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ensayos de persuasión
Columna
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El retorno de Roosevelt

El Plan de Rescate América entrega un cheque a los desfavorecidos, el llamado dinero ‘helicóptero’

Joaquín Estefanía
El presidente de EE UU, Joe Biden, el 11 de marzo en la Casa Blanca.
El presidente de EE UU, Joe Biden, el 11 de marzo en la Casa Blanca.Doug Mills (EFE)

En el año del coronavirus, EE UU ha utilizado el equivalente a más de cuatro billones de euros, una cantidad ingente de dinero público, para combatir la pandemia y recuperar al país y a sus ciudadanos. Después de ello queda poco más que retórica en aquel Estado mínimo que preconizaron Reagan y sus sucesores de la revolución conservadora desde hace 40 años. Ha vuelto la lógica que impuso el presidente Franklin Delano Roosevelt (FDR) para sacar a su país de la Gran Depresión de los años treinta y primera parte de los cuarenta del siglo pasado.

El Instituto Roosevelt, laboratorio de ideas radicado en Nueva York y surgido de la Biblioteca Presidencial de FDR, está dedicado a impulsar el legado y los valores de aquel líder demócrata, en lo referente a cumplir la promesa de que Norteamérica ofrezca oportunidad para todos. Su economista jefe es el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que dirigió el estudio titulado Nuevas normas para la economía norteamericana, y acaba de publicar el libro Reescribir las reglas de la economía europea (Antoni Bosch Editor). Dos mujeres acompañaron a FDR en los cuatro mandatos presidenciales que tuvo (1933-1945): su esposa, Eleanor, activista de los derechos humanos, política y escritora; y la secretaria de Trabajo en ese largo periodo, Frances Perkins, cuya acción (impulsora de la ley de Seguridad Social que creó las prestaciones de desempleo para los parados y las pensiones para los ancianos, del salario mínimo, la regulación de las horas extraordinarias o la estandarización de la jornada laboral semanal de 40 horas, etcétera) permeó la creación del pequeño Estado de bienestar norteamericano y la política del new deal, que abanderó el propio Roosevelt. Hoy sabemos que más allá de la inspiración keynesiana, el new deal tuvo mucho de improvisación y de continuas rectificaciones.

Los más de cuatro billones inyectados en la economía americana lo han sido en tres etapas: el primer rescate (1,9 billones de euros), en la primavera pasada; el segundo (750.000 millones), en diciembre, y el tercero (1,6 billones), a los 50 días de llegar Joe Biden a la Casa Blanca. Entre las medidas del Plan de Rescate América está la entrega de un cheque por valor de 1.174 euros a los ciudadanos menos pudientes (dinero helicóptero o en mano), complementos a la prestación por desempleo, medidas contra la pobreza infantil (según el presidente, “este plan hará posible reducir a la mitad la pobreza infantil”), ayudas para la alimentación, el alquiler de viviendas y el cuidado de los niños, fondos para las escuelas y para los Estados y los gobiernos locales, muletas para los sectores más perjudicados, como el de la cultura o los viajes, etcétera.

Alguien ha dicho que desde el presidente Johnson (que sustituyó en 1963 al asesinado John F. Kennedy) no había llegado al Congreso un paquete de medidas sociales tan ambicioso. En el mandato de Johnson se pusieron en marcha el Medicare (fondos para la atención médica de los ancianos) y el Medicaid (seguros de salud para los pobres). La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, declaró cuando el plan de rescate fue aprobado por las dos Cámaras: “Es la ley más transformadora que he visto en 30 años en el Congreso, tan relevante como la ley sobre cuidados de Obama, que dio cobertura sanitaria a 20 millones de personas más”.

Es muy significativo subrayar que Biden y su equipo han tenido que sacar adelante las medidas sin el más mínimo apoyo del Partido Republicano, consciente de que el contenido del plan de rescate significa un cambio de paradigma en EE UU. Los más extremistas de entre los republicanos lo han calificado de caballo de Troya del socialismo, y opinan que supone un aumento desorbitado de dinero público para el gasto social. Igualmente es significativo que el equipo gubernamental ha tenido que negociar con el ala más moderada de los demócratas, que ha descrestado algunos de los puntos del plan inicial. Por ejemplo, la demanda de Bernie Sanders de que el salario mínimo pasase de los 6 dólares la hora a 12 dólares.

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