra de las presentes resumió todo en tres frases: “La corriente dominante en economía tiene el sello distintivo de ciertas religiones. Creen que poseen la verdad, pero lee por ti mismo y piensa por tu cuenta. Ha habido cambios y puede volver a haberlos”.

Que está habiendo transformaciones en el paradigma económico dominante desde los años ochenta es evidente ahora, cuando la política económica tiene como prioridad paliar los efectos de la peor pandemia en un siglo. Mazzucato es una economista especializada en innovación (la revista estadounidense The New Republic la consideró una de las tres pensadoras mundiales más importantes sobre ese campo), y todos sus libros —empezando por El Estado emprendedor (RBA), publicado en 2014 y convertido en un texto de referencia— contienen una idea fuerza que se va profundizando: el Estado como una organización burocrática, estática, que sólo necesita “arreglar” los fallos del mercado, dejando el emprendimiento dinámico e innovador al sector privado, es un error. En El valor de las cosas (Taurus) explicaba que sin inversiones públicas no habría habido vacunas (todavía la covid no había aparecido) ni se tendrían las tecnologías de los dispositivos inteligentes, empezando por internet. Para ello, la asociación público-privada debe ser simbiótica y no parasitaria en ninguno de los dos sentidos.

Mazzucato publica dos libros, muy parecidos entre sí: Misión economía (Taurus) y No desaprovechemos esta crisis (Galaxia Gutenberg). En ambos se desarrolla la tesis de que la pandemia del coronavirus supone una oportunidad para cambiar el modo en que interactúan los sectores público y privado: a medida que las corporaciones privadas requieran más ayuda estatal hay que garantizar que ese apoyo esté motivado por el interés público y no por el privado. La ideología de la maximización del valor para el accionista (Milton Friedman) ha perjudicado a la sociedad de manera excesiva.

En los libros y artículos de Mazzucato siempre destacan los ejemplos. En sus nuevos textos cuenta cómo varios Gobiernos destinaron 8.500 millones de dólares al desarrollo de las vacunas anticovid que hoy fabrican y venden empresas americanas como Pfizer, Johnson & Johnson o Moderna. O cómo llegaron a la Luna Armstrong, Aldrin y Collins, en 1969, después de medio siglo de colaboración entre los agentes públicos y privados.

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Mariana Mazzucato está entre ese puñado de economistas que tratan de poner a la vida en el centro de la economía, y no a la economía en el centro de la vida.

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