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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Dolors Sabater, una activista ácrata en la CUP

La exalcaldesa de Badalona, que tiene un pasado alejado de los partidos, lidera a los anticapitalistas catalanes, claves para investir al nuevo Govern

Àngels Piñol
Dolors Sabater
LUIS GRAÑENA
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Rodeada de diputados y consellers independentistas y con el micrófono en mano, mirando hacia la escalinata del Parlament, Dolors Sabater, de 60 años, entonces alcaldesa de Badalona, se dirigió el 27 de octubre de 2017 a los cientos de ediles que saludaban la república recién nacida y luego fallida. “¿Os comprometéis con el proceso de construcción de la república catalana que se acaba de proclamar?”, les preguntó en medio de un clamor. Ese discurso de 80 segundos, en el que reivindicaba derechos sociales y cargaba contra el Estado por atacar la soberanía catalana (“nuestra soberanía”, dijo), ha marcado la carrera de esta pedagoga de cabello color de nieve que ha vuelto a la Cámara como líder de la CUP-Guanyem, el grupo que tiene la llave para investir este viernes a Pere Aragonès (ERC) y dar o no estabilidad al Govern.

Dice que no se ha arrepentido nunca de aquel gesto y que, quizá con algo de ingenuidad, creyó que esa república empezaba a andar. Ocho meses después del 27-O, el PSC, con solo tres ediles, hizo una pirueta y logró lo que parecía una fantasía: que el popular Xavier García Albiol, que se había desgañitado contra la votación de la independencia, apoyara la moción de censura contra Sabater. Ella cree que el socialista Salvador Illa urdió la operación y que el procés fue una excusa. Nunca recuperó la vara que ganó en 2015. Ahora está en la oposición y renunciará a su acta de edil.

Perteneciente a una familia de pescadores y obreros del textil, la diputada, con cuatro hermanos —el mayor sufre desde niño una discapacidad, lo que le abrió pronto los ojos sobre la necesidad de las políticas de dependencia—, creció en el centro de Badalona con un entorno comprometido con la entidad Òmnium y con la cultura catalana. Sonaba ya la canción protesta en su casa cuando, en el colegio Mireia, de El Masnou, en 1971, quedó impactada al escuchar de un profesor la historia de Pepe Beunza, el primer objetor de conciencia encarcelado en España. Sabater tenía 11 años.

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Esa fue la primera semilla de su activismo pacifista. Y ya no paró de forjarlo, participando en esplais (actividades extraescolares vinculadas a las parroquias) relacionados con la teología de la liberación. Comprometida desde joven —a los 17 años apoyó la campaña del independentista Josep Maria Xirinacs al Senado—, Dolors estudió de noche para ayudar en la empresa familiar de materia prima de fabricación de jabones. Conducía un camión recogiendo aceite de grasa animal de mataderos que sirvió al menos para dos cosas más: para desfilar en Carnaval disfrazado como tanque pacifista y para trasladar el 23-F la documentación comprometida de la organización Casal per la Pau a un piso de Badalona.

Profesora de educación especial y de aulas de acogida de niños de origen inmigrante, trabajó en Montornès del Vallès y dio clases de historia en el barrio de Llefià, de su ciudad, donde Albiol expandió su discurso asociando delincuencia a inmigración irregular. En 2009 participó en la fundación del movimiento Badalona Som Tots i Totes. La izquierda impulsó la plataforma Guanyem Badalona en Comú y, un día de invierno de 2015, cuatro activistas la citaron para tomar café y le propusieron si quería ser alcaldable. Lo tenía todo: exlíder vecinal, ecologista, antimilitarista, referente social, de izquierdas y sin vínculos partidistas. Se quedó de piedra, pero acabó aceptando. Albiol ganó sin mayoría y la unión de la izquierda la aupó tres años a la alcaldía, donde, entre otras cosas, disolvió la unidad antidisturbios de la Guardia Urbana y aplicó tarifas sociales en las guarderías (pago según la renta).

Honesta e íntegra para unos e intransigente y radical para otros, Sabater hizo tras las elecciones municipales de 2019 un sacrificio inaudito en política: renunció a pugnar por la vara y votó, para frenar al PP, al socialista Àlex Pastor, el mismo edil que la echó con la moción. No lo repitió ya en 2020 y la división de la izquierda permitió a Albiol volver al poder. Alérgica al sectarismo de los partidos, se prometió no militar nunca tras vivir con desgarro cómo Màrius Díaz perdía la alcaldía en 1983 por la ruptura del Partido Socialista Unificado de Cataluña. Sabater solo se siente cómoda en plataformas como la suya por ser, dice, transversales y plurales. Y en esas estaba, construyendo Guanyem Cataluña, cuando la CUP, decidida a superar su travesía por el desierto, aprobó en una votación ajustada su fichaje tras el no del exdiputado David Fernández. Ella aceptó empujada por la excepcionalidad política y la alianza se selló.

Amante de restaurar muebles, escribir cuentos e ir en bici, queda la duda de si esta afable profesora que añora las clases, abuela de dos nietos y dueña del 9% de cinco fincas rústicas, aceptará muchos corsés. La CUP la corrigió dos veces: primero por su disposición en precampaña a dar pasos hacia la gobernabilidad y luego por avisar de que la investigación por corrupción de la que era objeto Laura Borràs podría ser un obstáculo para investirla como eventual presidenta de la Generalitat. Sabater lo achaca a malos entendidos. Al igual que Aragonès, no está en las negociaciones y no parece importarle: o va a un acto de apoyo a los presos o a otro contra los desahucios, o a denunciar en Sant Roc cortes de luz. La alcaldesa del pelo blanco, como la llamaban muchos en ese barrio, tiene alma ácrata y habrá que ver si ella y Guanyem cumplen el guion de la CUP a rajatabla.



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